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E c u a d o r - S u d a m é r i c a

lunes, 28 de octubre de 2013

ARGENTINA: VOLVER AL PODER…


Por Leonardo Parrini

Yo adivino el parpadeo de las luces que a lo lejos van marcando mi retorno, dice el célebre tango Volver. Si los tangos fueran premoniciones, que no lo son, la derecha argentina estaría tatareando este verso del tango de Carlos Gardel, en vista a las próximas elecciones presidencias del 2015 en el país del sur.

Y la premonición fue anunciada ayer, luego del resultado de las elecciones en Argentina donde la oposición propinó una derrota electoral al oficialismo con al menos diez puntos porcentuales de diferencia en la capital. La proyección aupada por la prensa opositora daba como posible “presidenciable” a Sergio Mass, “resonante ganador de las elecciones legislativas de Argentina realizadas hoy, al cosechar gran respaldo en pos de una banca en Diputados por la provincia de Buenos Aires”. El ex jefe de Gabinete de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, según los entendidos, se insinuaba como potencial candidato presidencial para 2015.

Suele suceder que frente a resultados estrechos todos se sientan ganadores y, esta vez, Argentina no fue la excepción, país en el que todavía Cristina Fernández, cuenta con un 52% de apoyo, y que pese a la derrota mantiene el control sobre las dos cámaras legislativas.

¿Qué explica la derrota oficial?

La prensa opositora argentina se hizo eco de la derrota oficialista y habla de "la consolidación del cambio político". Los resultados coinciden con el tercer aniversario de la muerte de Néstor Kirchner, “cabeza de la transformación tras la crisis de 2001 que colapsó al país”. La ausencia del lider se hace sentir, como en todo proceso centrado en la figura personal del caudillo. El reemplazo de Kirchner por Cristina Fernandez, no parece ser suficiente para mantener los liderazgos oficiales, más aún cuando la eventualidad de su deteriorada salud la descubre como la gran ausente de las elecciones de ayer. La economía y la participación de la juventud se perfilan como dos factores incidentes en el triunfo electoral opositor al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. La juventud entre 16 y 17 años por primera vez participa en una elección popular, y es en ese segmento donde se habrían dado resultados adversos al régimen.

La inflación argentina, que bordea el 25% anual, es una de las razones del “malhumor social”, según analistas. A esto se suma la “compleja situación económica” del país que “no seduce al votante” y que se convirtió en el principal tema del debate electoral. El denominado Barómetro de la Deuda Social, medidor de la Universidad Católica, estima que el 24.5% de los argentinos son  pobres, es decir, “un cuarto de la población vive en la marginalidad estructural”. El crecimiento del país se estima en un 5.0% anual, según cifras oficiales, mientras que el FMI solo habla de un 3.5% de crecimiento en la nación gaucha.

Otro tema económico que se puso en la palestra electoral es el de los subsidios a la energía y el transporte, que en Argentina alcanzan “niveles multimillonarios” y representan el 4.5% del PIB. Para los opositores esta es la principal causa del “desequilibrio de la política fiscal”, en un régimen económico que “se volvió inconsistente e inestable”.

El resultado de las elecciones parlamentarias para muchos marca "un fin de ciclo kirchnerista"; por su parte el Gobierno defiende su gestión "como la década ganada" y plantea que comenzará "la década del desarrollo". Todo está aún por verse en la Argentina tanguera y desencantada. No habrá que esperar mucho tiempo para sopesar el desenlace de las premoniciones que dejaron las elecciones de ayer porque, como dice la letra del tango de Gardel, es un soplo la vida.

martes, 22 de octubre de 2013

LA MALDICIÓN DEL PETRÓLEO: ¿PODRÍA QUEBRAR EL ECUADOR?


Por Leonardo Parrini

Tener petróleo es una bendición, no una maldición, ha manifestado el Presidente Rafael Correa. Afirmación optimista a la que habría que adicionarle otra idea relacionada: la maldición es haber tenido gobiernos entreguistas que pusieron en las manos de las transnacionales petroleras, literalmente, el destino del país.

