Fotografías Leonardo Parrini
Por Leonardo Parrini
Pavel Egüez me
recibe en su casataller, en el tradicional barrio de Las Casas en Quito, con
una afable sonrisa. Y la primera impresión que tengo de este ser humano
sensitivo, es de haberlo conocido desde siempre, aunque era la primera vez que
estrechaba su mano. En un entorno de exquisito gusto, su residencia tiene el
estilo ecléctico donde armonizan lo viejo y lo nuevo, lo ancestral y lo urbano. Ahí están los elementos respirando en silencio una atmósfera
pletórica de luz: lienzos con rostros de recia expresividad colgados en paredes
blancas, esculturas de corte clásico, figuras artesanales de ingenuo naif,
anaqueles con preciosos libros y sobre un mesón de maciza madera un universo de
pinceles de todos los tamaños y grosores. De estatura menuda, mirada traviesa y
fácil sonrisa, cuesta imaginar a Pavel Egüez, nuestro anfitrión, como el
hacedor de grandes murales, formatos formidables y apreciaciones sobre la vida
y el arte, igualmente magnificentes
Luego de
bebernos como bienvenida, mano a mano, un jugo de frutas e intercambiar preliminares
impresiones, vamos al grano. Al coloquio sobre lo suyo, el arte. Pavel Egüez en
sus años de estudiante en una escuela alternativa de Quito, recibe el influjo plástico
de la artista Pilar Bustos y de su maestro Ulises Estrella, quien le enseña la
pasión por las imágenes. Al punto de sentarse, sin otra compañía que su amor al
cinematógrafo, en la sala del cine Universitario a ver una película en
solitario y calificarla de acuerdo con sus rasgos estéticos.
Con una vocación
artística enraizada en la observación cuasi científica, el amar y el cuidar las cosas
que crecen, con pupila escudriñadora en la lente de un microscopio, Egüez
realiza sus primeros balbuceos artísticos sobre materiales disimiles: mis primeros dibujos no los hacia sobre
papel sino sobre la tierra, en los vidrios, en bolitas de vegetales, y dibujaba
sobre las piedras y era muy linda la sensación, porque el dibujo te generaba
una atmósfera de olores, a perejil, y marcabas las huellas de verde, entonces
es una imagen que te recuerda muchísimo la infancia.
Y eso no se ha perdido en tu quehacer
artístico, el oler los colores…
Por eso me apasiona pintar al óleo, no podría pintar en
acrílico, porque tiene un olor desastroso. El óleo, en cambio, tiene el
registro de venir de la linaza, tienes la relación con ese árbol.
Así como tu arte
visual lo vinculas con lo olfativo, si hablamos en términos auditivos ¿con qué
tipo de música se corresponde tu arte?
Ahí tengo una debilidad porque mi formación auditiva está
ligada a cosas clásicas desde mi infancia: apagar las luces y oír a todo
volumen las sinfonías de Beethoven o Bach, y pensar que diriges la orquesta, era
uno de los juegos más bellos. Y eso me ha llevado a ser monotemático en la
música, en mi estudio pinto escuchando sonatas de Bach en violín o piano.
De allí surge esa
grandilocuencia de mirar el mundo en grande, de pintar en grandes formatos…
Creo que cuando Ulises Estrella nos forma de muchachos
nos abre el mundo, vimos más allá de lo que era Quito. El Colegio de Arte era
modesto y allí llegaban repetidos de año, quienes pensaban que estudiar arte
era más fácil. Esos años -1978- era muy importantes en nuestra formación
artística y como dice Avelina Lesper, soy parte de esta pintura utópica que
recurre siempre a estas miradas latinoamericanas desde la tradición, de saber
que somos un continente de enormes identidades y que generamos momentos
esplendorosos en el arte.
En esos días
hace su tesis en torno a la obra de Álvaro Siqueiros, cautivado por el
apoteósico formato del muralista mexicano, su obra y su pensamiento político.
Emprende su periplo estético de la mano del trazo figurativista, del ramalazo
expresionista que le permite verter en el lienzo grandes ideas y emociones. Con
escasos años de experiencia, pero con enjundiosa vocación pictórica, ingresa al
Taller Gráfico del maestro Oswaldo Guayasamín donde acompaña al pintor en
relevantes tramos de su obra. Es allí, en el taller del barrio Bellavista,
entre los pinceles, las exclamaciones apasionadas y el fervor del maestro
ecuatoriano, que Egüez fragua su oficio como un autodidacta de la pintura, sin
haber asistido a academia alguna, sino para aprender las técnicas de la gráfica
y grabado.
Y cómo llegas a la
pintura…
No estudio pintura, soy autodidacta en el tema, porque
había demasiado academicismo en la forma de enseñar la pintura. Ver pintar a
Guayasamín con esa expresividad suya la obra de Los Mutilados, en 1997, y es
otra forma de generar la obra, la pasión que ponía en ella es una cosa de
pedagogía infinita, porque ahí encuentras que el pintor es mucho más que lo que
puede darte el Colegio de Artes.
