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E c u a d o r - S u d a m é r i c a

martes, 29 de abril de 2014

JUAN PABLO II EL SANTO POLÉMICO


Por Leonardo Parrini

Escucha mis palabras
Oh señor
Oye mis gemidos
Escucha mi protesta
Porque no eres tú un Dios
amigo de los dictadores
ni partidario de su política
ni te influencia la propaganda
ni estás en sociedad con el gánster.
Porque tú no te sientas en la mesa del tirano…

Así rezan uno de los versos del poeta Ernesto Cardenal, religioso amonestado en forma humillante por Juan Pablo II, durante su visita a Nicaragua en 1983. En un gesto carente de toda humildad no le permitó besar su mano y le dijo: !Usted tiene que regularizar su situación! Han transcurrido tres décadas del incidente y la figura de Cardenal como sacerdote entregado a la causa de los pobres y militante de la revolución sandinista, pervive en la memoria de los pueblos latinoamericanos. Cardenal refiere en estos términos el incidente: De las primeras cosas del Papa cuando pisó suelo nicaragüense fue la humillación pública que me hizo en el aeropuerto enfrente de todas las cámaras de televisión. Aunque no me cogió de sorpresa porque estaba preparado para ello.

Eran los tiempos del Papa peregrino, Juan Pablo II que decidió la diplomacia vaticana directa para enfrentar una década de conflictos irresolutos en el continente latinoamericano. Así también Juan Pablo II visitó Chile, en plena dictadura militar de Pinochet, con quien impartió la bendición en un acto de masas y se sentó a la mesa del tirano. La rigurosa diplomacia del Vaticano por esos años hacía que el Papa se convirtiera en un embajador plenipotenciario, con todos los poderes de negociación frente a los gobiernos con los que entrababa relación directa durante sus giras.  La vertiginosidad con que Juan Pablo II se convirtió en santo es otro de los temas polémicos en torno a la beatificación de este prelado. Los circulos católicos del Vaticano habituados a esperar hasta dos siglos para ver surgir un nuevo santo, se han sorprendido ante la premura imperante en la canonización del Papa polaco. La carrera de hacer santos en la Iglesia católica se vio notablemente fortalecida durante la gestión de Karol Wojtyla que realizó 482 canonizaciones en los 27 años de su papado. Cifra superada por Francisco que en dos años ha aumentado a 800, incluido tres casos donde no se han realizado los dos milagros reglamentarios establecidos por el Vaticano para la canonización de un aspirante a la santidad.

Un santo cuestionado

La ceremonia de canonización de Juan XXIII y de Juan Pablo II está rodeada de polémica por ser la primera vez en 2000 años que se nombra a dos santos a la vez. Y la pregunta obvia cuestiona cómo la iglesia católica rompe con sus propias tradiciones: ¿cómo decide la Iglesia santificar a un hombre que también fue pecador? ¿Cuáles deben ser sus méritos? Y ¿se lleva a conciencia la investigación sobre su vida ejemplar, así como la de los dos milagros que hasta el momento el mismo Vaticano pedía confirmar? El caso de Teresa de Calcuta es sintomático, ya que se encuentra suspendido, porque aún no se certifica sino un solo milagro atribuido a su persona. El Italiano Angelo Giusepe Roncalli -Juan XXIII- fue considerado como un Reformista, humilde y cercano a la gente; el polaco Karol Wojtyla -Juan Pablo II- fue más bien destacado por su carisma y su capacidad de seducir multitudes, generando un verdadero culto de la personalidad. ¿No debería recaer la beatificación en vidas ejemplares más allá de su trascendencia política?

La pregunta es pertinente puesto que en los casos de Juan XXIII y Juan Pablo II, es obvio que su roles políticos jugados en sus sendos contextos contribuyeron a que la jerarquía eclesiástica pusiera sus ojos en su innegable influjo político para elevarlos a los altares. En el caso de Juan XXIII se trata de un pontífice que jugó un papel decisivo en la consolidación de la iglesia en los años posteriores a la Guerra Fría que dividía al mundo. Su intervención directa en algunos conflictos lo hizo acreedor a la figura de mediador político. El caso de Juan Pablo II, es singular ya que aunque muchos han de hacer la vista gorda ante los numerosos informes de abusos sexuales dentro de la Iglesia, “la presión para canonizarlo fue tan grande que habría sido casi imposible para Francisco evitarlo”. 

