Fotografía Leonardo Parrini
Ver entrevista realizada a Jaime Cuesta en programa Rastros y Rostros:
http://www.youtube.com/watch?v=haJfFFwTnfk
Por Leonardo Parrini
La última vez
que lo entrevisté fue durante el programa de televisión Rastros y Rostros que hacíamos para el canal ECTV, en los estudios
de CIESPAL. En esa ocasión Jaime me dijo que él se iría “por corte, no por
disolvencia”. Y así se nos fue Jaime Cuesta, inesperadamente, como todo ser
humano que consideramos necesario para siempre.
Conocí a
Jaime el verano del 77 en un encuentro de trabajo en el hangar del set de su
productora Cuesta Ordoñez, que en esos años era un referente ineludible de la
producción audiovisual criolla. A partir de entonces, nuestra amistad que nació
en la tramoya de un oficio que nos apasiona a los dos, siguió un guión marcado
por el afecto y el respeto mutuo.
Jaime era un
hombre de andar pausado, de mirada profunda y sincera, que siempre disponía
tiempo para sus amigos, o para los usuarios de sus equipos que alquilaba si no
estaba produciendo una película o filmando comerciales para la televisión.
Aquella época no despuntaba aun la tecnología digital y había que ser creativo con
recursos, muchas veces artesanales, para producir efectos especiales y vestir
la pantalla. En eso Jaime era muy recursivo como realizador, antes de convertirse
en “el primero en producir una cinta en video digital”.
Hijo de pionero
La tarde que
lo entrevisté en su estudio, conocí más a fondo el pensamiento de este hombre
singular, buen amigo de sus amigos y padre ejemplar. De aspecto enjuto su
humanidad entonces ya acusaba los estragos de la diabetes que lo coartó casi
toda su vida. Jaime esa ocasión confesó ser “el hijo de un pionero del cine
ecuatoriano, que desde los seis años creció enredado en cintas”.
Había
aprendido el oficio de su padre, Agustín Cuesta, cuando aún era un niño. En los inicios de su aprendizaje acompaña a
don Agustín en periplos que éste hacía por los pueblos del país, proyectando
imágenes en “improvisadas salas” que fueron el antecedente del cine de barrio
ecuatoriano. Las condiciones eran tan precarias que -Jaime siempre recordaba- era
preciso “empeñar la cámara y con el
dinero obtenido, sacar de la casa de empeño el proyector” y de ese modo hacer
su trabajo.
De su padre
heredó la mística y la técnica de producir imágenes documentales, oficio que
Jaime ejerció hasta el día de su muerte. En su amplia trayectoria existen más
de 80 realizaciones, pero destaca el largometraje Dos para el camino, protagonizado por los actores Ernesto Albán y
César Carminiani, rodado en 1981 como primer filme on the road ecuatoriano. El filme Flores Secas, es otra de sus producciones con difusión a nivel
internacional.
Si algo
define a Jaime Cuesta fue su inclaudicable afán de impulsar el cine ecuatoriano.
Nunca escatimó esfuerzos a la hora de colaborar, orientar y, muchas veces,
proporcionar recursos a quien le solicitara una mano amiga. En ese sentido
Jaime fue un ser humano y un colega que derrochaba generosidad.
Jaime sentía
que su vocación era, esencialmente, la de un educador con una cámara en la mano. En sus filmes enseñó un Ecuador con identidad
y valores propios, con un lenguaje al alcance de la comprensión de todos y en
un estilo narrativo costumbrista, sin embargo, bajo una mirada universal que
dejó entrever su profundo sentido humanista.
Jaime Cuesta,
al partir, habrá evocado sus propias palabras dichas durante nuestra última
entrevista: “soy ateo y no debo rendir cuentas a nadie, las cuentas las
rendimos aquí y hemos hecho lo que pudimos”. Luego su vida se apagó súbitamente,
como la última imagen de un filme con final doloroso, para quienes nos habría
gustado contar con nuestro amigo para largo.
Ver entrevista realizada a Jaime Cuesta en programa Rastros y Rostros:
http://www.youtube.com/watch?v=haJfFFwTnfk