Trabajó en el
mural de Oswaldo Guayasamin que está en la sala plenaria de la Asamblea Nacional, en la imagen de la patria de la obra que legó el maestro ecuatoriano al país. Colaboró en algunas obras
que iban a estar en la Capilla del
Hombre y en las pocas que están en ese lugar, junto a un grupo de seis colaboradores.
En el Colegio de Artes creó el taller Runapac para tener vinculación con las
identidades, donde hace un bordado de filigrana con tinta china sobre la
historia del Ecuador. Participó en un concurso del Banco Central y obtiene primera
mención. Desde el taller irradiaba una actividad artística de denuncia en
sindicatos, en mítines políticos, acompañando acontecimientos políticos cómo la
masacre de Astra y la represión estatal de ese entonces, hasta terminar preso
en más de una oportunidad.
Con estos
antecedentes, ¿qué es el arte, para qué sirve el arte?
En mi adolescencia me impresionó abrir un libro de
Picasso. Pensar que el arte era dueño de una absoluta libertad, el que el maestro
pasara por distintos estilos, ser un gran dibujante y también destruir
totalmente el dibujo. Picasso sigue siendo el mayor referente del arte del siglo
XX y que puede educar muchísimo.
Recibiste la
influencia de Guernica…
Si Guernica nos influencia absolutamente a varias
generaciones y Picasso nos influye a varias porque también fue gran activista
por la paz y por los derechos humanos.
En tiempos de
Picasso había que hacerlo, pero hoy el mundo está al revés y tú, en la defensa
de los derechos humanos, canalizas tu sensibilidad social y voluntad política, los
derechos humanos son una vertiente donde hacer política con dignidad…
Si pero, no solo ahí. El mural de Bolívar que está en la
Universidad Andina también tiene una concepción política. En ese mural, pensaba
yo, que las ideas bolivarianas que me apasionaban en ese momento, en el 84 no
parecían posible porque Bolívar estaba restringido a las elites académicas de
la sociedades bolivarianas. Yo pensaba que en lugar de tener deuda externa
teníamos una deuda con Bolívar, pero ese mural pasó 12 años embodegado. La onda
bolivariana aparece cuando surge el Presidente Chavez y Bolívar llega a ser
de interés de los pueblos y un personaje estudiado.
En tu intento de
reflejar esa lucha por los derechos humanos vas a rescatar una memoria, en lugar
de fijarte en un futuro utópico, ¿hay una prioridad de la memoria sobre la
utopía?
Yo creo que las dos cosas porque sin memoria tampoco hay
utopía. Es fundamental rescatar la memoria, saber que esa memoria también es un
presente, porque cuando hablas de derechos humanos los acontecimientos no son
solo del pasado. Cuando estoy pintando el Grito de la Memoria ese día que estoy
tratando el tema de las Madres de Mayo aparece el nieto 114 y lo incorporo al
mural.
Entonces no hay
contradicción entre la utopía y la memoria…
No porque no podemos construir una utopía si no rasgamos
la memoria y esa memoria tienen que ser la que de alguna manera nos impulse
hacia esa utopía.
¿Y la pérdida de
las utopías es por estar perdiendo esa memoria?
En parte si, porque esa necesidad de que no suceda nada,
y no hay porqué seguir luchando es una falta de visión histórica con la cual
puedes construir esa utopía, que sabemos que es un proceso que se alcanza y no
se llega, pero que es necesaria esa construcción.
¿Tú crees que
Ecuador está rescatando esa memoria, creemos en las utopías o lo que vivimos es
un proyecto transitorio?
Tenemos dudas, pero también hay aciertos concretos. Para
construir ese ideario de utopías necesitamos construir políticas públicas en el
tema de la cultura. Solo una sólida revolución cultural hará posible que este
proceso sea profundo y que esté en la raíz de los ecuatorianos, si no se
trabaja la cultura como parte fundamental de esa construcción, corremos el
riesgo de que esto sea transitorio.
Y de qué va esa
utopía, cuál es su contenido…la libertad, la justicia...
Creo que es un mundo atravesado por la necesidad de
cuidar la naturaleza, saber que estamos en un mundo donde se acaben las
injusticias donde los seres humanos puedan tener un espacio para la vida.
En tal sentido, en
estos momentos, el ate es más propuesta que denuncia…
Yo creo que tiene que estar más como propuesta, el arte
tiene que despertarnos todas estas inquietudes utópicas de una manera distinta.
Bueno, creo que la posmodernidad es haber caído en el descredito
de la ciencia, la religión, la política y que solo el arte, como único gesto
existencial, puede devolvernos el sentido de la vida…¿compartes este criterio?
Totalmente, porque solo una mirada desde la cultura nos
puede conectar con los grandes ideales de la humanidad, es decir, cómo me
conecto con los ideales que tenía Miguel Ángel, Leonardo o Picasso, los grandes
aportes del arte universal, es a través de esa memoria.
Eso es hegeliano,
se parece a la idea que tenía Hegel del espíritu absoluto de una época en que en cada momento
hay hombres que encarnan el espíritu de esa época. ¿Y tú encarnas el espíritu de
tu época y de tu país?
