GRANDES TEMAS - GRANDES HISTORIAS

E c u a d o r - S u d a m é r i c a

miércoles, 31 de diciembre de 2014

EL BALANCE DE FIN DE AÑO


Por Leonardo Parrini

Sentado a la vera de una calle cualquiera veo pasar la gente con un gesto de urgente destino. A mi lado, un monigote de trapo con careta de cartón que simboliza el año que fenece, está a punto de ser quemado; costumbre ecuatoriana de hacer borrón y cuenta nueva y chamuscar sinsabores, anhelos incumplidos y sueños trastocados en frustración. Este final de año, sin embargo, me resisto a los balances, dispuesto a vivir este último día del año como un día más, un día menos. Como si la vida fuera un gesto notarial, hacemos recuentos cada 31 de diciembre. Se ha vuelto de moda para la planificación de los “modelos de gestión” consignar fechas, datos, cifras, hitos, en el afán de periodizar la historia e inventariar la vida. Esa actitud notarial de registrarlo todo, echa al traste la natural espontaneidad de vivir que debería acompañar nuestros actos cotidianos. Y ese es el meollo de los llamados balances. Por lo demás, un término sacado del léxico bancario, es decir, que sólo sirve para hacer cálculos, para cuantificar la existencia como si ésta fuera un arsenal de hechos inamovibles. Al punto que para el colega argentino Fernando Monacelli, los balances son una soberana estupidez. Puesto que hay dos formas de ver la vida: la ilusoria, la mágica, la que imagina que si cambia el año del almanaque el mundo vuelve a empezar, y la otra: la vida es como un animal que corre sin freno ni ciclos ni pausas con nosotros arriba, y ni siquiera sabe que nos aferramos a los pelos de su lomo. La vida va y lo que podemos hacer al respecto es no caernos.

Ya hace varios siglos Aristóteles echó luces sobre este asunto: El instante es la continuidad del tiempo, pues une el tiempo pasado con el tiempo futuro. Sin embargo, empecinados en controlar el devenir y saldar el pasado, hacemos balances cada vez que nos parece que a una fecha –convención del calendario- le atribuimos un valor agregado para sacar brillo a una cotidianeidad que, de otro modo, transcurriría opaca y lineal. Fue un coterráneo del filósofo ateniense, Hesíodo, quién puso el dedo en la llaga del futuro para sentenciar: desdichado el que duerme en el mañana. Y sobre ese condumio pretérito de balances e inventarios, dijo J.P. Sartre, hasta el pasado puede modificarse, puesto que los historiadores no paran de demostrarlo.

Entonces si todo alrededor es arenas movedizas, no existe una utilidad práctica o un sentido existencial de fondo en el hecho de hacer balances. Si el futuro y el pasado están encadenados en un instante presente, como un eslabón de una cadena interminable, ¿será acaso la necesidad de aplacar la conciencia sobre el hecho de vivir sin reflexionar y cargarnos el pasado como un lastre y mirar el futuro como una fantasía desprovista de imaginación lo que nos lleva, compulsivamente, a inventariar la vida? El hombre es el único animal capaz de angustiarse por el futuro y lamentar el pasado, por eso es el ser viviente más infeliz. 

Al final de este viaje, triste sería constatar que la estimulante locura de vivir, la deliciosa improvisación sobre lo incierto, es un caso perdido. En alguna alforja habremos perdido esa incertidumbre de no saber dónde empieza ni termina el camino. Y no se trata de perder la capacidad de vislumbrar lo ignoto y de asombrarnos ante lo desconocido, todo lo contrario. ¿Acaso la vida se ha vuelto más armoniosa con las señales estadísticas, balances y proyecciones psicométricas?

Es hora de devolvernos ese instante fecundo de respirar sin prisa y profundo, antes de emprender un viaje, un vuelo o un asunto de índole personal. Los balances tienen de malo el pretender evaluar contra resultados, en tanto que la vida es un acto cotidiano que consiste en hacerla llevadera y, por tanto, digna. No hay nostalgia peor que añorar lo nunca jamás existió, dice Sabina, y tiene razón. No hay inutilidad y superchería mayor que predecir el futuro con bolas de cristal, cartas echadas sobre la mesa de la incertidumbre, obnubilados con inciensos mentales.   

A pocas horas de quemar el monigote del 2014, me viene a la cabeza una sentencia de Gustavo Flaubert: El futuro nos tortura y el pasado nos encadena. He ahí por qué se nos escapa el presente. Acaso, por esa sencilla razón, ya no queme al monigote y lo invite a unas cervezas, a la vera de este camino incierto, puesto que la mejor alegría y la peor angustia son la que se beben a trago lento.

martes, 23 de diciembre de 2014

ESPAÑA EN UNAS POCAS LÍNEAS: LEY MORDAZA, DESEMPLEO, CORRUPCIÓN Y MANIPULACIÓN DE LA VERDAD.



Por Aitor Arjol

La realidad de un país, de sus gentes o de sus particulares circunstancias, muchas veces, no es la que pregonan los políticos, ni la que escenifican los medios de comunicación. Con frecuencia, por no decir siempre, detrás de ese magnífico telón, se esconde la verdadera realidad social. Esa realidad que unos pocos profesionales de la crítica, o de la información, se atreven a revelar, porque así lo exige su ética, que es un poco la de todos.

Cuando se construyen esas realidades artificiales, no cuesta mucho darse cuenta de que son paraísos construidos por los propios medios, por quienes los controlan y por quienes, finalmente, están interesados en vendernos una determinada imagen, en controlarnos y en asegurar nuestra presunta ineptitud.

Dicen que el verdadero rey es quien controla los medios, la realidad y la opinión pública. En ese sentido, para ese rey lo mejor es disponer de una ciudadanía ignorante, torpe, ociosa y preocupada por problemas inventados por el mismo rey para entretenimiento de sus súbditos. El entrenamiento asegura la ausencia de voces críticas, desde luego, así como el aborregamiento generalizado. Además, impulsa una sensación de ensimismamiento que permite mantener toda una caterva de mangantes, ladrones, corruptos, espontáneos, listillos, malandrines y mentecatos en el manejo de nuestras vidas. Un manejo moral en toda regla.

