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jueves, 23 de octubre de 2014

BRUNO STORNAIOLO: LA TERAPIA DE SU SONRISA...


Por Leonardo Parrini

El Ecuador acaba de perder a uno de sus grandes profesionales y a un ser humano extraordinario: Bruno Stornaiolo Miranda, psicólogo clínico autodefinido como sexólogo. Hombre afable, de una bonhomía sin límites que rio de la vida e hizo reír a sus semejantes. La mejor terapia en su diván de psicólogo clínico fue, sin duda, su sonrisa, su amable personalidad de hombre sabio, para quien la vida no tenía otro misterio que vivirla a plenitud, sin cargas “psicológicas” que lo impidan.

Conocí a Bruno ya hace algunos años, cuando yo investigaba y hacía reportajes para un programa de la televisión ecuatoriana de la cadena Ecuavisa. Bruno comenzó siendo mi fuente exclusiva y, poco a poco, se volvió un personaje mediático, y tras las cámaras nos hicimos buenos amigos. Nuestras entrevistas tenían poco de grabación y mucho de amena conversación. Micrófono en mano, decidía apagar el aparato para entrar en ese terreno de las confesiones más entretenidas, las declaraciones audaces que siempre venían acompañadas de la más natural de las sonrisas y de un destello de pureza que emanaba de sus ojos claros como su alma.

Nuestras entrevistas grabadas se llevaban una verdad irrefutable: Bruno Stornaiolo no sólo fue el pionero de la psicología clínica en Ecuador, sino además un hombre culto y sensible, capaz de acuñar términos y manejar categorías complejas de su saber profesional y que él convertía en verdades luminosas de consumo masivo. Stornaiolo –dice una nota de prensa- acuñó el término psico-sexología desde 1974, cuando el fundador de la Facultad de Ciencias Psicológicas de la Universidad Central, Luis Riofrío González, lo convocó, luego de conocerlo y haber leído su tesis de grado, para que impartiera la asignatura de sexología.

Nuestras charlas periodísticas -como llamó en cierta oportunidad a nuestras entrevistas-, comenzaban con una sonrisa de saludo, y con un gesto suyo de complicidad que prometía una sorpresa escondida, alguna revelación recién descubierta por mi entrevistado, un nuevo libro marcado con lápiz en sus páginas releídas, una idea que había llamado su atención y que no dudaba en compartirla conmigo. Su personalidad me inducia al silencio, -aunque sus frases eran cortas, bien estructuradas, ideales para ser publicadas sin edición alguna- un silencio respetuoso que me inspiraba este ser humano lleno de afable sabiduría y generosidad por compartirla.

Bruno siempre me recibía con una sonrisa que auspiciaba un encuentro saludable, enriquecedor para el espíritu y para el cuerpo, porque como él decía: quién ríe último, no sólo ríe mejor, sino que además conserva su salud…En cierta ocasión, luego de una entrevista para mi programa de radio Había una vez, me obsequio un texto suyo maravilloso, Amen, hágase su voluntad (Tratado de Humor terapia) con una dedicatoria generosa: Para L. P. con gran estima y admiración, Bruno, noviembre 2008. Fue nuestra última entrevista de prensa. El libro es un sabrosísimo coctel de chanzas, frases ingeniosas, chistes esenciales al estilo freudiano de su propia autoría y de su hermana Mary, mujer de chispeantes ocurrencias. Bruno puso en su libro un epígrafe de George Bernard Show que calza a la perfección a su magnífica obra literaria: Quién nos hace reír es un cómico, quien nos hace pensar y luego reír es un humorista.

La vida nos juntaba con mi amigo, en ciertas ocasiones que nos encontramos en las apacibles calles de La Floresta, y saludábamos como si nos hubiéramos dejado de ver el día anterior, con un “te acuerdas de esto o de aquello”. Una vez más, el recuerdo de mi amigo me induce al silencio. Me queda dando vueltas en la cabeza una valiosa herencia suya: una sonrisa es la semilla que crece en el corazón y florece en los labios. ¡Hágase su voluntad!

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