GRANDES TEMAS - GRANDES HISTORIAS

E c u a d o r - S u d a m é r i c a

viernes, 26 de febrero de 2016

RETRATO DEL TECNOCRATA NEOLIBERAL


Por Abdón Ubidia

Ahora que los neoliberales, cual vampiros, salen de su noche luego años de silencio forzado, con los colmillos más afilados que nunca y la sed de sangre premurosa, vale la pena recordar lo que escribimos una vez para retratarlos bien. Resucitaron a propósito de la actual crisis económica provocada por la caída de los precios del petróleo. Naomi Klein en su Doctrina del shock (de obligada lectura) enseña que los mejores negocios se hacen con los desastres. Cuando hay angustia: ¡invierte capitalista!, ironiza. De allí nace la idea de privatizar gasolineras y fundar las APPs, retorcido nombre de esas casas para subastar, a precio de regalo como siempre  ocurrió en “la larga noche neoliberal”, los bienes públicos de America Latina.

Empresarios cegados por la ambición y de la mano de ministras y ministros (Cely y cía.), que creyeron que ya habían dado un “golpe de estado” empresarial, forzaron la reaparición de los viejos tecnócratas: Dahik y Pozo, por ejemplo.

Los años no han cambiado al tecnócrata neoliberal. ¿Cómo es él?

Automático, locuaz, imperturbable, asoma en las pantallas de la televisión, seguro, firme en su verdad implacable. No duda. Afirma. Es el que sabe. El tecnócrata neoliberal es su sola imagen. Producto del incesto (porque su parentesco es íntimo) de la cultura de masas y el llamado capitalismo tardío, cumple el papel de defensor y vocero oficial de los más poderosos. No importa cuál sea el absurdo que ellos esgriman ni el atraco que planifiquen (la última crisis bancaria, por caso), el tecnócrata los explicará con razones técnicas y cifras escogidas de antemano.

Yuppie o deportivo, adusto o risueño, caballero de algodón o dama de hierro, el tecnócrata sabe que su porvenir depende de que logre "vender" su imagen de obsecuente servidor y conocedor de procesos que él llama irreversibles pero que, en los hechos, benefician a los ricos y perjudican a los pobres, la tan decantada "globalización", por ejemplo. Es el que sabe.

Su imagen depende de su palabra. Habla, luego existe. Nunca debe callarse. Nunca debe dejar de hablar. Si se calla muere, como Scherezade, la heroína de las Mil y una noches. De allí su programada convicción y su vehemencia. De allí el uso y abuso de términos de sentido oscuro y tecnicismos novedosos. Es el que sabe.

Porque, aparte de su seguridad y su vehemencia; aparte de su misión de explicador oficial de las verdades oficiales de banqueros y corruptos, actúa también  como proveedor ideológico de nuevos productos "macroeconómicos". Neoliberal, modernizador, privatizador y, ahora, dolarizador a ultranza, creerá ciegamente en el mercado porque él mismo es, a un tiempo, mercader y mercancía.

¿En qué consiste esa mercancía? Pues en la ilusión. El tecnócrata es un vendedor de ilusiones. Su capital es el futuro. La ilusión del futuro. Cualquier pretexto es válido, cualquier tema le será rentable: la bonanza eterna, la eficiencia, el acuerdo con el FMI, cualquier cosa. Lo importante es salvar el presente inmediato, cueste lo que cueste. Esa es su paradoja. Vende el futuro cuando su única verdad es el presente puntual. Mercancía, al fin, sabe que lo que hoy vale mucho, mañana puede no valer nada. Cualquier pequeño error le significará luego el exilio, un juicio penal o, al menos, un prudente alejamiento de la escena pública. Tiene que actuar de modo rápido. Es el demiurgo de las urgencias. "Mientras más pronto, mejor", es su divisa. De allí que advierta siempre acerca de los terribles peligros que nos acechan si se demoran las medidas drásticas que siempre recomienda. De allí también el empleo de su arsenal de metáforas manidas: el estado obeso, el enfermo terminal, la solución quirúrgica.

