Por Leonardo Parrini
Quién lo diría. El Premio Colibrí, en su edición 2015, acertó desde el título. El cine ecuatoriano es como un colibrí “pequeño y fuerte”, dijo Jan Vandierendonck, presidente de la Corporación de Productores y Promotores Audiovisuales del Ecuador COPAE. Claro, puesto que esa vigorosa ave de fina estética y perturbadora energía, es emblemática de un pueblo que se crece en la actividad cinematográfica.
Este cine criollo de combate, denominado “de
guerrilla”, que hace pelis con bajo presupuesto y sin la pretensión de llegar a
las grandes salas, es un David ante el Goliat de las producciones industriales.
Cine de sello personal que exhala el sudor del director y realizadores, es por
excelencia un cine autoral y qué bien que así sea. Ese es el cine que se propuso
reconocer y galardonar el Premio Colibrí. Un reconocimiento que muestra en qué
andan las producciones nacionales en un país que hasta hace muy poco estrenaba
un filme cada dos años y que ahora produce el promedio de una docena de pelis anuales.
Entre 15 categorías, el Premio Colibrí
destacó el galardón a la Mejor Producción para soporte físico. Los palmares se
los llevaron los filmes Mejor no hablar de ciertas cosas de Javier
Andrade, una historia que narra el drama familiar del consumo de drogas que
ganó además como la Mejor Dirección. El documental El grill de César, se impuso en su categoría con una trama que
pinta la relación de un padre y su hijo inmigrante. El galardón a la Mejor Producción
y Mejor Película, se lo llevó el filme A
estas alturas de la vida, que cuenta la historia de un burócrata y su amigo
en la vorágine de sus relaciones con mujeres. Esta película resulta ser un
premio póstumo a Manuel Calisto, actor asesinado hace un tiempo en Quito.
En singular novedad,
el Premio Colibrí reconoció a la mejor producción audiovisual en lengua
originaria, y no a la película extranjera como se acostumbra. La estatuilla la
obtuvo el cortometraje Kuychi Pucha del otavaleño Segundo Fuerez. Un filme que narra, en lengua Kichwa, la historia mágica de una niña y su relación
vital con la Pachamama y el agua en la cascada de Peguche. En el desarrollo del evento, la opinión de público cuenta. En entrevistas
hechas en la calle los cinéfilos evocaron películas nacionales de otros tiempos,
como Qué tan lejos de Tania Hermida y
Las Zuquillo, que les hicieron reír
en su momento, más allá del mensaje social.
Una mirada autorizada
La gestora cultural
y productora cinematográfica Mariana Andrade, de la empresa Ochoymedio, expresó su criterio
en redes sociales acerca de los filmes premiados. Andrade escribió en Facebook: A estas alturas
de la vida, película de Alex Cisneros y Manuel Calisto, da un giro al cine
ecuatoriano acostumbrado a recibir galardones por historias cargadas de
demasiadas referencias autobiográficas y problemas político-sociales. La
película recoge en una terraza desordenada, silenciosa y solitaria, bajo el
cielo gris de un Quito de clase media, blanco y negro, melancólico y depresivo,
pero también hilarante, la intimidad de dos amigos,
la insatisfacción y soledad de una vida que puede terminar tan sólo dando un
paso adelante...una lección de buen cine ecuatoriano, que exige al espectador
dar el salto y dejar la comodidad de ver sólo realismo costumbrista y acepte
ver una propuesta de fotografía, sonido, guión, música y actuación puestos a
punto y sin apuro....como dirían sus personajes, “a la mierda la
Patagonia".
Criterio enjundioso, válido de quien se ha mojado el poncho en el
cine criollo. Andrade reflexiona en voz alta sobre un cierto vacío que deja el Premio
Colibrí: “premiar al documental La
muerte de Jaime Roldós, hubiera sido una responsabilidad tácita, lo
políticamente correcto, lo que debía hacerse, casi, casi un deber...sin
desconocer que es un extraordinario documental, con una excelente investigación
periodística”.
Se recoge la
alfombra roja y el Premio Colibrí ya es historia. La Mariana se manda la reflexión
del estribo: Los premios tienen que ir acompañados de fondos de fomento, pero
ese es un camino a lograr a largo plazo. En los Premios Colibrí, hubo un
ejercicio más allá de quién ganó o no. Lo importante es ver lo que produjo a su
paso: dejó de lado la institucionalidad; visibilizó a los gremios del cine, se
sembró la necesidad de agremiarse y se dialogó por primera vez entre nosotros
para hablar técnicamente de lo que hacemos...
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