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E c u a d o r - S u d a m é r i c a

miércoles, 24 de agosto de 2011

¿LIBIA, SANGRE SUDOR Y LÁGRIMAS?



















Atilio Boron

La suerte del régimen libio está echada. A estas horas la única cuestión pendiente es el destino de Muammar Gadafi: ¿se rendirá o luchará hasta el fin?, ¿será Allende o Noriega?, ¿vivo o muerto? y, si vivo, ¿qué le espera? El exilio es altamente improbable: no tiene quien lo reciba y, además, su inmensa fortuna, depositada en bancos de Estados Unidos, Inglaterra, Francia e Italia está bloqueada. Lo más probable será que siga la suerte de Slobodan Milosevic y termine enfrentando las acusaciones del Tribunal Penal Internacional (TPI), que lo acusará por genocida al haber ordenado a sus tropas que disparen contra de su pueblo.

Haciendo gala de una obscena doble moral, el TPI va a acoger una petición de un país, Estados Unidos, que no sólo no ha firmado el tratado y que no le reconoce jurisdicción sobre sus nacionales sino que lanzó una pertinaz campaña en contra del mismo obligando más de un centenar de países de la periferia capitalista a renunciar a su derecho a denunciar ante el TPI a ciudadanos norteamericanos responsables de violaciones semejantes -o peores- que las perpetradas por Gadafi.


En una entrevista reciente Samir Amin manifestó que toda la operación montada en contra de Gadafi no tiene que ver con el petróleo porque las potencias imperialistas ya lo tienen en sus manos. Su objetivo es otro, y esta es la segunda razón de la invasión: "establecer el Africom (el Comando Militar de Estados Unidos para África) actualmente con sede en Stuttgart, Alemania, dado que los países africanos, no importa lo que se piense de ellos, se negaron a aceptar su radicación en África."

Lo que requiere el imperialismo es establecer una cabeza de playa para lanzar sus operaciones militares en África. Hacerlo desde Alemania aparte de poco práctico es altamente irritativo, por no decir ridículo. Ahora tratarán de que el régimen lacayo que se instale en Trípoli acepte la amable “invitación” que seguramente le cursará la OTAN. De todos modos, el operativo no será para nada sencillo, entre otras cosas porque el Consejo Nacional de la Transición (CNT) es un precipitado altamente inestable y heterogéneo de fuerzas sociales y políticas débilmente unidos por la argamasa que sólo le proporciona su visceral rechazo a Gadafi, pese a que no son pocos quienes hasta hacía pocos meses se contaban entre sus más obsecuentes y serviles colaboradores.

Hay fundadas sospechas para creer que el asesinato aún no aclarado del ex jefe militar de los rebeldes, Mohammed Fatah Younis, ex ministro del Interior de Khadafy y ex comandante de las fuerzas especiales libias, fue causado por un sector de los rebeldes en represalia por su actuación en el aplastamiento de una revuelta islamista en la década de los noventas.

Otro ejemplo, no menos esclarecedor que el anterior, lo ofrece el mismísimo presidente del CNT. Según Amin, Mustafá Abdel Jalil es “un curioso demócrata: fue el juez que condenó a las enfermeras búlgaras a la muerte antes de ser promovido a Ministro de Justicia por Gaddafi," cargo en el que se desempeñó desde 2007 hasta 2011.

El CNT, en suma, es un bloque reaccionario y oportunista, integrado por islamistas radicales, socialistas " (estilo Zapatero o Tony Blair"), nacionalistas (sin nación, porque Libia no lo es) y, como señala el analista internacional Juan G. Tokatlian, "bandidos, empresarios, guerrilleros y ex militares" para ni hablar del faccionalismo tribal y étnico que ha marcado desde siempre la historia de ese territorio sin nación que es Libia. Por eso no existen demasiadas razones para suponer que el CNT inaugurará un período democrático. Sus miembros no tienen mejores credenciales que Gadaffi y pesa sobre ellos la irredimible infamia de haber invitado a las potencias imperialistas a bombardear sus ciudades y aldeas para viabilizar su derrocamiento. 


Por eso, lo más probable es que una vez derrotado el régimen las sangrientas luchas intestinas y la ingobernabilidad resultante tornen inevitable para las potencias imperialistas entrar en otro pantano, como Irak y Afganistán, para establecer un mínimo de orden que permita organizar su rapiña. Desgraciadamente, lo que le espera a Libia no es la democracia sino un urbulento protectorado europeo-norteamericano y, como dijera Winston Churchill de su país en tiempos de la Segunda Guerra Mundial, sangre, sudor y lágrimas.

Dr. Atilio Boron, director del Programa Latinoamericano de Educación a Distancia en Ciencias Sociales (PLED), Buenos Aires, Argentina

