Fotografía Dani Game
Por Dani Game
Por Dani Game
París está llena de cosas, cosas
de tanta gente que vive aquí, en la ciudad más densa de Europa. Aunque nos creemos únicos bajo el gris, la
gente y sus cosas se repiten, los lugares también; café, beso, paraguas, loco, cine,
viejos, niños, río, mujer de labios rojos… puente, clochard y kebab. La perpetua escenografía Haussmann hace de
todo un fotograma sin fin.
Algo que rara vez se dice de este París repetitivo es que está lleno de cacas
de perros. En nuestro caminar que no quiere perder el próximo tren, aprendemos
a esquivarlas con indiferencia. No la veo, no la huelo, no la piso, parece
decir alguna ley. Nadie se indigna,
nadie se queja, nadie recoge las cacas a pesar de toda campaña que ha
empapelado la ciudad luz para librarla de la mierda.
Cuando se es primeriza aquí
no se entiende porqué hay tanta huella canina y tan pocos perros, pero luego se reconoce que esa inquietud es
producto de tanto amanecer quiteño que te despertó a punta de ladridos. Si
ellos ladran, existen, diría la lógica del barrio; pero en París los perros no
ladran, entran a los restaurantes, al metro y te miran como un Napoleón de óleo
sobre lienzo.
Por suerte el tiempo pasa y una entiende que los perros son perros en
cualquier lugar, por más que el respeto al vecino y la politesse hayan callado
su voces. Aquí ellos también ceden ante el primer gesto de afecto que
encuentran en la vereda. Se les tiende la mano debajo del hocico para que te
huelan y te miren moviendo la cola. Les emociona conocer gente, son más
sociables que domésticos. Son más sociables que sus dueños.
Los parisinos se quedan un poco perplejos cuando gente de otros mundos
se lanza a acariciar a sus perros. No saben qué decir, tensan la cuerda y el gesto, pero cuando ya no se es primeriza en esta
ciudad, la tensión parisina te importa poco, te lanzas a acariciar las orejas
largas y peludas porque extrañas a tu perro, les hablas en español, les
recuerdas su derecho a ladrar, les cuentas que Neruda sabía que son leones desorientados
y te vas sonriendo aunque nadie más sonría porque llueve, porque es diciembre y
porque es París.
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