Es el que sabe. Pero ¿Qué sabe el tecnócrata? Sabe lo que le enseñaron. Eso y nada más. Si viene de la clase alta o, más aún, si viene de la clase media -la única clase social que se odia a sí misma-, (posgraduado muchas veces gracias a una beca pública, en centros universitarios ad hoc), nunca cuestionará ese saber porque en tal sometimiento radica su entero porvenir. No le pidamos al tecnócrata que piense en otra cosa que la que le enseñaron. Esa será su matriz de pensamiento. Su único cristal para mirar el mundo. Los demás no importan. La inseguridad social y el desempleo tampoco. La violencia consiguiente, no cuenta. No ha sido programado para eso. El está hecho para vender verdades preestablecidas. Si los perdedores serán muchos, qué mejor, pues los ganadores serán muy pocos. Y él entre ellos. Así no le importará a quién sirva ni qué defienda. Imagen viva de la corrupción modernizada, venderá su alma y su patria sin escrúpulo alguno. Es el que sabe.

martes, 23 de febrero de 2016

CARLOS ROSERO: LA TRANSFIGURACION ESENCIAL DE LA REALIDAD


Por Leonardo Parrini         

La realidad no es lo que vemos, acaso la transfiguración de lo existente nos permita asumir su verdadera naturaleza. En esta simple, y a la vez compleja propuesta, subyace el leiv motiv de la muestra Transfiguras de Carlos Rosero. La transfiguración implica la revelación del ser auténtico como antípoda de la simulación. Del mismo modo, el vértigo cromático y la sinuosidad en el trazo que Rosero imprime sobre el lienzo, suministra una dramática plasticidad a la línea, al color, a los espacios y a la figura en una constante resignificación de la realidad. En ese avatar, Rosero se vale de dos temas recurrentes: el desnudo femenino como reivindicación de lo humano y la serie Clips que recrea atmósferas urbanas.

Acá hay varias propuestas acerca de un solo tema, -señala Rosero- atrevámonos a hacer varios enfoques de lenguaje sobre un mismo tema: el desnudo. En ese atrevimiento el pintor interviene en la propuesta estética de su hijo Pablo que son obras orgánicas. El cuerpo humano nos recuerda algo que siempre debemos estar refrescando los artistas: qué es lo que somos realmente sin reparos, mostrar más que el retrato físico, el retrato mental de lo que somos. Para la crítica el resultado de esta fusión es visible en un tríptico de gran formato en el que Rosero intervino las formas geométricas que su hijo diseñó con un programa de software y que luego plasmó en el lienzo a través de la serigrafía. A estas formas bañadas de color negro, Rosero las llenó del movimiento de cuerpos femeninos de trazos largos, sutiles y delicados.

Un artista transfigurado

La otra cara de Transfiguras es la serie Clips donde se evocan esos pequeños artefactos que sirven para sujetar hojas y que en los cuadros de Rosero sujetan el cuerpo de sus personajes. La fina y aguda ironía del pintor apunta contra la aproximación del hombre a la tecnología, en esa pobre relación que deja al descubierto la desolación humana. El figurativismo, constante sublimada de la obra de Rosero, es utilizado por el artista como el lenguaje más permanente en el tiempo y en el espacio, porque son los mismos códigos de los espectadores, como ven la vida cotidiana, observa Rosero. No obstante, en el tiempo, este artista se ha transfigurado a sí mismo, superando el febril trabajo suyo de los años ochenta en su taller del Panecillo, en el centro Histórico de Quito. Un tiempo en que su principal motivo era desentrañar el caos y el vértigo de la vida urbana contemporánea, trasmutándose su obra en metáfora de la postración individual y social de nuestro tiempo.  
                                                                                                                                                              
La muestra que se exhibe hasta el 31 de marzo en la Galería Sara Palacios en Nayón, responde a un compromiso de Rosero con una revalorización contemporánea del arte en su capacidad de comunicar al ser humano. La reivindicación de la pintura surge de la visión que Rosero identifica en el arte contemporáneo que no comunica, porque son expresiones autistas: Estamos viviendo una fase de autismo cultural en donde eso sirve y es explicado de manera complicada, las obras no se soportan por sí mismas. Y esta realidad tiene fundamento, según el artista, en la esencia misma del desarrollo capitalista aislador, individualizador, consumista. Dentro del arte contemporáneo en que todo va de moda y es desechable, Rosero permanece al margen de la simulación y del show mediático que convierte al artista en estrella. Ajeno a juegos estéticos relativistas, se declara crítico ante el mundo y ante sí mismo, poniendo bajo sospecha todo lo aparente para alcanzar la transfiguración esencial de la realidad.