sábado, 20 de agosto de 2011

EL CINE DE RUIZ, UNA TORSIÓN DE SU TIEMPO


Por Leonardo Parrini
Había nacido al  sur del mundo, en Puerto Montt,  el invierno de 1941, pero abandonó Chile después del golpe militar de 1973 para radicarse en Francia. Desde sus primeros ensayos fílmicos Raúl Ruiz llevó el sello del cine experimental a planos de sobria maestría, con despliegue de recursos estilísticos nada convencionales en que la perspectiva clásica es frecuentemente relevada  por una suerte de torsión.  
Su opera prima, Tres tristes tigres (Chile, 1968), avizora ya su ulterior lenguaje cinematográfico en que el hermetismo metafórico de su propuesta narrativa lleva el estigma de los planos y ángulos imposibles de una cámara ubicada con irreverente surrealismo ante la realidad narrada con humor cáustico, ironía y desenfado. Ya es un clásico su obra Palomita Blanca que retrata el Chile insurrecto,  en sus cánones vitales y culturales, de los años setenta.
Luego de concluir su formación profesional en Argentina, realizó una serie de proyectos de contenido político como Militarismo y tortura (1969), ¿Qué hacer? (1970), dirigida con Saúl Landau y Nina Serrano y La colonia penal (1970).  
El suyo es un cine que se reinventa a sí mismo en cada secuencia, que responde a la necesidad experimental de narrar hasta la saciedad en diversas formas el mismo asunto.
No obstante su lenguaje surrealista, Ruiz no se aparta del compromiso político en cada asunto que trata en la pantalla con prolija mirada de cineasta crítico, revolucionario, fiel a una generación de narradores militantes junto a sus coterráneos Miguel Litin y Helvio Soto.
Ruiz inscribió su nombre en la pléyade internacional de cineastas experimentales, en los años ochenta, con sus filmes El Territorio (19819, Las tres coronas del marinero y La isla del tesoro (1985). Filmes como Las soledades (1992), El tiempo recobrado (1998), Días de campo, Litoral, consagran a Raúl Ruiz como un cineasta en plenitud de facultades creativas. El largometraje final de su trayectoria, Misterios de Lisboa (2010), consiguió el elogio de la crítica especializada mundial.
Obtuvo el Gran Premio por La vocation suspendue, en el Festival de San Remo (1977), el Gran Premio por Las tres coronas del marinero en el Festival de Orleáns (1982), Premio Mejor Cineasta del Año en el Festival de París (1986), Premio a la Mejor Música y Mejor Fotografía por L'oeil qui ment, en el Festival de Sitges en España (1991).
Sus trabajos pendientes consistían en dos obras cinematográficas: La noche de enfrente, largometraje rodado en Chile para estrenar este año, y la segunda As linhas de Torres, que tenía estreno para el 2012.
La muerte sorprende a Ruiz a sus 70 años, convaleciente de un cáncer hepático complicado, luego de un trasplante de hígado, con una fulminante infección pulmonar. Se silencia así una de las voces narrativas más importantes de un cine de estatura mayor, notable torsión de los acontecimientos de su tiempo.

jueves, 11 de agosto de 2011

GRAN POETA, SEÑOR DE LA PALABRA


Por Jorge Dávila Vázquez/ (Rincón de Cultura)


Rafael Díaz Icaza es una figura singular de las letras ecuatorianas. Su elección para el Premio “Eugenio Espejo” de este año, consagra a un autor trascendental, tanto en el plano de la narrativa como en el de la lírica.

Díaz ha escrito cuentos de primera; así, los que conforman los volúmenes “Las fieras” y “Los ángeles errantes”, marcados por un realismo deudor de generaciones anteriores; o los que integran libros posteriores, que van marcando su paso hacia un lirismo intenso e incluso hacia expresiones de marcada fantasía, por ejemplo, “Tierna y violentamente”, “Porlamar” y “Prometeo el joven y otras morisquetas”, con el que obtuvo el premio nacional “Aurelio Espinosa Pólit”, el más prestigioso en el campo de la literatura.

Pero el escritor, no solo en sus cuentos magníficos, sino en sus dos novelas, “Los rostros del miedo” y “Lo prisioneros de la noche”, así como en su única pieza de teatro conocida “Ella en el infierno”, sobre Marilyn Monroe, es, esencialmente, poeta. Su “Prometeo”, por ejemplo es un ejercicio sobre el fuego, como símbolo de la palabra, instrumento esencial de lo lírico.

Por eso, el título de estas líneas, porque reiteradamente, Rafael ha sabido darnos, en sus distintos poemarios –desde “Estatuas en el mar”, hasta “Bestia pura del alba”-, verdaderas joyas, composiciones insuperables. Por ejemplo, el bello poema “Ciudad nocturna”, apasionado canto a Guayaquil, su “doncellita pescadora… a la que nadie alcanza/ en la carrera sin fin hacia sus bodas/ con la desilusión.”

Su lírica no es convencional, no está hecha únicamente para agradar al lector, si no también para provocarlo e incluso zaherirlo. En muchos momentos, su producción corre pareja con la de autores ligeramente menores a él, que practicarán enardecidamente la anti-lírica, en la que lo irónico es esencial, como David Ledesma e Ileana Espinel. Así lo vemos en  este “Tango del recasado”, escrito en una tercera persona lírica con la que él se identifica: “Rafael Díaz Ycaza/ participa a usted su nuevo matrimonio/ con una bellísima y horrible/ temible y triste dama/ que no lo hará feliz./ Hoy día, tras varios años de divorcio/ se volvió a matrimoniar con la Poesía / y a soportar sus celos y caprichos,/ sus olvidos culposos;/ todo su desamor y sus excesos”

Versos incisivos, agridulces, en los que explora la difícil y al mismo tiempo ineludible relación entre el creador y su obra poética, por ello, la conclusión: “Rafael Díaz Ycaza/ participa su nuevo nacimiento.”

El humor es, asimismo, un ingrediente que aparece ya en este “Tango”, y que es agudo y acentuado en otros textos, como en el inolvidable “Edú y la muerte”. Veámoslo: “Edú –dijo la muerte-, ya es la hora.”/  Y él replico, sonriendo: / “Zambita espera un poco./ ¿No ves que es muy temprano?/ Anda, más bien convídame/ a un trago de aguardiente.”

Los dos beben, bailan, y terminan “bajo el toldo y en la colcha”, y luego, el seductor abandona a la muerte para irse “de parranda”.