Por Dani Game /Corresponsal en Paris. (Exclusivo desde Berlín)
Alrededor de ciento cincuenta becarios ecuatorianos se encontraron en
Berlín del 17 al 20 de octubre pasado,
en el marco del Tercer Foro de Estudiantes en Europa convocado por la SENESCYT
(Secretaría Nacional de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación). De esos días se podrían escribir muchas
cosas, fueron diversas las actividades y largas las jornadas de trabajo, pero lo
esencial fue, sin duda, el intercambio de experiencias académicas y de vida
entre el grupo de estudiantes.
Sentados en las aulas, recorriendo los pasillos de la Universidad
Técnica de Berlín, compartiendo cenas o encuentros no planeados en las largas
filas para entregar las facturas de viaje, varios estudiantes pudieron
escucharse y aprender cómo cada uno re-conoce los problemas de la vida en el
Ecuador y en el mundo. Formas nuevas de ver temas viejos eran parte del
cuestionamiento de presupuestos y certezas que la vida estudiantil permite y
debe promover.
En un encuentro entre tantos ecuatorianos, la reproducción del Ecuador
era inminente. Desde lugares de origen de toda región y edades distintas, hubo
momentos donde las posturas políticas se hicieron evidentes, las clases
sociales también y las distinciones en la forma de construir una ética
académica. La emotividad -tal vez un poco olvidada en territorios europeos- surgió
cuando algún estudiante hablaba con el que estaba sentado a su lado como si fuera
su amigo de la infancia, sin ni siquiera saber su nombre. El humor y la risa estuvieron
siempre a disposición y tan presentes que hasta en la ceremonia de entrega de
premios a la investigación, los estudiantes se permitieron chiflar y usar
nuestro poco entendido “doble sentido” para romper con la solemnidad del
evento. Ahí estaban los estudiantes, ahí estaba el Ecuador.
“Una masa crítica” fue como René
Ramírez, Secretario Nacional de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e
Innovación, denominó a lo que se espera sea el grupo de becarios. Sin embargo, su
denominación no parecía ser un designio sino el producto de lo que en esos días
ya se hizo evidente. Durante los intercambios académicos no hubo máximos
acuerdos. Se escucharon oposiciones sobre el uso de transgénicos, los marcos
teóricos respecto a problemas sociales, la
explotación petrolera, agrícola y otros temas que dieron cuenta de que las
llamadas “Ciencias duras” pueden verse limitadas al servicio de la técnica y el
mercado si no van de la mano de las preguntas que las Ciencias Sociales o
“blandas” nos hacen. ¿Qué es la Ciencia? Se escuchó en una de las mesas de
trabajo.
La crítica en general estuvo basada en argumentos y contraargumentos
que si bien en ciertos momentos “caldearon” los ánimos, no cedieron a la
reproducción de lo que algunos estudiantes notan a la distancia: la falta de
debate en el Ecuador; conversaciones con preguntas retóricas para “hacer caer”,
ausencia de una escucha atenta y el uso de señalamientos personales o bromas como
forma de deslegitimar la palabra del otro. Entre muchos estudiantes hubo un compromiso implícito
de dar la talla académica, de quitarle a la crítica el matiz amenazador,
intentando además resaltar quiénes son en realidad los protagonistas de las intervenciones
que cada proyecto de investigación plantea.
Esta pausa en las actividades, esta postal estudiantil puede haber
sido sólo eso; un momento idílico entre gente que vive un tiempo particular de
su vida y de la historia. Pero tal vez fue
más que eso, quizás la distancia real y crítica con el país se mantenga al
volver. Es posible que el título que buscan los estudiantes no sólo sirva para encontrar
un trabajo que pague mejor, sino una forma de vida que no olvide la vida del
otro con el que ya no se compartirá el
aula, sino el mundo.
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