Pero las objeciones no terminan allí. Juan Pablo II se caracterizó por su abultado peregrinaje por países del mundo que, luego de su visita, experimentaron cambios en sus políticas o giros de rumbos definitivos. El caso de Polonia es el más notable en aquellos días en que el sindicato Solidaridad, conducido por el dirigente disidente Lech Walesa, se enfrentaba al régimen comunista. El Papa, en abierta intervención llamó a dar por terminado el sistema socialista en su tierra natal. Eso marcaría el principio del fin del socialismo real en toda Europa oriental. Considerado como un viaje que cambio la historia, la presencia en junio 1979 de Juan Pablo fue decisiva en la ex nación comunista con cuyos dirigentes, en principio opuestos a su presencia en el país, negoció arduamente su visita. El cardenal Stanislaw Dziwisz, arzobispo de Cracovia reconoce en estos términos la influyente visita de Juan Pablo II a Polonia: Hoy sin duda podemos decir que su primera peregrinación a Polonia fue el más importante de todos los viajes papales porque desencadenó un proceso de cambios increíbles a nivel mundial. Todo empezó en aquellos días.

La versión de Dziwisz es nítida al momento de explicar la influencia del Papa viajero: Juan Pablo II siempre rechazó la doctrina del "compromiso histórico" según el cual Occidente e incluso la Iglesia habrían debido considerar al marxismo como un elemento decisivo del desarrollo de la historia. Estaba convencido de que el futuro no pertenecía ni al marxismo ni a la lucha de clases. Con la misma determinación, Juan Pablo II se opuso a los intentos de incluir el análisis marxista en la doctrina social de la Iglesia en el ámbito de la teología de la liberación. Para él, el desarrollo de la humanidad pasaba por la posibilidad de elegir y por los derechos humanos. Estaba a favor de los derechos de la persona y de la intocable dignidad del hombre. El discurso de Gniezno marcó el inicio de la caída del telón de acero que entonces dividía a Europa. ¡La caída del Muro empezó allí, no en Berlín!

¿Por qué se santifica a un Papa anticomunista?

En contraste, la visita de Juan Pablo II a Chile estuvo marcada por la presencia en el poder del dictador Augusto Pinochet a quien saludó con sonrisas y compartió el podio mientras las fuerzas del orden reprimían brutalmente a los manifestantes en contra de la dictadura. Los sectores opuestos a la canonización de Juan Pablo II argumentan que "Las razones tienen que ver con la realidad que se vive aquí en América Latina o cómo se vivió en América Latina ese pontificado que significó para muchas iglesias un proceso prácticamente de persecución, de censura, de combate de una experiencia eclesial que nació en nuestro continente a partir de las comunidades eclesiales de base y de la teología de la liberación". Además de razones de índole ideológica, quienes se oponen a la santificación de Juan Pablo II señalan que hay hechos que inciden en uno de los capítulos más polémicos de su mandato: los casos de pederastia entre el clero católico. En América Latina, su relación con el fundador de los Legionarios de Cristo, el sacerdote mexicano Marcial Maciel, cobra para los detractores de la canonización de Wojtyla un relieve especial. Maciel, fallecido en 2008, acompañó a Juan Pablo II en sus visitas a México en 1979, 1990 y 1993 y está acusado de haber cometido abusos sexuales contra menores desde la década de los 50.

La humanidad está transitando de la fase de las religiones a la fase de las espiritualidades libres. Nunca antes en la historia regiones sumisas y creyentes, como América Latina, se habían insubordinado a los designios de los imperios cristianos. Sectores opuestos a la decisión de Francisco han manifestado su rechazo a la canonización de Juan Pablo II, puesto que “no sólo respaldó y se fotografió con el asesino y dictador Augusto Pinochet (1987), sino que fustigó duramente a las y los católicos activos en las luchas revolucionarias centroamericanas. Humilló y dejó que asesinaran al Arzobispo de El Salvador, Oscar Arnulfo Romero, un activista de la liberación popular. Censuró y silenció cerca de 20 teólogos de la liberación. No sólo fue abiertamente homofóbico, sino que protegió abiertamente a curas y obispos pederastas. Premió a los banqueros “criminales” articulados en el Opus Dei con el estatus de Prelatura Personal a cambio de la inyección de cuantiosas sumas de dinero en el oscuro Instituto para las Obras Religiosas”. Según sus detractores  el sistema occidental-cristiano necesita de íconos sagrados para desmovilizar y castrar la insubordinación sociopolítico religioso creciente, y así alargar su hegemonía. Asi el nuevo santo asciende al cielo en medio de la más candente polémica terrenal. 

lunes, 28 de abril de 2014

LENNON Y McCARTNEY ENTRE MITOS Y HÉROES

Por Leonardo Parrini

Los mitos no mueren, se transforman. Hoy a cuarenta años de la disolución de The Beatles aún persiste en la memoria colectiva la conjunción y la rivalidad existente entre John Lennon y Paul McCartney. Una dicotomía marcada por dos culturas contrapuestas. Rebelde, contestatario, transgresor, progre, genial Lennon; formal, disciplinado, diplomático, vegetariano, familiar, conservador, también genial, McCartney, encarnan ambos los ideales antagónicos de dos generaciones.