viernes, 19 de febrero de 2016

REVISTA BABIECA: CINE Y TEATRO...A GALOPE TENDIDO


Por Leonado Parrini

Una buena revista es una compañera de viaje, de insomnio o de sueños. Babieca, la flamante revista de cine y teatro de reciente estreno, es mucho más que eso. Babieca es una butaca donde sentarse a leer y conocer la vida de actores famosos, saber más acerca de realizadores de nivel mundial y nacional, o asistir a los últimos estrenos sin salir de casa. Babieca lleva el nombre de un corcel famoso e imaginario, juguete de miocides campeadores, con ojos de plato galopa por el asombro como un niño. Babieca quiere romper el paradigma de las publicaciones elitistas y lanzarse a la caza del gran público.

¿Dónde está el público? se pregunta como director Iván Egüez, al concebir una revista de cine y teatro que es espejo de nosotros mismos. El público está ahí, acomodándose en las butacas y pretender cautivarlo es un intento mayúsculo, pero no solo eso. Babieca se propone formar un espectador que anda en busca de contenidos que nos hacen pensar, divertir, emocionar, provocar impacto e influir en ese público, es ya un esfuerzo de mayor idealismo periodístico.

La quijotada de hacer una revista para una audiencia masiva es una loable tentativa de la Campaña de Lectura Eugenio Espejo, -editora de Rocinante y ahora de Babieca-, es asunto de quien sabe lo que hace y cómo hacerlo bien. La puesta en escena de nuevos principios salta a la vista en sus páginas tamaño bolsillo: buscar ese punto de encuentro donde la audiencia, aunque esté acosada por la costumbre y la publicidad del cine de gran factura, pueda hacerse de una cultura cinematográfica sin prevenciones o pueda encontrarse con la producción local y hacerse una estética que, sin duda, tendrá otros parámetros.

Babieca es fruto del trabajo de un equipo de película que lidera el escritor Iván Egüez Rivera y donde actúa como editora Sandra Araya. Contiene textos de: Marcelo Báez, Juan Fernando Jaramillo, Christian León, Lucho Monteros, Leonardo Parrini, Agustín Pazmiño, Santiago Rivadeneira, Alex Schlenker y Cecilia Velasco. Babieca pertenece al gran público, que respetable o no, difiere la mayor parte de las veces del cineasta, del dramaturgo, de los realizadores, cinéfilos y la academia, porque la ciudad no es la calle, las plazas, sino la gente -como en el cine-, que habita salas oscuras en busca de un destello que ilumine el camino hacia una cultura de cine propio y colectivo. 

La próxima vez que vayas de viaje, de noche de insomnio boca arriba o arriando sueños, echa mano a Babieca, la revista entretenida, inteligente e indispensable en todo bolsillo que se deja leer y rebasa nuestra imaginación a galope tendido.

martes, 16 de febrero de 2016

EL VALOR DE LA VERDAD

Por Leonardo Parrini

Decir la verdad debería ser tan necesario y simple como respirar. Sin embargo, preferimos la asfixia de las mentiras y la turbiedad del engaño mediático que afirma y reafirma, incansablemente, la vieja fórmula de Joseph Goebbels: Más vale una mentira que no pueda ser desmentida que una verdad inverosímil.

La tendencia mediática de hacer afirmaciones sin responsabilidad previa ni ulterior, sin menor asomo de respeto público conculca el derecho democrático a una información de calidad. Los medios informativos rigen su quehacer comunicacional por la lógica del mercado y la acción política como actores protagónicos en constante implementación de campañas. Asumen el principio de que toda noticia es mercancía, o pieza de propaganda que debe ser popular y adaptar su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Promueven el mínimo esfuerzo mental del lector o del televidente para captar el mensaje. Presumen que la capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa, además de una gran facilidad para olvidar.    

Las mentiras mediáticas están a la orden del día. Se miente por acción u omisión de datos claves relacionados con un acontecimiento u honorabilidad de las personas. Una antología de afirmaciones temerarias, fruto de la fantasía desprovista de imaginación, podemos encontrar en las páginas de periódicos, informativos de televisión o radio. Las fuentes suelen ser diversas, calificadas o no, y el ambiente de rumor determina la viralidad de la mentira en las redes sociales que reproducen las falsedades del día. La malversación fraudulenta de la información tiene como propósito crear un clima de crisis, zona oscura en un país que, presuntamente, se derrumba en la desazón y la desesperanza. 