Para asegurar la efectividad de ese sistema, por si acaso todavía queda alguna voz sobresaliente, basta con establecer las oportunas medidas legales para legitimar ese control arbitrario. Con voces sobresalientes nos podemos imaginar a toda una masa de ciudadanía cabreada, con la paciencia agotada y hartos de tanta mezquindad. Asimismo, a toda suerte de organizaciones, movimientos sociales y ciudadanos más o menos organizados, que amenazan con tomar el pulso de las manifestaciones en contra del sistema. También a los pocos profesionales o medios de comunicación que denuncian públicamente toda la miseria que el poder, con la convivencia de los medios que controlan, pretenden esconder. Y cuando las protestas amenazan, finalmente, con ponerles en evidencia, es suficiente con utilizar la ley hecha a medida del poder.

En ese contexto es como surge la nueva Ley de Seguridad Ciudadana, apodada “ley mordaza” por cuanto convierte una excepción en regla. Hay que tener cuidado en cómo se hace uso normativo de la función de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado. De la protección del orden público al desmadre hay un largo trecho. Si se suprimen las verdaderas garantías de un Estado democrático de Derecho, es como si volviéramos a recordar los viejos fantasmas de largas décadas de dictadura, que todo español, fuera de la edad que fuera, recuerda bien.

La “ley mordaza” no hace sino simplificar ese proceso de arbitrariedad punitiva o, para que me entienda hasta el pastor que regresa con sus ovejas al pueblo, o el niño que masca chicle junto a la puerta de tienda de chuches, da absoluta libertad al Estado para acabar con el poco espacio que quedaba a la ciudadanía. Con que usted, mengano, fulano o zutano, protesten o le llamen ladrón al que lo es, le podrá caer un azote tal de euros que quedará bien escarmentado. Sanciones económicas que son más aptas para que las paguen los caciques que para haga frente a ellas un humilde ciudadano en paro o con una nómina que no alcanza el Salario Mínimo Interprofesional. Y si usted decide solidarizarse con quienes están siendo desahuciados de sus inmuebles, por impago o por las cuestiones que sean, ese asunto también le convertirá en prófugo de la justicia.

En un país con más de cuatro millones y medio de desempleados, con un nivel preocupante de violencia de género, con un número inimaginable de imputados por casos de corrupción, lo más inaudito es que todo un presidente del gobierno, de repente, saque pecho, aparezca en todos los canales de televisión, en pleno diciembre de este año, y se atreva a decir que la crisis económica ha concluido. Es más, incluso añade que eso se percibe claramente en la actitud de la gente en estas fechas, en los ojos del dependiente, de quien reparte las cervezas, de cómo te atienden en los estantes de los supermercados, en la sonrisa del reponedor o en la que nos sirve los cafés con el pincho de tortilla en el bar. Es evidente que esa visión de la justicia, con la venda en los ojos, como si fuera ciega, es totalmente disculpable ante semejante atentado contra la sensatez. Sea cual fuere, también es la realidad social, concreta y palpable, que todos los ciudadanos de a pie, los paseantes, los currantes, los viajeros o caminantes, se toman de un solo trago, sin que fuera del país se advierta a comprender realmente lo que sucede.

De lejos, España parece un hazmerreir. Es cierto. Nadie lo esconde. Es lo que exportan los medios de comunicación, una vez más, con estas informaciones tergiversadas, alarmistas o emocionales. Es más de lo que cuentan. Es peor de lo que transfieren. Es mucho más dramática. Pero también mejor, mucho mejor. Aquí se esconden ciudadanos a los que nadie presta la voz y todos los días ofrecen la mejor de sus sonrisas. De esos que son capaces de seguir con su vida, como si tal cosa. El jubilado que se va a pescar. El carcinero que reparte cuchillazos a su filete. Una amplia masa de jóvenes que advierten que su futuro está lejos de aquí. La televisión que sigue exponiendo su basura al intelecto. Los imputados judiciales que están pendiente de juicio. El juez que lleva adelante los tres procesos de corrupción más importantes y que, paradójicamente, a instancias del poder, terminará siendo apartado de los mismos porque está de paso y la plaza saldrá a concurso público, para que la lucha contra la delincuencia de joda y en vez de prosperar. Y todos los días sigue aumentando la lista de personas anónimas, a cuál con la situación económica más deprimente, a las que despojan de sus viviendas, porque no pueden hacer frente al pago de la hipoteca.

Un simple esbozo del país donde vivo. España. Donde a diario se confunde nuestra verdad, la de todos, con las declaraciones oficiales donde se afirma, con la mano puesta sobre las tapas de la Biblia, que la crisis ya es pasado, que todos son honrados y que la función de las instituciones públicas es velar por el bienestar de todos. Un genocidio moral en toda regla por parte de quienes tienen la responsabilidad de decir la verdad, asumir los problemas sociales y ofrecer una solución a los mismos. Quién sabe si nos amordazarán de nuevo.

sábado, 20 de diciembre de 2014

CUBA SI, YANKEES TAMBIEN


Por Leonardo Parrini
''Así que Cuba si, yankees no; ojalá más temprano que tarde podamos decir Cuba si yankees también'' dijo Silvio Rodríguez. El trovador cubano no hizo más que parodiar la célebre frase que hace 45 años dijera el poeta chileno Nicanor Parra, a propósito de una visita que hiciera al Pen Club de EE.UU. y aprovechando su estadía en Washington, aceptó una invitación a tomar un té en la Casa Blanca, con la esposa de Richard Nixon. El hecho causó revuelo entre la intelectualidad de izquierda de la época. El irreverente Parra cedía a los cantos de sirena del imperialismo yankee. El antipoeta Nicanor Parra fue excomulgado de la élite cultural revolucionaria de entonces. Eran tiempos de la guerra fría, y de la cálida cercanía de EE.UU. con Latinoamérica, a través de sus políticas asistencialistas de la Alianza para el Progreso. Alianza que no incluyó a Cuba y, muy el contrario, se plasmó en una presión sobre los países latinoamericanos para firmar un acuerdo de exclusión de Cuba de la OEA y de un bloqueo y embargo económico a la isla de Fidel, con graves repercusiones para el progreso de Cuba. 