Esa conducta servil con los monopolios petroleros internacionales está dando nefastos frutos hoy día, precisamente, por la acción de una de las empresas que explotaron el crudo ecuatoriano con funestos resultados para el país: la Chevron. Prueba de ello son las afirmaciones apocalípticas del Canciller Raúl Patiño, quien ha sentenciado la “quiebra del Estado ecuatoriano”, de resultar favorecida en su demanda la empresa Chevron por el tribunal internacional de La Haya.

La empresa norteamericana logró vincular al Estado al juicio que ésta planteo a comuneros amazónicos, residentes de la región contaminada por la transnacional durante sus años de explotación del hidrocarburo en el Ecuador. La Chevron provocó al Estado desplegando una campaña de desprestigio internacional de la justicia ecuatoriana que falló en contra de la petrolera obligándola a pagar 19 mil millones de dólares por daños ecológicos en la Amazonia ecuatoriana.

La alerta del Canciller Patiño cobra sentido, puesto que el presupuesto General del Estado ecuatoriano es de aproximadamente 30 mil millones de dólares, y de darse el fallo de La Haya a favor de Chevron, el Estado debería pagarle 19 mil millones de dólares. Esto significa, según el Canciller, que Ecuador “tendría que entregar todos los rubros de exportaciones a futuro, incluido café, petróleo y banano, a la petrolera”

La cifra por sí misma suena espeluznante, más aun si “constituye un 20% del Producto Interno Bruto de 80.000 millones de dólares (...), así es el peso de lo que podría significar un fallo en contra de nosotros en el caso Chevron III, a eso hay que sumar 2.000 millones que nos exigen pagar a la petrolera Oxy e igual nos estamos defendiendo", según manifestó el Canciller.

Establecer responsabilidades

¿Qué hizo mal el Ecuador y cuál es la responsabilidad de los gobiernos pasados para que la extracción petrolera haya resultado una pesadilla para el país? Sin duda, no haber puesto las cosas en claro desde un principio frente a las transnacionales; no haber establecido reglas del juego definidas en favor del país. La urgencia de explotar el crudo para obtener recursos fiscales hacia que no se hiciera un debido seguimiento a los contratos y sus cláusulas de cumplimiento. Es así que la Texaco en ese entonces, hoy propiedad de la Chevron, hizo “una simulación de remediación en centenares de piscinas de residuos tóxicos, cubriéndolas con una capa superficial y dejándolas en el mismo estado contaminante". No obstante, habrían sido funcionarios del gobierno demócrata cristiano de Yamil Mahuad quienes afirmaron y firmaron que la Texaco había cumplido con la limpieza de los residuos contaminantes en la Amazonía ecuatoriana.  

A esta realidad se suman de manera paradojal tres juicios de la Chevron contra el Estado ecuatoriano: “El primero que está cerrado se planteó en 2004, cuando Chevron inició un proceso arbitral en Nueva York en contra de Petroecuador. El segundo fue en 2006, cuando la compañía planteó una demanda al Estado ante la Corte Permanente de Arbitraje de La Haya, en donde la Corte demandó una violación al Tratado Bilateral de Inversiones (TBI) y en el 2009, la tercera causa, también a La Haya por incumplimiento del TBI”.

A este historial desalentador, -que da cuenta de las aciagas relaciones del país con las petroleras-, se suma la sospecha de conspiración que involucraría a personal de la ex Corporación Estatal Petrolera Ecuatoriana, CEPE, y de Petroecuador. "Es necesario identificar quienes participaron, que se averigüe, si hubo funcionarios de Mahuad que escribieron algo que se investigue si hubo conspiración y se deben establecer las responsabilidades", dijo el Canciller. Sería justo y necesario que, además, se deban establecer responsabilidades en contra de los representantes de aquellos gobiernos que transformaron un recurso natural no renovable, como el petróleo, en una maldición para el país.

viernes, 18 de octubre de 2013

CONTRAPUNTO ENTRE LA CULTURA Y EL PODER



Por Leonardo Parrini

Cuando Perseo se valió del escudo pulido que le entregó Atenea, diosa de la justicia, la sabiduría y la cultura, -quien guió al joven para decapitar a la Medusa Gorgona-, se estableció el paradigma de aquello que la cultura significa para la humanidad: la cultura es la luz del mundo, su guía y derrotero. Desde los míticos tiempos de Perseo, parecen coincidir los hombres en que la cultura da sentido a la vida de los pueblos y, a su vez, es expresión de esa vitalidad popular.  