Un McCartney que sale de gira millonaria en familia, con una esposa con cara de bonachona como Linda, no lo ha ayudado en tiempos en que “sexo, droga y rock and roll” son el signo de una época donde pasa por conservador y monárquico. En ese avatar, Paul ha tenido que mostrar algo más que lo mantenga vigente, además de regresar al pasado en cada presentación. Se ha dicho de manera un tanto injusta que McCartney es solo Yesterday, un ayer que como el título de su tema icono es pura evocación, sin por ello dudar de su talento musical superior.

Aquello que lo menoscaba frente a Lennon, el insurrecto Beatle que murió en su ley, es que Paul no se sale de un lugar común de sospechosa corrección política, con su condición de caballero de la corona británica, sus manejos financieros de la compañía Apple y su militancia superficial de un vegetarianismo a ultranza, defensa de los animales y lucha por quitar minas antipersonales. Mientras que John Lennon representa los sueños de una generación que quería cambiar el mundo, hacer una revolución del amor y oponerse por siempre a las guerras capitalistas. Lennon era pura convicción, McCartney acomodamiento a las circunstancias sociales y políticas. Para muchos Paul encarna el prototipo del popstar de humor tontorrón, que promociona su gira por Ecuador llamando "mamacitas" a sus fans, ya bien entradas en años. Un personaje que no teme al ridículo por salir al escenario con indumentaria de Lord inglés, con tirantes incluidos, en un show de rock. No obstante, lo mostrado en su gira latinoamericana no deja que su público tenga un sólo momento para pensar siquiera en que ese hombre que tienen enfrente es "monárquico, conservador o de derecha".

Si bien Lennon se ha convertido en el ángel caído, el mito; McCartney juega el papel de héroe marketeado para una generación que no lo conoce a fondo y otra que lo evoca como el compañero de John en el cuarteto londinense. Un sexagenario que da batalla en el escenario con una disciplina inamovible. Se dice que muchos no le perdonan a “Paul McCartney que no fuese el primero de los Beatles en morir”, como afirmaba esa famosa leyenda urbana de Abbey Road. No deja de ser paradójico. Esta noche cuando salte al escenario de Quito, Paul McCartney encarnará el héroe un tanto acartonado y formal, que ya no lo mítico, puesto que el fantasma de John Lennon deambulará, entre bambalinas, como el mito eterno de los auténticos escarabajos de Liverpool.  

sábado, 26 de abril de 2014

EL SORPRENDENTE Y POSTMODERNO SPIDERMAN II


Por Leonardo Parrini

El cine hollywoodense tiene la virtud de crear paradigmas que sugieren modelos de organización social, estilos de vida y hasta condiciones de cómo morir. El film El sorprendente Spiderman, recientemente estrenado en Quito, no es la excepción. Se trata del último prototipo cinematográfico que refleja, en toda su dimensión, la sociedad capitalista postmoderna que vivimos. Una propuesta con sólidas bases ideológicas arraigadas en la cultura tecnocrática de la violencia social, la lucha entre el bien y el mal, leiv motiv narrativo recurrente, y el culto al individualismo heroico como eje del devenir histórico.

La nueva versión del film The Amazing Spiderman, dirigida por Marc Webb, narra la historia de Peter Parker (Andrew Garfield), joven diseñador de redes que se la pasa entre combates contra enemigos en serie y su romance con Gwen (Emma Stone), una joven bachiller graduada con honores. El encuentro con su viejo amigo Harry Osborn (Dane DeHaan), heredero millonario, cambia la existencia de Spiderman al descubrir nuevas pistas de su confuso pasado. En el ínterin asoman los villanos liderados por Elektro (Jamie Foxx), un joven negro transformado en un ente electrizante que consume toda la energía eléctrica de New York provocando los temibles apagones, como una metáfora de la crisis energética que amenaza constantemente a la potencia norteamericana. No falta el Duende Verde que secunda al villano principal y el Rinoceronte estilo Transformers, conducido como un tanque por un personaje de origen ruso, como para que no quepa duda de donde provienen los eternos enemigos de los EE.UU.