Los tiempos han cambiado y el mapa geopolítico del mundo también y hoy, después de cincuenta y cinco años de revolución cubana, EE. UU. reconoce el fracaso de su política frente a la isla de Cuba. Fracaso, porque el régimen cubano ha sobrevivido a diez presidentes norteamericanos quienes, con mayor o menor intensidad, han recrudecido el bloqueo e impuesto la política del garrote a la isla de José Martí. Fracaso, porque Cuba sigue en pie, sin mayores variaciones de su guión político, mientras que EE.UU. se ve obligado a revisar su estrategia con el Caribe y América Latina que clama al unísono por el fin del bloqueo a Cuba, como una medida de elemental sentido de convivencia internacional.

La historia de las relaciones cubano norteamericanas comenzaron mal, con el intento de EE.UU de querer comprar la isla, como una mercancía más que se transa en el mercado internacional. Esto ocurría mientras “disminuía la influencia española en el Caribe, y los Estados Unidos ganaron progresivamente una posición de dominación política y económica sobre la isla”, con un importante peso de la inversión extranjera, y la mayor parte de las importaciones y exportaciones, así como una fuerte influencia política.

El triunfo de la Revolución cubana, en enero de 1959, provocó un serio deterioro de las relaciones bilaterales entre ambos países, y desde entonces han estado marcadas por la confrontación y la mutua desconfianza. No obstante que Dwight Eisenhower, como Presidente de los EE.UU, reconoce al nuevo gobierno revolucionario de la isla, que se define como régimen comunista aliado de la Unión Soviética y del bloque socialista de Europa del Este de esos años, a pocos meses de iniciada la aventura revolucionaria en el poder.

En respuesta, el Gobierno de los EE.UU, el 19 de octubre de 1960 prohibió toda exportación a Cuba. Esto sirvió de pretexto a Cuba para estrechar aún más las relaciones comerciales con la URSS, suprimiendo EE.UU. cualquier representación diplomática. Posteriormente, los  estadounidenses Edwin L. Sweet y William G. Friedman fueron arrestados y expulsados de la isla con cargos de apoyar actos de terrorismo, conceder asilo ilícitamente, financiar publicaciones subversivas y comerciar con armas de contrabando.

Invasión a Cuba

Y el ataque económico norteamericano a Cuba, no fue puro simbolismo. En 1961 Cuba es objeto de la invasión de mil quinientos cubanos entrenados por la CIA, en Bahía de Cochinos. Luego del primer embate, los cubanos de la isla resisten militarmente y se adjudican un triunfo político de imprevisible proyección internacional. 

A partir de entonces las relaciones de comercio se enturbian y caen al más bajo nivel entre ambos países. El presidente John F. Kennedy, en 1962, amplió las restricciones comerciales parciales impuestas tras la revolución por Eisenhower a todo el comercio con Cuba, a excepción de la venta no subvencionada de alimentos y de medicinas. Al siguiente año los viajes a la isla y las transacciones financieras de los ciudadanos norteamericanos a Cuba fueron prohibidos. La expulsión de Cuba de la OEA sería cuestión de poco tiempo bajo la presión continental estadounidense. El embargo de muchos años impuesto por EE.UU. fue reforzado en octubre de 1992 por el Acta para la Democracia Cubana la Ley Torricelli, y en 1996 por el Acta por la Libertad y Democracia Cubana conocida como Ley Helms-Burton. En septiembre de 2006 el gobierno norteamericano anuncia la creación de una comisión de trabajo para establecer nuevas políticas hacia la isla, fijar escenarios de conflicto y supervisión a Cuba, ante el retiro temporal de Fidel Castro del poder, quien fuera reemplazado por su hermano Raúl. Uno de los hechos que marca la relación cubano estadounidense es la presencia, en Cuba, de la base norteamericana de Guantanamo, bajo la figura de arrendamiento que Cuba nunca aceptó, lo que se convierte en ocupación de un territorio extranjero por fuerzas militares del Pentágono.

Fin a la guerra fría

Esta semana las relaciones entre Cuba y los EE.UU. alcanzaron el punto más cálido, desde que en la isla se implantara el sistema socialista; y con ello concluye la guerra fría en el continente americano. La nueva coyuntura significa que se pondrán en marcha medidas “para restablecer las relaciones diplomáticas, sacar a Cuba de la lista de estados que apoyan el terrorismo y facilitar el viaje de los norteamericanos a la isla”. El acuerdo se da en el contexto de “la liberación del contratista norteamericano Alan Gross, detenido desde hacía cinco años en Cuba, así como de un agente de inteligencia cuya identidad no ha sido revelada pero que según Washington llevaba 20 años preso en la isla y fue clave para identificar a espías cubanos que operaban en territorio norteamericano”.

Pero no todo lo que brilla es oro. Obama, si bien tomó la iniciativa histórica, ésta se estrellará con la fuerte oposición de los conservadores republicanos en el parlamento de los EE.UU, opuestos a las medidas restauradoras de las nuevas relaciones con Cuba. No obstante, un síntoma nuevo es la opinión de la comunidad cubana en Miami, que en un 52% de los consultados se opone a que continúe el bloqueo económico a la isla. Versiones de prensa local establecieron que “un 71% de los consultados considera que el embargo “no ha funcionado nada” o “no muy bien”. La mayoría apuesta por establecer relaciones diplomáticas entre EE.UU y Cuba (un 68%) y por levantar las restricciones de viaje para los estadounidenses a la isla (69%), especialmente entre los jóvenes (90% y 89%, respectivamente)”.