Cuando leímos la misiva que nuestro buen amigo Raúl Pérez Torres, Presidente de la Casa de la Cultura Ecuatoriana remite al Primer Mandatario Rafael Correa, nos preguntamos, si además de la elegancia de estilo habría otros aspectos inéditos en torno a la mirada que el Estado y los intelectuales dan a la cultura o las culturas del país.

Inmediatamente recordé una idea que me venía dando vuelta en la cabeza: no hay cultura oficial sin remordimiento intelectual. Y entonces comprendí las distancias que pueden existir entre una cultura suscitadora, agitacional de valores humanos y una política cultural constreñida a los espacios ministeriales de asignar fondos, tramitar proyectos y premiar visiones culturales funcionales al poder.

En palabras más graves, la relación de poder y cultura fue brutalmente expresada por un funcionario nazi que dijo que cuando oía la palabra cultura, se llevaba la mano al cinto. La carta de Pérez a Correa, ventajosamente, estando muy distante de esa relación tortuosa entre el Estado y la cultura, no deja de inquietar por sus contenidos implícitos. ¿Cuáles? Reclamar, en tono elegantísimo por lo demás, el abandonó reiterado al que el Estado ha sometido a la cultura como actividad esencial del país. Y en la actualidad, poner en evidencia la responsabilidad institucional en torno al quehacer del Ministerio de Cultura frente a los gestores culturales.  

Pérez escribe: “habló sobre el caos generado en el tema cultural, cosa que es cierta y que en parte puede deberse a los diversos criterios de cinco ministros que han pasado por esa cartera y por la supresión del Ministerio de Patrimonio Cultural”. Un caos que, al parecer, en la actualidad persiste por “la incomprensión del nuevo rol que podría tomar la Casa de la Cultura con todos sus Núcleos en este momento histórico político tan importante, (que) se reducía, según el Ministro Paco Velasco, a que ésta pase a convertirse en una secretaría de ese Ministerio, que, como usted sabe, señor Presidente,  en cinco años ha tenido cinco ministros, cerca de mil empleados, y una gestión que habría que evaluarla”.

En otro acápite de la misiva Pérez señala: “Nuestro afán, señor Presidente, desde el primer día en que llegamos en agosto del año anterior, ha sido el de democratizar la Casa, abrir nuevas convocatorias, enriquecerla con los contenidos programáticos e ideológicos que usted ha propuesto, promover y difundir el pensamiento de todas las culturas de nuestra Patria”. Y luego se desliza por argumentos más prosaicos referidos al tema presupuestario: “En relación al presupuesto a usted le han informado que casi el 50% se lleva la Matriz. Permítame informarle que el presupuesto total, para los 23 Núcleos y la Matriz, no llega a 17 millones, de los cuales 8 millones recibe la Matriz que entrega de ello un millón y medio para el Ballet Ecuatoriano de Cámara, de Rubén Guarderas, 350 mil al Grupo de Danza Jacchigua (por orden del Ministerio de Finanzas) y con el resto paga gastos corrientes, agua, luz, teléfonos, etc., salarios y pequeños proyectos de auspicio”.

La vertiente verdadera

Cuando Benjamín Carrión, ese iluminado ecuatoriano, creo la Casa de la Cultura lo hizo soñando en convertir al país en una potencia cultural, ante la imposibilidad de ser una potencia política o económica en los aciagos años de la invasión peruana del cuarenta y uno. Ese solo hecho le dio luz propia a la CCE en su quehacer animador de las manifestaciones libertarias, contestatarias y solidarias del pueblo ecuatoriano en contrapunto con el poder.