Creo que hay que estar como individuo y como época,
conscientes. Como época en América Latina estamos viviendo un nuevo momento, de
volver a ciertas identidades, la construcción de una America Latina que sabe su
potencial, que se reconoce como diversa, pero que se reconoce como un aporte
universal. Ya no tenemos que estar pendientes de las metrópolis para tener un
pensamiento propio, con esta descolonización la cultura puede tener momentos
muy importantes para América Latina.
EL GRITO DE LA MEMORIA
Con este
preámbulo estamos frente a la persona que hizo el mural más polémico del
momento: El Grito de la Memoria. Un trabajo de plástica en gran formato, un
grito en la pared por los derechos humanos conculcados en un tramo aciago de la
historia nacional. Obra cuestionada desde la mirada política y aclamada desde
su función estética, el mural de Pavel Egüez, constituye un retorno al arte
masivo, callejero, denunciante y proponente, a la vista del gran público. Un
gesto por los comunes, como lo define su autor.
El mural El Grito
de la Memoria se lo ha calificado de pastiche con claro ADN sesentero, con
presencias guayasaminezcas, que ha sido pintado en pleno siglo XXI. ¿Te parece
extemporánea la obra?
Talvez quien dijo eso no tiene
información de lo que pasa en América Latina y en el mundo, hay un renacer de
la pintura, frente al arte conceptual. Y hay un público enorme que quiere ver buen arte
y ese arte no se encuentra ni en las bienales, ni en el conceptualismo
posmoderno. Mas bien es una crítica que viene por otro lado, desde lo político, de
gente contraria a un proyecto político y que tiene que mostrar
argumentos.
Y uno de los
argumentos es que la obra se hizo con fondos públicos y es que propaganda…
Fondos públicos
para el muralismo y el arte siempre existieron, la Capilla Sixtina no se habría
construido sin fondos públicos y las grandes obras de arte tampoco y de la arquitectura
que tiene gran inversión que no la puede hacer el artista. En ese sentido, hay
una encomienda al artista para que haga su obra. En el caso del Ecuador, los fondos privados
para el arte son absolutamente escasos.
Esa encomienda de
la que hablas ¿no quita libertad creadora al artista?
Depende a quién
encomiendas, qué encomiendas y quién encomienda. Cuando el Estado invierte en
una obra no es un gasto, es una inversión que se traduce en mayor identidad, en
mayor cohesión social, en mayor entendimiento de la convivencia ciudadana.
En ese sentido es
una política pública…
Es una política
pública, es decir, los artistas estaríamos quitándonos el derecho de participar
en esas políticas públicas, más bien los Estados que fomentan la creación de
obras públicas son los Estados que quieren invertir en los artistas. Con fondos
públicos se contrató a un israelita para que implemente la tortura en el
Ecuador y eso no lo cuestiona el periodista que critica el mural o que con
fondos públicos se hace murales para poner a personajes socialcristianos.
¿Y por qué no están
los 10 de Luluncocoto en el mural, se preguntan tus detractores?
Yo me basé en
una investigación que hizo la Comisión de la Verdad y revisé varios tomos con
los testimonios que recogió esa comisión y ahí tengo el primer antecedente de
violación a los derechos humanos. Organizamos nueve talleres, en ocho
provincias, para recabar memorias, recuerdos de la gente, víctimas y
familiares de la tortura. De los testimonios obtenidos, el 67 por ciento
señalan al periodo 1984 - 1988 como el tiempo de la tortura en este pais.
Avelina Lesper
escribe un enjundioso artículo en El Telégrafo, donde dice: Pavel Egüez tiene
una trayectoria artística solidaria; para él pintar, es propiciar una toma de
conciencia y hacer del arte una utopía…
Me he sumado a
la polémica que propicia Avelina, muchos artistas estamos siendo desplazados
por ese concepto que aparece en las bienales que tiene fondos, con mucha pompa, pero el arte no entraba en ese espacio.
Ese hacer arte como
una declaración de principios, es lo que Egüez ha decidido hacer y que se
empecinó en crear su propia pintura y pintar su color, adentrarse en
Latinoamérica y en la vulnerabilidad de los más desprotegidos, dice Lesper. El
arte contemporáneo conceptual es una expresión endogámica para los curadores,
los especuladores del mercado, no para la gente, es excluyente y
segregacionista…
Eso es importantísimo, porque la gente cuando mira el
Grito de la Memoria ¿qué es lo importante, que las elites te alaben? No. El
diálogo con los comunes, que es desde esa iconografía que la gente reconoce
ciertos símbolos y comparte ese diálogo, porque mira y entiende esa gran
pintura. Para el arte esa simbología es lo que tenemos que recoger, porque ahí dialogas
con los comunes.
Concluimos la
entrevista con una sesión de fotografías en blanco y negro, en la que fuimos con
Pavel Egüez del ser a la luz, de la vibración de la palabra al fulgor de los
sentidos. En claroscuros, a contraluz, bajo el resplandor más despiadado en
busca de la forma y la textura en la impronta de un ser humano que nos entrega,
a ramalazos vitales, desde el lado más oscuro de la historia, la arista
esplendente de su verdad.
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