Los nuevos aires que soplan, sin duda, refrescan la democracia continental, las relaciones internacionales bajo principios de convivencia y el intercambio multilateral entre todos los países del continente, incluidos Cuba y los EE.UU. Por eso cuando Nicanor Parra dijo, Cuba Si yankees también no estaba haciendo, nada más, que una premonitoria sentencia que, medio siglo después, en la voz de Silvio Rodríguez se convierte en clamor continental.

jueves, 18 de diciembre de 2014

PAVEL EGÜEZ, ENTRE LA UTOPÍA Y LA MEMORIA


Fotografías Leonardo Parrini
Por Leonardo Parrini

Pavel Egüez me recibe en su casataller, en el tradicional barrio de Las Casas en Quito, con una afable sonrisa. Y la primera impresión que tengo de este ser humano sensitivo, es de haberlo conocido desde siempre, aunque era la primera vez que estrechaba su mano. En un entorno de exquisito gusto, su residencia tiene el estilo ecléctico donde armonizan lo viejo y lo nuevo, lo ancestral y lo urbano. Ahí están los elementos respirando en silencio una atmósfera pletórica de luz: lienzos con rostros de recia expresividad colgados en paredes blancas, esculturas de corte clásico, figuras artesanales de ingenuo naif, anaqueles con preciosos libros y sobre un mesón de maciza madera un universo de pinceles de todos los tamaños y grosores. De estatura menuda, mirada traviesa y fácil sonrisa, cuesta imaginar a Pavel Egüez, nuestro anfitrión, como el hacedor de grandes murales, formatos formidables y apreciaciones sobre la vida y el arte, igualmente magnificentes

Luego de bebernos como bienvenida, mano a mano, un jugo de frutas e intercambiar preliminares impresiones, vamos al grano. Al coloquio sobre lo suyo, el arte. Pavel Egüez en sus años de estudiante en una escuela alternativa de Quito, recibe el influjo plástico de la artista Pilar Bustos y de su maestro Ulises Estrella, quien le enseña la pasión por las imágenes. Al punto de sentarse, sin otra compañía que su amor al cinematógrafo, en la sala del cine Universitario a ver una película en solitario y calificarla de acuerdo con sus rasgos estéticos.

Con una vocación artística enraizada en la observación cuasi científica, el amar y el cuidar las cosas que crecen, con pupila escudriñadora en la lente de un microscopio, Egüez realiza sus primeros balbuceos artísticos sobre materiales disimiles: mis primeros dibujos no los hacia sobre papel sino sobre la tierra, en los vidrios, en bolitas de vegetales, y dibujaba sobre las piedras y era muy linda la sensación, porque el dibujo te generaba una atmósfera de olores, a perejil, y marcabas las huellas de verde, entonces es una imagen que te recuerda muchísimo la infancia.

Y eso no se ha perdido en tu quehacer artístico, el oler los colores…

Por eso me apasiona pintar al óleo, no podría pintar en acrílico, porque tiene un olor desastroso. El óleo, en cambio, tiene el registro de venir de la linaza, tienes la relación con ese árbol.

Así como tu arte visual lo vinculas con lo olfativo, si hablamos en términos auditivos ¿con qué tipo de música se corresponde tu arte?

Ahí tengo una debilidad porque mi formación auditiva está ligada a cosas clásicas desde mi infancia: apagar las luces y oír a todo volumen las sinfonías de Beethoven o Bach, y pensar que diriges la orquesta, era uno de los juegos más bellos. Y eso me ha llevado a ser monotemático en la música, en mi estudio pinto escuchando sonatas de Bach en violín o piano.

De allí surge esa grandilocuencia de mirar el mundo en grande, de pintar en grandes formatos…

Creo que cuando Ulises Estrella nos forma de muchachos nos abre el mundo, vimos más allá de lo que era Quito. El Colegio de Arte era modesto y allí llegaban repetidos de año, quienes pensaban que estudiar arte era más fácil. Esos años -1978- era muy importantes en nuestra formación artística y como dice Avelina Lesper, soy parte de esta pintura utópica que recurre siempre a estas miradas latinoamericanas desde la tradición, de saber que somos un continente de enormes identidades y que generamos momentos esplendorosos en el arte.

EL ARTE UN ACTO DE LIBERTAD

En esos días hace su tesis en torno a la obra de Álvaro Siqueiros, cautivado por el apoteósico formato del muralista mexicano, su obra y su pensamiento político. Emprende su periplo estético de la mano del trazo figurativista, del ramalazo expresionista que le permite verter en el lienzo grandes ideas y emociones. Con escasos años de experiencia, pero con enjundiosa vocación pictórica, ingresa al Taller Gráfico del maestro Oswaldo Guayasamín donde acompaña al pintor en relevantes tramos de su obra. Es allí, en el taller del barrio Bellavista, entre los pinceles, las exclamaciones apasionadas y el fervor del maestro ecuatoriano, que Egüez fragua su oficio como un autodidacta de la pintura, sin haber asistido a academia alguna, sino para aprender las técnicas de la gráfica y grabado.

Y cómo llegas a la pintura…

No estudio pintura, soy autodidacta en el tema, porque había demasiado academicismo en la forma de enseñar la pintura. Ver pintar a Guayasamín con esa expresividad suya la obra de Los Mutilados, en 1997, y es otra forma de generar la obra, la pasión que ponía en ella es una cosa de pedagogía infinita, porque ahí encuentras que el pintor es mucho más que lo que puede darte el Colegio de Artes.