Entones recién se entiende que hoy resulte poco menos que imposible hacer compatible esa visión insurreccional de la cultura, con los afanes de un Estado que pretende ser catalizador de los ímpetus populares. Sabido es que todo gesto oficial resulta sospechoso ante la cultura que busca cuestionar, suscitar, construir y no conservar, aplacar o sofocar.

La cultura es un ejercicio de derechos colectivos como expresión democrática y plural de la identidad de un pueblo. No se entiende de otro modo la creación artística, literaria, musical o teatral, por mencionar algunas, sino como la vertiente desburocratizada del pensamiento y sentimiento creativos de un pueblo que le permita  “reflexionar críticamente sobre todo lo que sucede en Nuestra América y el mundo, desde un ambiente de libertad”. En este sentido Correa tiene razón cuando dice que "no se puede escribir una novela o pintar un cuadro por decreto".

Si en algo extravió su mirada el Estado frente a la actividad cultural es, precisamente, en no concebir a la cultura como una luz irradiadora de sentido. No debió el Estado quedarse a medio camino de comprender el rol de los gestores culturales y entrabarse en un paternalismo étnico  candoroso, muchas veces indigenista o afrodescendiente, para sopesar  y finalmente apoyar los proyectos culturales con fondos estatales. Menos aún debe pretender adscribir la gestión de  instituciones culturales, como la CCE, bajo su égida si su gestión responde a gestiones políticas coyunturales.

La invocación de Pérez, en tal sentido, llega a ser conmovedora: “Ojalá en algún momento, compañero Presidente, pueda ampliar frente a usted nuestro criterio sobre la Cultura y sobre la Casa de la Cultura, a fin de cuidar y apoyar su sacrificada gestión por la Patria, desde la vertiente más profunda y verdadera”.

Qué bien haría el Ministerio y sus personeros en escuchar a los gestores culturales por el sentido que éstos insuflan a su quehacer estético y ético, como creadores de nuevas expresiones y representaciones de la vida del país. Si la carta de Pérez a Correa inaugura un nuevo camino de comprensión entre el poder y la cultura, no habrá sido escrita en vano.

martes, 15 de octubre de 2013

PROHIBIDO VIRAR A LA IZQUIERDA


Por Leonardo Parrini

Un buen amigo me decía el otro día -conversando un café- que aquello de las izquierdas y de las derechas se está volviendo un tema más geo referencial que político. Que en el país de la revolución ciudadana o citadina, como prefiero llamarla, porque aún no penetra en los bosques nublados amazónicos, ni en los montes manabas y tampoco en las cumbres andinas con una verdadera revolución agraria-, ese país de Rafael se parece mucho al Macondo de García Márquez: colorido, metafórico, surreal, luchando aun sin conseguirlo por romper su vocación sentimental y agraria. Volviendo al punto. Mi amigo me reiteraba una idea suya recurrente, pero siempre aguda: hay políticos para quienes la dicotomía izquierda derecha, la lucha de clases, es apenas un eufemismo añejo, trasvasijado en el baúl romántico de los marxistas-leninistas de los años sesenta.

Y en seguida me vino a la mente el discurso ortodoxo de la izquierda-izquierda, no aquella que quizo posar de democrática o de ecologista o, simplemente, de izquierda ciudadana. No. Esa izquierda latinoamericana que no se avergonzaba, como ahora, de andar con el Manifiesto Comunista bajo el brazo y de pegar la foto del Che en la pared de su dormitorio. Esa izquierda donde todavía subyacen algunos de mis mejores amigos, mientras que los otros ya han defeccionado de la amistad y de la revolución. Esa izquierda que sigue convencida en teoría, que el pueblo unido jamás será vencido, pero que al interior de sus filas nunca logró la unidad para vencer.

Y recién entonces discrepé con mi amigo, cuando caí en cuenta que entre la izquierda y la derecha sigue habiendo diferencias: el gusto por las reminiscencias y su atribularia conducta frente al poder perdido o jamás conseguido. La misma izquierda que hoy deambula por el espectro político sin rumbo cierto, con más nostalgia que utopías futuras, y convencida de que la actual revolución ciudadana, no es revolucionaria ni popular. Y que por lo mismo, esa izquierda es la que con una habilidad sorprendente el Presidente Rafael Correa empujó hacia una oposición, tan aguda como la escuálida derecha ecuatoriana que se debate entre escupitajos y flatulencias coprolalias, políticamente coyunturales.