Tomamos al azar algunos hechos convertidos en “noticias” donde podemos identificar algunos temas recurrentes en las campañas mediáticas. Uno de las falsedades es que “en el Ecuador no hay ahorro”: es decir, hay gasto constante, en consecuencia de que entre los años 2000 y 2006 el ahorro público, es decir, la parte del ingreso que no se consume, correspondía al 5,9%, mientras que entre los años 2007 y 2014 la cifra aumentó a 10,2% y por tanto casi se duplicó. “El gasto público es elevado en el país”, es otra de las afirmaciones difundida en los medios. Al respecto, amerita la aclaración de que el gasto público de los años anteriores tenía un subregistro, ya que no tomaba en cuenta los desembolsos estatales para las siguientes instituciones: ISSFA, Superintendencia de Compañías, de Bancos y Telecomunicaciones, Contraloría General del Estado, Procuraduría, Casa de la Cultura, Orquesta Sinfónica y defensoría pública. Por esa razón el gasto corriente total del año 2006 fue de un 21,3% del PIB. En el año 2015 en que se contempla el egreso para las instituciones mencionadas, el gasto registrado fue de 44,1% del producto interno bruto. Un elemento clave es el concepto de inversión versus gasto. Ecuador no gasta, invierte en obras sociales de beneficio colectivo. Esa inversión estatal se ve reflejada en las cifras: en el 2006 el país invirtió S 1.900 millones de dólares (4,1% del PIB), mientras que esa inversión aumenta a $ 13.980 (13,9% del PIB) en el año 2014.

Otro de los “argumentos” predilectos del guión del “desastre nacional”, es que estamos en crisis y no se hace nada para enfrentarla. El Estado ha tomado medidas conducentes a disminuir el impacto económico por la caída de los precios internacionales del petróleo tales como reducir 2.200 millones de dólares del presupuesto general estatal, 1.000 millones al presupuesto de Petroamazonas, 75 millones del subsidio a los combustibles lo que suman 3.275 millones recortados en tiempos de vacas flacas. El país ha recibido ingresos adicionales por remisión tributaria del orden de los 639 millones de dólares, y otros 636 millones por concepto de salvaguardias, cifras que consolidan un ingreso de 1.275 millones de dólares.  

La realidad tributaria del país también es pasada por el cedazo mediático con afirmaciones abiertamente tendenciosas: “el Ecuador es el país que más paga impuesto a la renta, IVA y su carga tributaria supera a la de otras naciones”. Si comparamos, vemos que la presión fiscal en Europa es el 37,2 %, en América Latina asciende al 21,1% y en Ecuador es del 20% del PIB, es decir, pagamos menos impuestos que los europeos y vecinos americanos. Cosa similar sucede con el IVA que en Europa representa un promedio del 21,6% del valor de los productos transados en el mercado. En América Latina es del 20% de dicho valor y en Ecuador todos sabemos que sólo pagamos 12% de IVA. Consecuentemente, más del 90% de los productos que integran la canasta familiar ecuatoriana no pagan IVA. El Impuesto a la Renta es un caso relativo a los ingresos de cada ciudadano. Si una persona percibe un ingreso menor a los $2.295 dólares, no paga IR si presenta facturas de sus consumos para deducirlos del impuesto.  

El clima oscuro que trazan las campañas mediáticas incluye el argumento de un “bajo crecimiento del Ecuador”. El crecimiento económico del país fue del 3,9% entre los años 2007 y 2015, mientras que el crecimiento latinoamericano fue de un promedio de 2,9% en el mismo periodo. Basta constatar que el PIB ecuatoriano del año 2006 fue de 46.802 millones de dólares, cifra que creció dos veces hasta el 2014 y alcanzó un total de 100.917 millones de dólares de producto interno bruto. Estas estadísticas se reflejan en el bolsillo de los ciudadanos. Ecuador tiene la pensión promedio más alta de la región con 546 dólares; Chile con 281, Perú 333 y Uruguay 421 dólares. El Ingreso medio del Ecuador es el tercero más alto de la región con 574 dólares; Chile 667, Uruguay 588 y Perú 369 dólares. Decir la verdad es tan necesario como respirar aire puro. El valor de la verdad es oxigeno vital para un país que pretende mantener su armonía social y la convivencia democrática.