Por Leonardo Parrini
''Así que Cuba si, yankees no; ojalá más temprano que
tarde podamos decir Cuba si yankees también'' dijo
Silvio Rodríguez. El trovador cubano no hizo más que parodiar la célebre frase
que hace 45 años dijera el poeta chileno Nicanor Parra, a propósito de una visita que hiciera al Pen Club de EE.UU. y aprovechando su estadía en Washington, aceptó una invitación a tomar un té en la Casa Blanca, con la esposa de Richard Nixon. El hecho
causó revuelo entre la intelectualidad de izquierda de la época. El irreverente
Parra cedía a los cantos de sirena del imperialismo yankee. El antipoeta
Nicanor Parra fue excomulgado de la élite cultural revolucionaria de
entonces. Eran tiempos de la guerra
fría, y de la cálida cercanía de EE.UU. con Latinoamérica, a través de sus
políticas asistencialistas de la Alianza para el Progreso. Alianza que no
incluyó a Cuba y, muy el contrario, se plasmó en una presión sobre los países
latinoamericanos para firmar un acuerdo de exclusión de Cuba de la OEA y de un
bloqueo y embargo económico a la isla de Fidel, con graves repercusiones para
el progreso de Cuba.
Los tiempos han
cambiado y el mapa geopolítico del mundo también
y hoy, después de cincuenta y cinco años de revolución cubana, EE. UU. reconoce el fracaso de su política frente a la isla de Cuba. Fracaso, porque el
régimen cubano ha sobrevivido a diez presidentes norteamericanos quienes, con
mayor o menor intensidad, han recrudecido el bloqueo e impuesto la política del
garrote a la isla de José Martí. Fracaso, porque Cuba sigue en pie, sin mayores
variaciones de su guión político, mientras que EE.UU. se ve obligado a
revisar su estrategia con el Caribe y América Latina que clama al unísono por
el fin del bloqueo a Cuba, como una medida de elemental sentido de convivencia internacional.
La historia de
las relaciones cubano norteamericanas comenzaron mal, con el intento de EE.UU
de querer comprar la isla, como una mercancía más que se transa en el mercado
internacional. Esto ocurría mientras “disminuía la influencia española
en el Caribe, y los Estados Unidos ganaron progresivamente una posición de
dominación política y económica sobre la isla”, con un importante peso de la
inversión extranjera, y la mayor parte de las importaciones y exportaciones,
así como una fuerte influencia
política.
El triunfo de la Revolución cubana, en enero de 1959, provocó un serio
deterioro de las relaciones bilaterales entre ambos países, y desde entonces
han estado marcadas por la confrontación y la mutua desconfianza. No obstante
que Dwight Eisenhower, como Presidente de los EE.UU, reconoce al nuevo gobierno
revolucionario de la isla, que se define como régimen comunista aliado de la
Unión Soviética y del bloque socialista de Europa del Este de esos años, a pocos meses de
iniciada la aventura revolucionaria en el poder.
En respuesta, el
Gobierno de los EE.UU, el 19 de octubre de 1960 prohibió toda exportación a
Cuba. Esto sirvió de pretexto a Cuba para estrechar aún más las relaciones comerciales
con la URSS, suprimiendo EE.UU. cualquier
representación diplomática. Posteriormente, los estadounidenses
Edwin L. Sweet y William G. Friedman fueron arrestados y expulsados de la
isla con cargos de apoyar actos de terrorismo, conceder asilo ilícitamente,
financiar publicaciones subversivas y comerciar con armas de contrabando.
Invasión a Cuba
Y el ataque económico norteamericano a Cuba,
no fue puro simbolismo. En 1961 Cuba es objeto de la invasión de mil
quinientos cubanos entrenados por la CIA, en Bahía de Cochinos. Luego del primer
embate, los cubanos de la isla resisten militarmente y se adjudican un triunfo
político de imprevisible proyección internacional.
A partir de entonces las relaciones de
comercio se enturbian y caen al más bajo nivel entre ambos países. El presidente
John F. Kennedy, en 1962, amplió las restricciones comerciales parciales
impuestas tras la revolución por Eisenhower a todo el comercio con Cuba, a
excepción de la venta no subvencionada de alimentos y de medicinas. Al
siguiente año los viajes a la isla y las transacciones financieras de los
ciudadanos norteamericanos a Cuba fueron prohibidos. La expulsión de Cuba de la OEA sería cuestión de poco
tiempo bajo la presión continental estadounidense. El embargo de muchos años
impuesto por EE.UU. fue reforzado en octubre de 1992 por el Acta para la
Democracia Cubana la Ley Torricelli, y en 1996 por el Acta por la Libertad y Democracia
Cubana conocida como Ley Helms-Burton. En septiembre de 2006 el gobierno norteamericano
anuncia la creación de una comisión de trabajo para establecer nuevas políticas
hacia la isla, fijar escenarios de conflicto y supervisión a Cuba, ante el retiro
temporal de Fidel Castro del poder, quien fuera reemplazado por su hermano Raúl. Uno de los hechos que marca la relación
cubano estadounidense es la presencia, en Cuba, de la base norteamericana de Guantanamo, bajo la figura de arrendamiento que Cuba nunca aceptó, lo que se convierte en ocupación de un territorio extranjero por fuerzas
militares del Pentágono.
Fin a la guerra fría
Esta semana las relaciones
entre Cuba y los EE.UU. alcanzaron el punto más cálido, desde que en la isla se
implantara el sistema socialista; y con ello concluye la guerra fría en el
continente americano. La nueva coyuntura significa que se pondrán en marcha medidas
“para restablecer las relaciones diplomáticas, sacar a Cuba de la lista de
estados que apoyan el terrorismo y facilitar el viaje de los norteamericanos a
la isla”. El acuerdo se da en el contexto de “la liberación del contratista
norteamericano Alan Gross, detenido desde hacía cinco años en Cuba, así como de
un agente de inteligencia cuya identidad no ha sido revelada pero que según
Washington llevaba 20 años preso en la isla y fue clave para identificar a
espías cubanos que operaban en territorio norteamericano”.
Pero no todo lo
que brilla es oro. Obama, si bien tomó la iniciativa histórica, ésta se
estrellará con la fuerte oposición de los conservadores republicanos en el
parlamento de los EE.UU, opuestos a las medidas restauradoras de las nuevas
relaciones con Cuba. No obstante, un síntoma nuevo es la opinión de la
comunidad cubana en Miami, que en un 52% de los consultados se opone a que continúe
el bloqueo económico a la isla. Versiones de prensa local establecieron que “un 71% de los consultados considera que
el embargo “no ha funcionado nada” o “no muy bien”. La mayoría apuesta por
establecer relaciones diplomáticas entre EE.UU y Cuba (un 68%) y por levantar
las restricciones de viaje para los estadounidenses a la isla (69%),
especialmente entre los jóvenes (90% y 89%, respectivamente)”.
Los nuevos aires que soplan, sin duda,
refrescan la democracia continental, las relaciones internacionales bajo principios
de convivencia y el intercambio multilateral entre todos los países del continente,
incluidos Cuba y los EE.UU. Por eso cuando Nicanor Parra dijo, Cuba Si yankees también no estaba haciendo, nada más, que una
premonitoria sentencia que, medio siglo después, en la voz de Silvio Rodríguez
se convierte en clamor continental.
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