Y de pronto recordé a ese lúcido exponente de la izquierda-izquierda, el sociólogo Alejandro Moreano, quien con su habitual agudeza política da siempre en el clavo allí donde otros se machacan los dedos. Moreano en su cuenta de Facebook pintó un retrato muy exacto de como la izquierda marxista ve la figura del Presidente Correa: “Gobierno autoritario por que el Presidente es ególatra, y de temple despótico”. Y se pregunta si esa cualidad ha sido transferida al estilo de gobernanza del régimen.  

Su observación, -cargada de amargo sentido, como el café que sorbíamos con mi amigo- vino matizada de una apuntación de Gramsci en la certera afirmación de que una cosa es la conducta personal de un líder, y otra, las acciones orgánicas del movimiento que lidera. No obstante, Moreano puntualiza que “los errores de Correa se están convirtiendo en el contenido central de la política”. Y en seguida sacó de la manga una retahíla de ejemplos: la decisión de producir petróleo en el Yasuní, el área de mayor diversidad del mundo, luego de varios años de propaganda en contra de la explotación, lanzar denuestos contra las asambleístas de Alianza País que se pronunciaron en contra de la penalización del aborto y por reconocer los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. Y a renglón seguido, esgrime una colección de adjetivos calificadores: “Prepotencia, egolatría, soberbia, arrogancia, intemperancia, megalomanía, intolerancia, despotismo…. sin duda. Pero también ofuscación, perturbación, ceguera, testarudez, obstinación, obcecación, torpeza, ineptitud, incapacidad que está ahondando diferencias con su propio partido”.

Y todo aquello en el preciso momento en que el Presidente Correa “parecía haber alcanzado la plenitud del poder- y, sobre todo, incrementando el descontento general de la población y la fortaleza de una oposición de izquierda con un programa mínimo: no al Yasuní y al extractivismo en general, por la despenalización de aborto y el reconocimiento de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, contra el Código penal y otras medidas que están gestando un estado policíaco, por la soberanía alimentaria, la reforma agraria y el agua para los campesinos, el desconocimiento de las leyes de Educación que conculcan la autonomía universitaria y otras conquistas docentes y estudiantiles”.

En el decir de Moreano, Correa está uniendo a la oposición de izquierda, “cuya intransigencia expresa de modo concentrado las contradicciones estructurales actuales de la sociedad”. Una coyuntura en cuyo epicentro persiste un “síntoma del cambio de una política de estabilidad del régimen -en base a ciertos programas sociales- a una política de grandes negocios en torno al petróleo y la minería y con el respaldo de nuevos grandes consorcios económicos como los Eljuri, y que marcan la consolidación de la agroindustria como eje de la estructura agraria, las importaciones para sostener la llamada seguridad alimentaria en contra de los pequeños productores interesados en la soberanía alimentaria”.

He ahí que descubro otra discrepancia con mi amigo, mientras compartimos el cafecito: la izquierda no es lo mismo que la derecha, porque ésta última no tiene vela en este entierro y tampoco tiene nada que hacer en esta lucha, salvo tratar de pescar a río revuelto. Será por eso, acaso, que el Presidente les tiene tan terminantemente prohibido a sus partidarios virar, precisamente, a la izquierda.  

sábado, 12 de octubre de 2013

ALARMANTE DISCRIMEN CONTRA NIÑAS EN EL ECUADOR


Por Leonardo Parrini


En “alarma general” se declaró la organización Plan Internacional ante las reveladoras cifras que arroja una investigación realizada en Ecuador sobre violencia contra la mujer: el 78% de las niñas sufrió maltrato en sus hogares y el 41% en las escuelas. La entidad dirigida por Rossana Viteri denunció que en el país existe “discriminación estructural hacia las mujeres” que padecen de una problemática agudizada por la dificultad de acceso a la educación, el embarazo adolescente, la violencia intrafamiliar y el trabajo doméstico infantil.

