La 68 Asamblea General de la
SIP, Sociedad Interamericana de Prensa, gremio que agrupa a las empresas mediáticas
latinoamericanas, reunida esta semana en Sao Paulo, Brasil, emitió un categórico pronunciamiento
acerca de la situación del ejercicio periodístico en Ecuador. La SIP manifestó que “la auto censura está ganando terreno, ya que varios responsables de medios de
comunicación han decidido cerrar programas que puedan incomodar al Gobierno”,
puesto que “no existe plena libertad de
expresión y de información. Todas las funciones del Estado están tomando
decisiones que la deterioran”. La evidente intencionalidad política de
dicha afirmación, al margen de la autoridad que le atañe o no a un organismo privado
para juzgar el ejercicio de política pública comunicacional de un gobierno del
continente, remite necesariamente a la polivalente palabra
censura.
Estudios sobre el
origen de la palabra censura establecen que ésta se relaciona con la “reprobación o descalificación
moral” ejercida como instrumento de control que ha funcionado históricamente
en todas las sociedades “para sancionar la transgresión del orden establecido”.
Surgida como medio de control del poder político, la censura emerge en “las
sociedades con relaciones de parentesco en que el predominio de las relaciones
igualitarias dan paso bruscamente a las relaciones de tipo jerárquico”.
Sociedades jerárquicas que se rigen por el principio de la segmentaridad del valor, es decir, que si a la totalidad del poder le corresponden la totalidad
del valor jerárquico el resto de la comunidad va perdiendo ese valor a media
que desciende en la escala social. Esto significa que quien ejerce el poder se convierte en referente de la verdad y de los valores socialmente impuestos
y/o aceptados.
De este modo la jerarquía, o autoridad superior, abarca todos
los poderes y asume todas las funciones frente al colectivo social como autoridad política institucionalizada. Así la jerarquía, erigida
en ideología dominante está obligada a legitimar su poder, para lo cual ejerce la
potestad de “afirmar con autoridad la
verdad; decir lo que es conforme a la naturaleza de las cosas y enunciar la
norma de conducta” que se convierte en ley.
Esta capacidad de la autoridad de calificar -o cualificante- tiene origen
en la India en la función de los poetas panegirista encargados de elogiar, calificar
o censurar a los aspirantes al poder. La censura
como tal, es adoptada luego por los romanos en el Censo, que consistía en la “elaboración
de listas de ciudadanos con sus respectivos
honores et onera (honor y
responsabilidad política y militar) para su distribución en clases fundadas en
la dignitas o en la fortuna, dos
cualidades necesarias para la promoción o degradación social. La función del censo
era censurar, acción que proviene del sánscrito çamsa, y del latino
census o situar. En este sentido, censurar significa poner en su lugar a un hombre, acto u opinión, dándole su lugar jerárquico,
por elogio o reprobación.
La prensa en su lugar
Cierto es que la prensa
ecuatoriana ha sido puesta en su lugar
por decisiones jerárquicas al censurar opiniones
ofensivas o difamatorias contra representantes del poder, publicación de imágenes atentatorias
a la dignidad de los niños y niñas o difusión de información no fundamentada. Hechos
por lo demás sancionados en juicios de imprenta y con la prohibición
ministerial de dar información a los medios “mercantilistas”, cierre de canales
y radios locales por razones técnicas o separación de periodistas y opinaderos de determinados espacios
periodísticos opuestos al poder.
¿Y cuál pudo ser desde siempre el lugar de la prensa sino informar, entretener y educar, según su propia y
voluntaria función asignada como medio de comunicación? Lugar que difícilmente puede
ser compatible con el ejercicio de una actividad política como ente agitacional,
promotor o detractor de tal o cual ideología o proyecto político. Sin temor ni
favor la prensa debe ser el ejercicio que precautele la diversidad informativa
por sobre la libertad de empresa, derecho atingente a otro ámbito de la gestión
corporativa privada. Diversidad no siempre practicada por los medios en un auto
atentado a su propia prerrogativa de incluir todas las versiones en sus
realizaciones de prensa. Diversidad informativa que constituye, eso sí, un
derecho irrenunciable de la ciudadanía en el discernimiento de la verdad.
Los que defienden las mentiras son cómplices de estas. Los que ofenden, insultan y generan duda en las personas, abusan de la fe pública. Algunos medios defienden SU NEGOCIO, basado en el dinero. Piensan que los usuarios somos tan bobos que pretenden convencernos repitiendo una misma mentira cientos de veces, hasta que "suene" verdad. Los pueblos han despertado y empiezan a darse cuenta de quienes les HAN MENTIDO SIEMPRE. Los HECHOS COMPROBADOS son la VERDAD de la información, las OPINIONES PARCIALIZADAS son la gran estafa mediática!
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