Trabajó en el mural de Oswaldo Guayasamin que está en la sala plenaria de la Asamblea Nacional, en la imagen de la patria de la obra que legó el maestro ecuatoriano al país. Colaboró en algunas obras que iban a estar en la Capilla del Hombre y en las pocas que están en ese lugar, junto a un grupo de seis colaboradores. En el Colegio de Artes creó el taller Runapac para tener vinculación con las identidades, donde hace un bordado de filigrana con tinta china sobre la historia del Ecuador. Participó en un concurso del Banco Central y obtiene primera mención. Desde el taller irradiaba una actividad artística de denuncia en sindicatos, en mítines políticos, acompañando acontecimientos políticos cómo la masacre de Astra y la represión estatal de ese entonces, hasta terminar preso en más de una oportunidad.  

Con estos antecedentes, ¿qué es el arte, para qué sirve el arte?

En mi adolescencia me impresionó abrir un libro de Picasso. Pensar que el arte era dueño de una absoluta libertad, el que el maestro pasara por distintos estilos, ser un gran dibujante y también destruir totalmente el dibujo. Picasso sigue siendo el mayor referente del arte del siglo XX y que puede educar muchísimo.

Recibiste la influencia de Guernica…

Si Guernica nos influencia absolutamente a varias generaciones y Picasso nos influye a varias porque también fue gran activista por la paz y por los derechos humanos.

En tiempos de Picasso había que hacerlo, pero hoy el mundo está al revés y tú, en la defensa de los derechos humanos, canalizas tu sensibilidad social y voluntad política, los derechos humanos son una vertiente donde hacer política con dignidad…

Si pero, no solo ahí. El mural de Bolívar que está en la Universidad Andina también tiene una concepción política. En ese mural, pensaba yo, que las ideas bolivarianas que me apasionaban en ese momento, en el 84 no parecían posible porque Bolívar estaba restringido a las elites académicas de la sociedades bolivarianas. Yo pensaba que en lugar de tener deuda externa teníamos una deuda con Bolívar, pero ese mural pasó 12 años embodegado. La onda bolivariana aparece cuando surge el Presidente Chavez y Bolívar llega a ser de interés de los pueblos y un personaje estudiado.

En tu intento de reflejar esa lucha por los derechos humanos vas a rescatar una memoria, en lugar de fijarte en un futuro utópico, ¿hay una prioridad de la memoria sobre la utopía?

Yo creo que las dos cosas porque sin memoria tampoco hay utopía. Es fundamental rescatar la memoria, saber que esa memoria también es un presente, porque cuando hablas de derechos humanos los acontecimientos no son solo del pasado. Cuando estoy pintando el Grito de la Memoria ese día que estoy tratando el tema de las Madres de Mayo aparece el nieto 114 y lo incorporo al mural.   

NO HAY UTOPIA SIN MEMORIA

Entonces no hay contradicción entre la utopía y la memoria…

No porque no podemos construir una utopía si no rasgamos la memoria y esa memoria tienen que ser la que de alguna manera nos impulse hacia esa utopía.

¿Y la pérdida de las utopías es por estar perdiendo esa memoria?

En parte si, porque esa necesidad de que no suceda nada, y no hay porqué seguir luchando es una falta de visión histórica con la cual puedes construir esa utopía, que sabemos que es un proceso que se alcanza y no se llega, pero que es necesaria esa construcción.

¿Tú crees que Ecuador está rescatando esa memoria, creemos en las utopías o lo que vivimos es un proyecto transitorio?

Tenemos dudas, pero también hay aciertos concretos. Para construir ese ideario de utopías necesitamos construir políticas públicas en el tema de la cultura. Solo una sólida revolución cultural hará posible que este proceso sea profundo y que esté en la raíz de los ecuatorianos, si no se trabaja la cultura como parte fundamental de esa construcción, corremos el riesgo de  que esto sea transitorio.

Y de qué va esa utopía, cuál es su contenido…la libertad, la justicia...

Creo que es un mundo atravesado por la necesidad de cuidar la naturaleza, saber que estamos en un mundo donde se acaben las injusticias donde los seres humanos puedan tener un espacio para la vida.

En tal sentido, en estos momentos, el ate es más propuesta que denuncia…

Yo creo que tiene que estar más como propuesta, el arte tiene que despertarnos todas estas inquietudes utópicas de una manera distinta.

Bueno, creo que la posmodernidad es haber caído en el descredito de la ciencia, la religión, la política y que solo el arte, como único gesto existencial, puede devolvernos el sentido de la vida…¿compartes este criterio?

Totalmente, porque solo una mirada desde la cultura nos puede conectar con los grandes ideales de la humanidad, es decir, cómo me conecto con los ideales que tenía Miguel Ángel, Leonardo o Picasso, los grandes aportes del arte universal, es a través de esa memoria.  

Eso es hegeliano, se parece a la idea que tenía Hegel del espíritu absoluto de una época en que en cada momento hay hombres que encarnan el espíritu de esa época. ¿Y tú encarnas el espíritu de tu época y de tu país?

Creo que hay que estar como individuo y como época, conscientes. Como época en América Latina estamos viviendo un nuevo momento, de volver a ciertas identidades, la construcción de una America Latina que sabe su potencial, que se reconoce como diversa, pero que se reconoce como un aporte universal. Ya no tenemos que estar pendientes de las metrópolis para tener un pensamiento propio, con esta descolonización la cultura puede tener momentos muy importantes para América Latina.  
EL GRITO DE LA MEMORIA

Con este preámbulo estamos frente a la persona que hizo el mural más polémico del momento: El Grito de la Memoria. Un trabajo de plástica en gran formato, un grito en la pared por los derechos humanos conculcados en un tramo aciago de la historia nacional. Obra cuestionada desde la mirada política y aclamada desde su función estética, el mural de Pavel Egüez, constituye un retorno al arte masivo, callejero, denunciante y proponente, a la vista del gran público. Un gesto por los comunes, como lo define su autor.

El mural El Grito de la Memoria se lo ha calificado de pastiche con claro ADN sesentero, con presencias guayasaminezcas, que ha sido pintado en pleno siglo XXI. ¿Te parece extemporánea la obra?

