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domingo, 26 de octubre de 2014

POSTALES ESTUDIANTILES


Por Dani Game /Corresponsal en Paris. (Exclusivo desde Berlín)

Alrededor de ciento cincuenta becarios ecuatorianos se encontraron en Berlín del 17 al  20 de octubre pasado, en el marco del Tercer Foro de Estudiantes en Europa convocado por la SENESCYT (Secretaría Nacional de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación).  De esos días se podrían escribir muchas cosas, fueron diversas las actividades y largas las jornadas de trabajo, pero lo esencial fue, sin duda, el intercambio de experiencias académicas y de vida entre el grupo de estudiantes.

Sentados en las aulas, recorriendo los pasillos de la Universidad Técnica de Berlín, compartiendo cenas o encuentros no planeados en las largas filas para entregar las facturas de viaje, varios estudiantes pudieron escucharse y aprender cómo cada uno re-conoce los problemas de la vida en el Ecuador y en el mundo. Formas nuevas de ver temas viejos eran parte del cuestionamiento de presupuestos y certezas que la vida estudiantil permite y debe promover.

En un encuentro entre tantos ecuatorianos, la reproducción del Ecuador era inminente. Desde lugares de origen de toda región y edades distintas, hubo momentos donde las posturas políticas se hicieron evidentes, las clases sociales también y las distinciones en la forma de construir una ética académica. La emotividad -tal vez un poco olvidada en territorios europeos- surgió cuando algún estudiante hablaba con el que estaba sentado a su lado como si fuera su amigo de la infancia, sin ni siquiera saber su nombre. El humor y la risa estuvieron siempre a disposición y tan presentes que hasta en la ceremonia de entrega de premios a la investigación, los estudiantes se permitieron chiflar y usar nuestro poco entendido “doble sentido” para romper con la solemnidad del evento. Ahí estaban los estudiantes, ahí estaba el Ecuador.

 “Una masa crítica” fue como René Ramírez, Secretario Nacional de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación, denominó a lo que se espera sea el grupo de becarios. Sin embargo, su denominación no parecía ser un designio sino el producto de lo que en esos días ya se hizo evidente. Durante los intercambios académicos no hubo máximos acuerdos. Se escucharon oposiciones sobre el uso de transgénicos, los marcos teóricos respecto a problemas sociales,  la explotación petrolera, agrícola y otros temas que dieron cuenta de que las llamadas “Ciencias duras” pueden verse limitadas al servicio de la técnica y el mercado si no van de la mano de las preguntas que las Ciencias Sociales o “blandas” nos hacen. ¿Qué es la Ciencia? Se escuchó en una de las mesas de trabajo.

La crítica en general estuvo basada en argumentos y contraargumentos que si bien en ciertos momentos “caldearon” los ánimos, no cedieron a la reproducción de lo que algunos estudiantes notan a la distancia: la falta de debate en el Ecuador; conversaciones con preguntas retóricas para “hacer caer”, ausencia de una escucha atenta y el uso de señalamientos personales o bromas como forma de deslegitimar la palabra del otro.  Entre muchos estudiantes hubo un compromiso implícito de dar la talla académica, de quitarle a la crítica el matiz amenazador, intentando además resaltar quiénes son en realidad los protagonistas de las intervenciones que cada proyecto de investigación plantea.   

Esta pausa en las actividades, esta postal estudiantil puede haber sido sólo eso; un momento idílico entre gente que vive un tiempo particular de su vida y de la historia.  Pero tal vez fue más que eso, quizás la distancia real y crítica con el país se mantenga al volver. Es posible que el título que buscan los estudiantes no sólo sirva para encontrar un trabajo que pague mejor, sino una forma de vida que no olvide la vida del otro con el que ya no se compartirá  el aula, sino el mundo.  

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