No deja de sorprender la “alarmante situación” de las mujeres en Ecuador, un país que exhibe una de las constituciones más “garantistas” del mundo, acerca de una gama de derechos puestos en el papel hace cinco años desde que se inició un proceso que redefinió el rol del Estado en la sociedad ecuatoriana, bajo los principios de equidad e inclusión. 

La investigación de Plan Internacional reveló que “el 69% de los menores entre 10 y 15 años han sido víctimas de violencia de género, especialmente abuso sexual, según un estudio de entidades locales e internacionales mencionado por Viteri”. Bajo estas cifras subyace “un Ecuador que ha normalizado, naturalizado, la violencia contra las niñas especialmente, tanto así que resulta casi invisible". Una realidad oculta, que esconde en su trasfondo una “menor valoración hacia el género femenino” en un país que a los ojos del mundo inició un proceso de transformación social y política.

Los realizadores del estudio señalaron como causa de la violencia contra la mujer en el Ecuador, la existencia de una sociedad patriarcal “que pone el acento en la valoración de lo masculino” y en la que lo femenino es visto como una categoría menor. Como ejemplo se mencionó que en una provincia del país una partera cobra más dinero cuando nace un niño varón, manifestaron los investigadores.  

Cartas reveladoras

Durante el desarrollo de la investigación, menores de nueve provincias del Ecuador involucradas en el estudio enviaron, aproximadamente, 1.500 cartas narrando sus casos particulares. En las misivas la palabra “miedo” fue el común denominador para el 58% de las niñas que confesaron “haber sufrido algún tipo de violencia en el hogar, escuela o espacio público”. Las infantes narraron hechos de maltrato, abandono de sus progenitores y miedo a que no las apoyen en sus estudios, debido a que los padres consideran una mala inversión pagarles los estudios porque finalmente terminaran casándose.

Las cartas escritas con mano temblorosa por las menores de edad son el crudo testimonio de la inseguridad en que viven en su entorno familiar y barrial. Una niña pidió al Presidente Rafael Correa proveer de alumbrado público a su barrio para que en medio de la oscuridad no se la lleve “ese señor” que llevó a su amiga.

Las cartas de las menores reflejan temor al embarazo y a que “personas grandes les hagan daño”; principalmente miembros o allegados de sus hogares, puesto que, según los estudios, allí conviven acosadores sexuales y violadores. Un 94% de las niñas manifestó conocer algún caso de embarazo adolescente, situación que en las dos últimas décadas ha aumentado en un 80% en el Ecuador. Un 37% de las niñas relata episodios de violencia relacionada con actos sexuales y un 14% denuncia abiertamente violencia sexual en lugares cercanos a sus hogares.

El trabajo infantil doméstico se perfila como la otra pesadilla de las niñas menores de edad que, según el 74% de las entrevistadas, les impide jugar o estudiar. Obligadas a prestar servicios domésticos, las menores no tienen posibilidades de terminar sus estudios primarios o secundarios.

Representantes de Plan Internacional manifestaron que mucha responsabilidad sobre los hábitos sexuales de los adolescentes la tienen  los medios de comunicación, debido “al bombardeo de información que les impulsa a ser adultos más pronto”. Los paradigmas machistas son identificados como un impedimento para lograr una sociedad equitativa que vincule la masculinidad a un gesto responsable con la mujer.

La investigación apunta a crear conciencia sobre la necesidad de asegurar educación a las menores de edad entrevistadas que, en un 80%, manifestaron interés “en seguir estudiando”. Este es un llamado de atención a las autoridades educacionales que deben garantizar la cobertura educativa en el país para “que no haya una niña fuera de las escuelas”.

El Ecuador incluyente debe asegurar que una auténtica revolución cultural llegue a todos los estamentos de la sociedad, con nuevos valores que permitan el desarrollo de la niñez y de la adolescencia en un ambiente seguro, sin miedos, que asegure su valoración como seres humanos. Acaso sea este el primer paso hacia una sociedad en capacidad de soñar y hacer realidad la utopía de un país libre de violencia de género.