Talvez quien dijo eso no tiene información de lo que pasa en América Latina y en el mundo, hay un renacer de la pintura, frente al arte conceptual. Y hay un público enorme que quiere ver buen arte y ese arte no se encuentra ni en las bienales, ni en el conceptualismo posmoderno. Mas bien es una crítica que viene por otro lado, desde lo político, de gente contraria a un proyecto político y que tiene que mostrar argumentos.

Y uno de los argumentos es que la obra se hizo con fondos públicos y es que propaganda…

Fondos públicos para el muralismo y el arte siempre existieron, la Capilla Sixtina no se habría construido sin fondos públicos y las grandes obras de arte tampoco y de la arquitectura que tiene gran inversión que no la puede hacer el artista. En ese sentido, hay una encomienda al artista para que haga su obra. En el caso del Ecuador, los fondos privados para el arte son absolutamente escasos.

Esa encomienda de la que hablas ¿no quita libertad creadora al artista?

Depende a quién encomiendas, qué encomiendas y quién encomienda. Cuando el Estado invierte en una obra no es un gasto, es una inversión que se traduce en mayor identidad, en mayor cohesión social, en mayor entendimiento de la convivencia ciudadana.

En ese sentido es una política pública…

Es una política pública, es decir, los artistas estaríamos quitándonos el derecho de participar en esas políticas públicas, más bien los Estados que fomentan la creación de obras públicas son los Estados que quieren invertir en los artistas. Con fondos públicos se contrató a un israelita para que implemente la tortura en el Ecuador y eso no lo cuestiona el periodista que critica el mural o que con fondos públicos se hace murales para poner a personajes socialcristianos.

¿Y por qué no están los 10 de Luluncocoto en el mural, se preguntan tus detractores?

Yo me basé en una investigación que hizo la Comisión de la Verdad y revisé varios tomos con los testimonios que recogió esa comisión y ahí tengo el primer antecedente de violación a los derechos humanos. Organizamos nueve talleres, en ocho provincias, para recabar memorias, recuerdos de la gente, víctimas y familiares de la tortura. De los testimonios obtenidos, el 67 por ciento señalan al periodo 1984 - 1988 como el tiempo de la tortura en este pais.

Avelina Lesper escribe un enjundioso artículo en El Telégrafo, donde dice: Pavel Egüez tiene una trayectoria artística solidaria; para él pintar, es propiciar una toma de conciencia y hacer del arte una utopía…

Me he sumado a la polémica que propicia Avelina, muchos artistas estamos siendo desplazados por ese concepto que aparece en las bienales que tiene fondos, con mucha pompa, pero el arte no entraba en ese espacio.
  
Ese hacer arte como una declaración de principios, es lo que Egüez ha decidido hacer y que se empecinó en crear su propia pintura y pintar su color, adentrarse en Latinoamérica y en la vulnerabilidad de los más desprotegidos, dice Lesper. El arte contemporáneo conceptual es una expresión endogámica para los curadores, los especuladores del mercado, no para la gente, es excluyente y segregacionista…

Eso es importantísimo, porque la gente cuando mira el Grito de la Memoria ¿qué es lo importante, que las elites te alaben? No. El diálogo con los comunes, que es desde esa iconografía que la gente reconoce ciertos símbolos y comparte ese diálogo, porque mira y entiende esa gran pintura. Para el arte esa simbología es lo que tenemos que recoger, porque ahí dialogas con los comunes.

Concluimos la entrevista con una sesión de fotografías en blanco y negro, en la que fuimos con Pavel Egüez del ser a la luz, de la vibración de la palabra al fulgor de los sentidos. En claroscuros, a contraluz, bajo el resplandor más despiadado en busca de la forma y la textura en la impronta de un ser humano que nos entrega, a ramalazos vitales, desde el lado más oscuro de la historia, la arista esplendente de su verdad.

miércoles, 17 de diciembre de 2014

PERROS PARISINOS


Fotografía Dani Game
Por Dani Game

París está llena de cosas, cosas de tanta gente que vive aquí, en la ciudad más densa de Europa. Aunque nos creemos únicos bajo el gris, la gente y sus cosas se repiten, los lugares también; café, beso, paraguas, loco, cine, viejos, niños, río, mujer de labios rojos… puente, clochard y kebab.  La perpetua escenografía Haussmann hace de todo un fotograma sin fin.

Algo que rara vez se dice de este París repetitivo es que está lleno de cacas de perros. En nuestro caminar que no quiere perder el próximo tren, aprendemos a esquivarlas con indiferencia. No la veo, no la huelo, no la piso, parece decir alguna ley. Nadie se indigna, nadie se queja, nadie recoge las cacas a pesar de toda campaña que ha empapelado la ciudad luz para librarla de la mierda.

Cuando se es primeriza aquí no se entiende porqué hay tanta huella canina y tan pocos perros, pero luego se reconoce que esa inquietud es producto de tanto amanecer quiteño que te despertó a punta de ladridos. Si ellos ladran, existen, diría la lógica del barrio; pero en París los perros no ladran, entran a los restaurantes, al metro y te miran como un Napoleón de óleo sobre lienzo.

Por suerte el tiempo pasa y una entiende que los perros son perros en cualquier lugar, por más que el respeto al vecino y la politesse hayan callado su voces. Aquí ellos también ceden ante el primer gesto de afecto que encuentran en la vereda. Se les tiende la mano debajo del hocico para que te huelan y te miren moviendo la cola. Les emociona conocer gente, son más sociables que domésticos. Son más sociables que sus dueños.

