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E c u a d o r - S u d a m é r i c a

miércoles, 30 de julio de 2014

LAS RELACIONES PÚBLICAS DE ECUADOR: UN TEMA ESTRATÉGICO


Por Leonardo Parrini

En el glamoroso mundo de las Relaciones Públicas -o las iniciales PR en inglés-, suelen haber vacas sagradas. Cómo no, si el lucrativo negocio de la imagen personal o institucional se ha convertido en política de Estado y en un tema de estrategia multipolar. Un reciente informe del periodista Paul Barret de Bloomberg Businessweek, puso en evidencia que la firma de relaciones públicas en New York llamada MCSquared PR, es una de las más activas del mercado estadounidense y del mundo en estrategias comunicacionales, lobby y manejo de imagen. MCSquared PR ha lidiado con la Chevron en el litigio que sostiene contra la petrolera norteamericana el abogado Steven Donziger. 

No es de extrañarse entonces, que uno de los hallazgos de la prensa de investigación internacional hecho por el periodista Lachlan Markay del medio digital Washington Free Beacon, lo constituya el hecho de que la MCSquared PR cuenta entre sus clientes al Estado ecuatoriano, y que en dicha circunstancia “no había registrado dicha relación con el Departamento de Justicia, tal como es requerido por la ley de Estados Unidos para todo aquel que actúa como agente de un gobierno extranjero”. Situación que ocurrió tres semanas después de que Markay publicara su investigación. Al momento del registro saltó a la luz el monto del contrato entre el Estado ecuatoriano y la firma relacionadora pública por 6,4 millones de dólares entre mayo de 2013 y abril de 2014, lo cual equivale a 534.000 dólares al mes.

Esto pone en evidencia la importancia que el Estado ecuatoriano confiere al manejo de imagen y de lobby internacional, en el contexto de una no siempre comprensiva opinión pública internacional a favor de Ecuador. Más aun, tratándose de contrarrestar la ingente campaña de la Chevron en contra del país. De hecho, el Ecuador es el país de América Latina más activo en este tipo de contrataciones, superado solamente por México, según la investigación de Markay.

De acuerdo con dicha investigación que tuvo acceso a registros oficiales del Departamento de Justicia, entre principios de 2009 y finales de 2014, “Ecuador habrá gastado en Washington un total estimado de 10.426.999 dólares en honorarios más 398.191,68 en expensas y gastos de representación, a través de 10 diferentes firmas de relaciones públicas y relaciones gubernamentales: Brown Lloyd James LDT, DTB Associates LLP, Fenton Communications, Foley Hoag, Humanitas Global Development, Patto Boggs LLP, Van Scoyoc Inc., McSquared PR, Ketchum Inc., y Delahunt Group LLC, esta última contratada pocos días atrás.

Otra de las firmas contratadas por Ecuador para el manejo de sus Relaciones Publicas internacionales fue Patton Boggs LLP, que en un periodo estimado de 39 meses facturó un total de 1.847.932,88 incluyendo expensas. Según los informes periodísticos “Brown Lloyd James, trabajó con el Gobierno ecuatoriano 18 meses. En ese periodo recibió un total de 848.264,13 dólares, lo que equivale a un pago mensual estimado de 46.602,72. Van Scoyoc Associates, Inc. por su parte, trabajó con Ecuador durante 6 meses, facturando un total de 218.578,52 dólares”

Cuáles son los resultados

Visto a la luz de las cifras, ¿es censurable que el Ecuador invierta en Relaciones Públicas internacionales en un mundo multipolar con claros propósitos de sostener una relación armónica con sus pares y con sus impares? Dicho con toda franqueza, no. No es, pues, un pecado invertir en un tema estratégico como es la imagen del país en el exterior.

Como una forma de cotejar los resultados de dicha inversión estratégica, hay que señalar que Ecuador mantuvo 685 contactos con el Gobierno Americano, la prensa internacional y otros actores relevantes. En persona se sostuvieron 177 contractos, 196 vía mail, 30 telefónicos y 282 clasificados como “otros” medios”. Las firmas que más resultados dieron son: Brown Lloyd James con un total de 242, seguido por Fenton con 136, Patton Boggs con 133 y Van Scoyoc con 124 contactos logrados.

El lobby realizado por las mencionadas compañías para Ecuador apuntó a lograr reuniones personales, emails o llamadas telefónicas para la Embajadora Nathalie Cely y otros visitantes de Ecuador, entre los cuales resalta el nombre de Gustavo Jalkh, Presidente del Consejo de la Judicatura del Ecuador. Los principales temas tratados en dichas reuniones con miembros del Congreso, Departamento de Estado, Departamento de Justicia y la oficina del Representante de Comercio de Estados Unidos, fueron las relaciones bilaterales entre Ecuador y Estados Unidos y la extensión de ATPDEA (Tratado Andino de Promoción Comercial). La Embajada ecuatoriana impulsó además una intensa estrategia de promoción mediática con la contratación de anuncios en el Washington Post, a través de la firma Fitzgibbon Media por monto de 85 mil dólares y con la firma McSquared que colocó 125 mil dólares.