El guión producto de la imaginería de James Vanderbilt y Stan Lee, reúne todos los ingredientes culturales más representativos de la posmodernidad. Una ciudad de New York –parodia de la capital del mundo- sin autoridades visibles, con una policía supeditada a las órdenes de los superhéroes y cumpliendo una ineficaz labor contra los ataques terroristas de los villanos de turno. En esa realidad citadina desprovista de seguridad el héroe, Spiderman, emerge como un joven de rasgos latinos, -emotivo, voluble a los encantos femeninos, amante de la tecnología ¿prototipo del joven actual?-, que va y viene trepando edificios de una ciudad convertida en un gigantesco escenario electrónico virtual.

Entre piruetas de vértigo, el superhéroe se convierte en gancho publicitario volando de un lado a otro, entre anuncios luminosos donde destacan marcas de origen japonés. No es casual que el propio computador Sony Vaio, desde el cual se manejan los hilos de la trama, esté sutilmente presente en las escenas claves. Los chinos, en cambio, ocupan un lugar más cotidiano en esa ciudad donde el China Town es el paraíso oriental en pleno corazón de Nueva York. Una heroína, Gwen, que recuerda la figura de la Barby en su esmirriada delgadez, se gradúa de bachiller como la mejor alumna de su promoción de secundaria. Gwen, sobre maquillada, recursiva e inteligente, echa por tierra el mito de la rubia tonta, que tan deliciosamente encarnó la Marilyn Monroe en el cine norteamericano sesentero.

A esta fanesca cinematográfica hay que agregar otros ingredientes prolijamente incluidos en la fórmula hollywoodense. En el uso de las nacionalidades étnicas, el argumento de la película es prolijo en detalles reveladores. El villano central Elektro de origen negro hace una ineludible alusión al racismo norteamericano, aun insuperado del todo. Un maloso de origen ruso que maneja un tanque con un inusitado poder destructivo, nos recuerda al enemigo principal de los intereses norteamericanos. Una escena de lucha entre los héroes y sus enemigos, que transcurre en el interior de los mecanismos de un reloj Big Ben londinense, instalado en plena torre neoyorkina, alude a la obsoleta tecnología del pasado análogo europeo.

Con un excepcional despliegue de recursos audiovisuales y  efectos animáticos 3D, el film muestra una historia trivial que evoca los cuentos medievales de héroes y heroínas de innegable corte romanticón. Pretexto y contexto de una historia en que Spiderman, como héroe capital, encuentra un nuevo motivo para defender la ciudad de los villanos en medio de su love story, o romance trágico que vive con la chica bachiller en paralelo a la trama de violencia extrema producida con elementos tecnológicos de última generación.   

La crítica antihéroe

La crítica le dio la espada a la superproducción norteamericana: Spiderman, El Poder de Electro vuelve a confirmar que, salvo Bryan Singer y la propia Marvel, nadie sabe qué hacer con los superhéroes creados por Stan Lee. Marc Webb nos ofrece en la secuela del reboot una propuesta tacaña de emoción y de amor por los personajes que traslada. Para el crítico Javier Lacomba Tamarit, la película no funciona, no emociona, no atrapa ni interesa. Marcha a trompicones entre escenas absurdas y secundarios desaprovechados, villanos sin sustancia ni fondo hasta un anticlimático desenlace que ni siquiera se las apaña, aun utilizando el material que utiliza, para emocionar al espectador. Spiderman decididamente no funciona.

Más allá de si la película funciona en tal o cual sentido, en The Amazing Spiderman, constatamos que la sociedad norteamericana se reinventa a través del cine hollywoodense y se asusta de sí misma, pero no se asombra, habituada a un clima de violencia urbana más desenfrenada, como paisaje cotidiano. La propuesta es clara: A merced del terrorismo, estamos desprovistos de un Estado que ponga orden. Un mundo postmoderno, tecnificado y desolador, donde solo pueden salvarnos los superhéroes individuales. Somos ciudadanos de un mundo que observamos impotentes, mientras que detrás de las barreras policiales nos limitamos a aplaudir las andanzas de los héroes que, como Spiderman, tejen una fina telaraña en la mente de los espectadores que muchas veces no deja ver otros detalles claves de la realidad social.