Los parisinos se quedan un poco perplejos cuando gente de otros mundos se lanza a acariciar a sus perros. No saben qué decir, tensan  la cuerda y el gesto,  pero cuando ya no se es primeriza en esta ciudad, la tensión parisina te importa poco, te lanzas a acariciar las orejas largas y peludas porque extrañas a tu perro, les hablas en español, les recuerdas su derecho a ladrar, les cuentas que Neruda sabía que son leones desorientados y te vas sonriendo aunque nadie más sonría porque llueve, porque es diciembre y porque es París.

martes, 16 de diciembre de 2014

PUEBLOS INDÍGENAS: LA LEY NO SE PARECE A LA JUSTICIA


Por Leonardo Parrini

La afirmación que titula este artículo me la dijo un joven indígena allá por los años ochenta. Y en su lapidaria afirmación, el muchacho de origen Kichwa, quiso aludir a la injusticia que mantenía marginado a su pueblo y a las otras trece nacionalidades que en ese entonces habitaban y habitan Ecuador. Hoy, cuando el divorcio entre el Estado y las nacionalidades, pueblos y comunidades indígenas parece ser un tema superado, surge una polémica como la punta del iceberg de un asunto de fondo: el local de la calle Granados en Quito, sede histórica de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador CONAIE, debe ser desocupado y sus inquilinos serán desalojados hasta el 6 de enero, por la revocatoria de un comodato que les confería derecho al usufructo del inmueble.

En la punta del iceberg una figura legal ampara la medida del Estado, transmitida en lacónica decisión de poner fin a un derecho contemplado en la ley, y que fenece con la determinación del Ministerio de Inclusión Económica y Social MIES de retirar el comodato a la organizacion indigena. En el fondo del iceberg subyace un problema mayor: la CONAIE no es la misma organización que se hizo acreedora al usufructo del inmueble en cuestión, y el Estado plurinacional tropieza con obstáculos que no le permiten viabilizar una armónica relación con los ecuatorianos de origen indígena, más allá o más acá de las declaraciones constitucionales.  

La arisca relación entre el movimiento indígena y el Estado, el divorcio entre las partes, se dio en la Asamblea de Montecristi que no puso las cosas en claro, en la relación de este importante sector del país con los representantes del Estado, en términos de deberes y derechos. Por ejemplo, quedaron como asignaturas pendientes detalles contradictorios entre la justicia indígena y la justicia del Estado mestizo, no quedó claro una retahíla de aspectos relacionados con las leyes de agua, de suelo, entre otras figuras legales que amparan el derecho a la vida digna de los indígenas y su aplicación práctica. El derecho ciudadano a ser consultado e informado, previamente a que el Estado explote los recursos naturales no renovables subyacentes en la Amazonía, tampoco fue zanjado a favor de los indígenas amazónicos. La consulta previa, libre e informada no es vinculante, por tanto, el trámite de consulta previa es nada más un gesto informativo, según la ley; y es así como fue aprobado en el cuerpo constitucional, a la luz de los convenios internacionales que la amparan.  

Todos estos pendientes están influyendo en una relación ríspida entre indígenas y mestizos estatales, entre los pueblos y nacionalidades y la nación ecuatoriana. No obstante que, históricamente, la movilización indígena de los años noventa, que respondía a la lucha por la nacionalidad, el idioma nativo, la interculturalidad, la territorialidad legal, entre otros derechos ancestrales, consiguió que estos derechos hoy estén claramente contemplados en la Constitución ecuatoriana.

El problema es que todo intento de consenso entre el Estado y los pueblos ancestrales,  cae en el tenor de una caja de resonancia ideológica de no pocas implicaciones. Ambas partes, Gobierno y CONAIE, responden a una agenda política, y ese es el quid del asunto. Acaso por eso no se visibiliza con nitidez un diálogo entre Estado y comunidad indígena, al menos no en los temas polémicos, sino una confrontación entre gobernantes y opositores. Oposición marcada por la agenda partidista de Pachakutik que responde a un ideario ambiguo y a un imperativo electoral; estos elementos, sin duda, contaminan el diálogo, ensucian la relación y echan al traste cualquier intento de entendimiento.

Parodiando al joven Kichwa de que la ley no se parece a la justicia, huelga decir que si la política no se parece a la justicia, las cosas van de mal en peor. Discutir el derecho a comodato de un inmueble parece ser un  tema legal negociable; discutir los derechos de los indígenas es, en sí mismo, un tema político que debe ser abordado, anteponiendo el diálogo de buena fe. Un coloquio sincero, abierto, consensual que sume y que no divida a los ecuatorianos. Ese diálogo debe comenzar por la voluntad política del Estado, puesto que su obligación es ubicarse por encima de las diferencias y gobernar para todos los ecuatorianos; y debe continuar por los dirigentes de la CONAIE llamados a dirigir, responsablemente, a sus bases llevándoles un mensaje objetivo, que refleje sus anhelos colectivos, conforme sus derechos, hoy respaldados en una Constitución construida entre todos los sectores del país. Es hora que en la misma casa de la calle Granados que está en disputa, las partes se sienten a hablar para ponerse de acuerdo en los tema de fondo: los linderos de la justicia indígena, los derechos amazónicos, los usufructos y beneficios provenientes de los recursos naturales en territorios ancestrales, la capacidad de movilización indígena en función del buen vivir, los planes y programas de inversión social en beneficio de los pueblos ancestrales. Y por cierto, el futuro de un país que se declara plurinacional e intercultural, pero que en un rincón del alma nacional todavía existen baladíes fronteras que nos dividen.

lunes, 15 de diciembre de 2014

CRÓNICAS DE PALENCIA: ENTRE QUESOS, BODEGAS Y CAMPANARIOS.

 
Por Aitor Arjol

Tierra de campos. El Cerrato. Páramos. Perdices. Liebres. El invierno más longevo y perezoso que de costumbre. Mientras contemplo semejante horizonte pienso en cómo dar a conocer estos paisajes a un lector curioso pero ignorante. Curioso por naturaleza e ignorante para bien. Los promedios de lectura están por los suelos. El tiempo es irrisorio. Dedicarlo a un paisaje y a unas gentes que desconoce, por lo tanto, parece una labor inútil. A la desgana se une el hecho de que, con frecuencia, está demasiado absorto en su entorno, aquejado de cierto provincialismo o vete a saber. Pero vayamos al grano. Veamos de qué está la curiosidad. Ahora somos más visuales. Una imagen parece valer más que mil palabras. Y a falta de imagen, nos queda el consuelo de una descripción viva.

