Por Leonardo
Parrini
Éramos locos e
irresponsables, con esa cordura y valentía que confiere a la juventud la
convicción de las causas justas. Era el invierno del setenta y uno y Santiago de
Chile lucía gris, como el continente latinoamericano con sus arterias desangrándose.
Eduardo Galeno, con voz en alto para exigir justicia, esgrimía rotundos argumentos
por la dignidad continental. Las Venas
abiertas de América Latina, escribió Galeano con el puño cerrado y la convicción
poderosa de que la justicia tarda, pero llega.
Canto en prosa, oración
por nuestro futuro regional. Historia de la América morena, global y
ensombrecida. Relato de la colonización europea de los siglos XVI y XIX -inglesa
y luego norteamericana-, crónica del oprobio, denuncia en alta voz. Poderosa
cimiente sobre la cual engendrar nuevas esperanzas, Las Venas Abiertas de América Latina, premio Casa de las Américas,
fue el imperecedero legado de Eduardo Galeano que hoy nos deja más solos en el
mundo.
Esos días
aciagos de los años setenta, plenos de energía transformadora en tierras
polarizadas por enfrentamientos sociales y políticos, quedaron plasmados a
fuego lento en la obra de Galeano. Periodista y editor en la Universidad de la
República, en Montevideo, tardó cuatro años en investigar y recolectar la
información necesaria para escribir, en noventa noches de arduo trabajo, el clásico
de la literatura social latinoamericana. A pocos meses de publicado, Galeano se
ve forzado al exilio ante la dictadura militar que se apoderó del país charrúa.
Galeano, al calor de los años, nunca desdijo sus afirmaciones plasmadas en el
libro, ya que “no se arrepiente en nada de lo que escribió”.
No obstante,
confesó una vez que Las Venas abiertas de América Latina es “pesadísimo, como la prosa de la izquierda”, y que fue escrito
“sin conocer debidamente sobre economía y política”. El libro fue bastante popular en la región
después de su publicación, convirtiéndose en uno de los iconos de la literatura
política del continente. Ediciones posteriores a 1997 llevan un prólogo de la
chilena Isabel Allende. León Gieco menciona, en 1992, a Galeano en su popular
canción Los Salieris de Charly, del disco
Mensajes del alma y en el video de la canción. El grupo Los Fabulosos Cadillacs
graban un álbum con el nombre del libro donde aparecen pensamientos de Eduardo
Galeano con su voz.
Posteriormente, entre 1982 y 1986, Eduardo
Galeano escribe su célebre Memoria del
Fuego, trilogía compuesta por los títulos Los nacimientos, Las caras y las
máscaras y El siglo del viento. El texto es un
fecundo y hermoso relato que narra la historia de America Latina, desde la creación
del mundo hasta nuestros días. Junto a su obra literaria y periodística, este
volumen es un señero impostergable para comprender la realidad social y cultural
de nuestro continente. Frente a la presencia ausente de Eduardo Galeano, provocada por la muerte
ante un cáncer pulmonar esta mañana, nos queda el estupor por la pérdida de un intelectual
a carta cabal. Un luchador imprescindible por la justicia y la dignidad de
América Latina. Un pensador lúcido como pocos, consecuente hasta el fin de sus
días: Quien no se hace el vivo va muerto. Estás obligado a ser jodedor o
jodido, mentidor o mentido. Tiempo del qué me importa, el qué le vas a
hacer, el no te metás, el sálvese quien pueda. Tiempo de los tramposos:
la producción no rinde, la creación no sirve, el trabajo no vale. En el
Río de la Plata, llamamos bobo al corazón. Y no porque se enamora: lo
llamamos bobo por lo mucho que trabaja...
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