El contrato con la MCSquared PR fue firmado entre María del Carmen Gray, Directora de la empresa y la Embajadora Nathalie Cely, en Abril de 2013. La contratación habría sido solicitada por Fernando Alvarado Espinel, Secretario Nacional de Comunicación de Ecuador, respondiendo a la estrategia estatal de contrarrestar la campaña que pretende “destruir la creciente imagen de liderazgo mundial del presidente Correa y aislar al país de la comunidad internacional, a través de la realización de actividades de comunicación internacional y que hagan frente a la actividad de organizaciones y corporaciones multinacionales para menoscabar la reputación del Ecuador”. Un desglose de inversiones con MCSquared PR permite señalar que la firma destinó “150 mil dólares al mes para la elaboración de estudios e informes técnicos sobre tácticas de reputación, 90 mil dólares al mes en encuestas de opinión, 100 mil dólares al mes en el desarrollo de un website y 100 mil dólares al mes y la producción de video y material multimedia para ser publicado en portales digitales”

No cabe duda que las inversiones en imagen internacional que hace el Ecuador son ya un tema de Estado, que debe cotejarse contra resultados. La política pública y la comunicación mediática de ese componente deben ser, sin duda, tratadas con el máximo rigor por el Estado ecuatoriano, como un tema estratégico, evitando la improvisación y el descontrol de imagen. La justificación de dicha inversión es un tema transparentado que tiene que formar parte del dominio público, sin satanizaciones ni ambages.  

lunes, 28 de julio de 2014

MANUAL DEL BUEN LECTOR


Por Leonardo Parrini

Leer en tiempos del Internet supone una doble búsqueda de placer. La fruición estética de un buen texto y la sensación organoléptica de sentir el papel en contacto con la piel. Ambas vivencias se distancian mucho al momento de oprimir la teclitas del computador y recorrer vertiginosamente la vista por una pantalla liquida, ubicada verticalmente ante los ojos en la lectura digital. Y esa distanciación es olvido, es vértigo y ansiedad. Todo lo contrario de lo que sucede con un libro abierto en las manos, como vivencia intransferible y placentera. Como elección dilecta, íntima y personal que no admite intromisiones, que requiere del silencio cómplice para imbuirnos en la voz que emerge de las páginas del libro abierto.

En cambio, en el hipertexto de pantalla nada es secreto, nada es introspectivo y mesurado, sino obsceno y adventicio, fugaz. Frente a un libro abierto que exhala el aroma del papel, la benignidad vegetal convertida en fibra es diametralmente opuesta a la lectura dispersa, leve y azarosa que abruma en el día a día, como signo de las nuevas tecnologías.

Se conoce por investigaciones que un 40% de niños lee diariamente a través de dispositivos electrónicos, mientras que solo un 28% lo hace en material impreso en papel. Los lectores cibernéticos son tres veces menos dispuestos a reconocer gusto por la lectura y a mencionar un libro favorito. Estadística preocupante, sin duda, que marca la inexorable tendencia actual propiciada por una educación tecnocrática y mercantilizada. 

Empezar a amar libros

El retorno a una lectura paciente, extensa y profunda, que significa una de las mejores formas de comunicación con uno mismo, debería ser motivo de preocupación del sistema educacional ecuatoriano. Que los libros enseñan a pensar, es un lugar común muchas veces repetido, pero no obstante, necesario de recordar, puesto que el pensamiento construye seres libres tan imperiosos en los actuales momentos.

Leer literatura es consustancial a la lectura de un libro impreso, como experiencia irremplazable por la mera decodificación de textos en pantalla. Quizá sea el único vínculo esencial con el autor de un texto, que a su vez proporciona poder autocritico para cuestionar y entender mejor las ideas y actitudes de los demás. La lectura sobre un libro abierto es privativa, es envolvente y exclusiva, pletórica en detalles sensuales, variantes emotivas y estéticas.

El buen lector aprende a amar la diversidad, y renuncia a la univoca visión de las cosas, por el simple motivo de percibir el mundo desde distintas perspectivas. El sólo hecho de acceder a ese otro mundo propiciado por el autor, nos enriquece y multiplica como seres humanos al permitirnos vivir otras vidas. Y esa complicidad es movilizadora porque parte del amor a la vida se lo debemos al amor a los libros. Ninguno de los libros de este mundo aportará la felicidad, pero secretamente devuelven a uno mismo. En esa embriaguez literaria seguimos siendo románticos empedernidos, que buscamos una belleza nueva cada día, más allá del paso del tiempo y del peso de la tecnología.

sábado, 26 de julio de 2014

ADIOS AL PINTOR DE FILIGRANAS


Por Leonardo Parrini

Ha muerto Sergio Ampuero y la vida nos dejó asuntos pendientes. Esa es la sensación que se funde al dolor de su partida. Siempre con mi amigo teníamos algo diferido por delante, un libro por leer, una canción por escuchar, una conversación por navegar bajo el influjo de un vino chileno, una acuarela por fotografiar o, simplemente, nuestros reencuentros luego de ausencias injustificadas.