El Cerrato es una comarca metida en los campos de Castilla y León. Nunca mejor dicho. Entre tres sencillas provincias: Palencia, Burgos y Valladolid. Campos donde predomina el páramo, la llanura salpicada de oteros, laderas carcomidas por el viento, campos de cereal salpicados por reducidos pero frecuentes pueblos, que se van disputando el horizonte. Una comarca que, en su mayor parte, pertenece a la provincia de Palencia y en la que tengo el placer de tan próximo como un nido de golondrina.

El propio nombre lo dice todo. Tierras predominantemente llanas, salvo que una noche, algún borracho hubiera creído que eran un acordeón y quiso plegarlas. Pero se quedó en eso: en una intención. Ahí las dejó. En tierras salpicadas por cerros, en cuyas laderas, sobre todo en las que miran hacia la vega del río Pisuerga, es frecuente observar lejanos y pequeños huecos, como ojos de alguna calavera olvidada. No son más que antiguas explotaciones de yeso, a lo que se une sus antecedentes fuertemente ganaderos y agrícolas. Rebaños de ovejas. Cultivos de secano. Barbechos. Madrigueras de conejo. Paisaje muy propio de las novelas de Miguel Delibes, aquel escritor vallisoletano que con tanta solera nos dejara obras como “Los Santos Inocentes” o “La sombra del ciprés es alargada”.

Si bien la mayor parte de la comarca pertenece a la provincia de Palencia, su capitalidad, desde finales del siglo XV, la ostenta la población de Baltanás, a una escasa veintena de kilómetros de Torquemada. Dos pueblos que, a fin de cuentas, comparten mucho más que esa cercanía separada, tan solo, por los consabidos cerros y por una estación abandonada ya, a la sombra de la línea de ferrocarril. Una carretera tan recta como una pluma estilográfica, asciende y desciende, se inclina hacia Hornillos, rodeada un otero poblado de modernos molinos de energía eólica y, al fondo, como si tales circunstancias, Baltanás, extendido por doquier, de donde extraigo dos fugaces imágenes. La primera es la colina situada a un lado de la iglesia de San Millán, horadada por una invasión de bodegas, chimeneas y escueto matorral que no llega ni a los tobillos, lo que dice mucho de la relación entre el pueblo y el inexpugnable vino. La otra es una de las cooperativas queseras más reconocidas del país, cuyas instalaciones quedan en las afueras del pueblo, en la carretera en dirección a Valdecañas de Cerrato.

La colina de las bodegas es uno de los espectáculos más singulares que cualquier extranjero o ingnorante del paisaje pueda sentir. Es como si algo funcionara mal en su retina, más acostumbrada a la relación entre el vino de Rioja y la marca de España. Un error fulgurante que conviene aclarar porque el vino que te sirva cualquier abuelo, de uva cosechada en las inmediaciones y fermentación afín en una u otra bodega, o en cualquier cuba privativa, es mucho mejor. Es como una semilla de semblante oscuro. Así de sencillo. Sin estrategias comerciales. Como un sello marcado al rojo vivo. El resto son burdos escenarios.

En cuanto al queso. El queso del Cerrato. De cabra, oveja o vaca. A la salida del pueblo. En el abismo de una carretera que vuelve a ascender por un cerro sin cordura. Normalmente se aparca a pie de un edificio donde se atiende al público. Un espacio reducido y servido, hasta no hace mucho, por dos o tres señoras, dicho sea de paso, que siempre atendieron con pulcritud, esmero y una sonrisa mediana en los labios, así fuera domingo. Allí te esperaban una larga lista de quesos de cuatro kilos, otros de dimensiones más reducidas, cuñas de ellos mismos y productos de la comarca similares. Una verdadera ópera quesera. Esfuerzo de un grupo de ganaderos que en 1968 deciden fundar una cooperativa y a tres años después comienzan a fabricar queso. Desde entonces, mis ojos los han visto durante años y años, casi siempre durante los periodos estivales, ganando renombre, recuerdos y buena memoria.

Hoy en día la cooperativa pertenece a un grupo más extenso y los quesos han recibido más premios que el sendero de mi abuelo. Pero como los tiempos cambian y, no siempre para bien, a inicios de diciembre se me ocurre acercarme de nuevo. Aparcar o parquear el carro. Como ustedes prefieran. Echar pie a tierra. Llegar al antiguo edificio que sigue tal cual, pero con el acceso cerrado. Buena o mala señal. Las instalaciones se han ampliado y modernizado. Ahora hay un discreto supermercado, pero con una oferta más escasa de quesos. Empleados de la cooperativa. Pregunto al encargado. Ya no son aquellas señoras. Disculpe porque soy de aquí pero de más lejos que los rayos del sol de anteayer. De Ecuador. De esa amalgama de cordillera de los Andes, selva y discreto océano Pacífico. Quiero darles a conocer, a ellos y a quienes están tan equivocados sobre la España de pandereta y crisol flamenco, que éste queso es como una veta de oro y, de paso, a ustedes les redunda en la necesaria difusión. La respuesta de parte de los nuevos propietarios dejó mucho que desear. Y me dije. Qué pena. Qué tristeza tan poco gastronómica. Es el resultado de la falta de conexión entre quienes dirigen determinada iniciativa empresarial y el verdadero sentir del origen. Que luego no se quejen. Y menos mal que los quesos prevalecen sobre la falta de carácter de ciertas personas que no merecen representar a un ejemplar cultural tan lácteo y de buen devenir. Lo mío son los quesos, las bodegas y campanarios.