Fue una tarde de verano quiteño cuando Sergio me confesó su miedo a la muerte. Eso fue ya hace algunos años; recién habíamos llegado a Quito y todavía guardábamos en la retina las imágenes de horror de la represión bajo la dictadura militar chilena. El suyo era un miedo a la muerte ajena, que se materializaba en la aprehensión física de su pequeña hija Cristina, tan frágil como él en su diminuta humanidad de ángel sin alas. La funesta idea de que a su pequeña hija le sucediera algo, acompañó a Sergio durante un largo tiempo. No obstante, con los años, mi amigo fue apaciguando sus temores a la muerte, y llegó a convencerse de que ésta es un estado natural, trascendente para quienes vemos partir a nuestros seres amados, pero inescrutable en quien emprende el viaje final. Frente a la idea de la muerte, Sergio oscilaba en una duda que pendulaba entre la inmortalidad y el regreso del ser a un estado de energía cósmica, inmanente, que lo extinguía en su propio fulgor vital.

Prueba de aquello era su indeclinable sentido de lo metafísico, su búsqueda de repuestas en campos yermos donde no cabían preguntas, fuera de un silencio reverente ante esferas desconocidas. Inolvidables son ahora las tertulias con mi amigo pintor. Las sesiones fotográficas de sus acuarelas finas y delicadas como su espíritu. Las interminables conversaciones sobre la realidad política de nuestros países. Las lecturas compartidas de un libro leído en alta voz, o algún artículo de actualidad descubierto a vuelo de pájaro.

Un pintor sensitivo

Sergio pintaba por vocación, con exquisita sensibilidad. Allí donde había el vacío del lienzo, él inauguraba la filigrana sugestiva, el matiz sutil de un ramalazo fino de pincel. El suyo es un figurativismo frugal -de trazos, a ratos esperpénticos a ratos irónicos-, plasmado en rostros de ojos desmesurados que hablan de una búsqueda de identidad corpórea y espiritual con la cual echar suerte. Rasgos cuasi orgánicos de universos subyacentes en una especie de génesis del hombre, son el símbolo de las inquietudes que atribulaban a Sergio Ampuero. Descubrir el sentido del estar aquí, de ser como se es en el mundo, son algunas de las preocupaciones temáticas de este pintor de subrealidades.

Cristina ante el féretro de mi amigo Sergio, despidió en una corta misiva a su padre con afirmaciones estremecedoras, que destellaron como diamante gélido y transparente. La hija de mi amigo escribió que hablar de su padre era hablar de pureza, que el padre que le había enseñado a pintar y a jugar, ahora respiraría a todo pulmón luego de sucumbir a una insuficiencia cardio respiratoria. Y todos contuvimos la respiración ante el último adiós de la hija junto al cadáver de su padre amado. Esa mañana que despedimos a Sergio Ampuero, algo de mí, íntimo y querido, se fue con él. No sé si ese particular sentido de entender la vida como un soplo, o aquel torrencial cauce de su amistad necesaria como el aire. 

Mi amigo me dejó tras su partida, una rebeldía sin resignación, y la gratitud infinita de su paso por este mundo. Su deceso me provoca una paz devastadora y una serenidad de muerte. Un silencio de resignación. Esa misma resignación que tantas veces sintió Sergio frente a la muerte de los otros, y que tanto temía y dolía en el corazón, después de haberla palpado de cerca en su país natal. Sobre su ataúd había una bandera chilena, como para recordar su origen. Como mudo testimonio del desarraigo de su tierra natal por la que luchó con la conciencia y el corazón, entregado a las mejores causas de su pueblo. Un día mi amigo emprendió el exilio como miles de chilenos y se arraigó en la mitad de este mundo, en una tierra solidaria que hizo suya y que amó con la naturalidad del pan y la embriaguez del vino, con serena pasión. 

Al final de sus días, Sergio, ya no pintaba y permanecía largas horas taciturno mirando la pantalla del televisor luchando contra la insuficiencia de sus pulmones y con la debilidad de su corazón. Eran horas de espera. Como premonición, acaso, supo anticipar el instante final cuando quiso decirle algunas palabras a Myriam, su compañera de toda la vida, palabras que nunca fueron dichas como otro de los tantos asuntos pendientes. Al despedirnos esa mañana, pocas horas antes de su deceso, Sergio alzó la mirada y me dijo que no tardara en regresar, con un gesto de advertencia. Ese fue el último rictus que vi en su rostro pálido y ausente, tratando de atrapar horas inexorables. Entre los asuntos pendientes con mi amigo quedó un libro por leer, una copa de vino por brindar y, que duda cabe, una eternidad por compartir.