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martes, 28 de enero de 2014

ELOY ALFARO, ENTRE GUAYUSAS Y NOSTALGIAS


Por Leonardo Parrini

La fecha nos la recordó Silvia, hija de mi dilecto amigo Pedro Jorge Vera, en un post del Facebook: 28 de enero, 102 aniversario de la Hoguera Bárbara "¡Ahhh, estas ganas de gritar: Que viva Alfaro carajo!". Pedro Jorge Vera. Pájara la memoria, voló en vuelo directo a los años universitarios cuando solíamos “revisar el mundo” entre guayusas, esa mágica pócima ancestral que empujaba la nostalgia, con los compañeros de Periodismo y profesores que nos “daban el chance”, como decía una compañera. Una noche de transmutación vital por las dimensiones de la añoranza en la memoria poética de aquello que amamos, Pedro Jorge, me dijo: “Este país, tiene una deuda: reconocer que Alfaro está entre los grandes hombres latinoamericanos, por su visión de futuro”. Y vaya que sí. Grande por su pensamiento y acción, por su tránsito en la historia de un país que no volvió a ser el mismo después de su presencia señera. Pero, más allá de los calificativos, siempre me he preguntado ¿cuál es la ideología de Eloy Alfaro, qué significa ser alfarista?

Entre las certeras enseñanzas de la historia ésta nos muestra, muchas veces, hechos matizados, no químicamente puros. Este es el caso del movimiento liberal que llevó al poder a Eloy Alfaro en los albores del siglo XX. En esa gesta revolucionaria encontramos circunstancias y personajes que entretejen la trama de una historia singular. La relación de amistad y congruencia ideológica entre Eloy Alfaro y Juan Montalvo, pensador de fuste y preclaro visionario de la época, marcan los signos de lo que podríamos llamar el pensamiento alfarista. Ser alfarista es ser montalvino, decimos sin ambages.

Y la historia es testigo. Alfaro contó entre sus opositores furibundos a la “derecha oligárquica” de entonces: De Eloy Alfaro, ¡líbranos, Señor!”; amén de “indio hereje”, rezaban en los templos. Y no fue casualidad. La revolución alfarista promovió el laicismo; es decir, la libertad de credos e ideas en la labor docente; abolió el concertaje indígena; construyó grandes obras públicas”. Montalvo, “poeta de la prosa”, combatió el conservadurismo de un “clero sectario, fanatizado y pervertido”, como anota J.E. Rodó. En respuesta, “el arzobispo de Quito, José Ignacio Ordóñez, mediante Carta Pastoral (1884) prohibió la lectura de los ‘Siete Tratados’ de Montalvo, y se le amenazó con la excomunión”.

La solidaridad y comunión de ideas entre Alfaro y Montalvo trasciende la historia. El caudillo manabita no sólo acompañó a su camarada ambateño, sino que financió su estadía en París en el exilio, donde murió con la muerte más sobria que pueda imaginarse. El apoyo de Alfaro a Montalvo “motivó su lucha por la libertad de pensamiento y expresión con el afán de construir una patria libre. Sus textos forjaron lo que años más tarde se convertiría en la Revolución Alfarista”.

En el siglo XIX Montalvo fustigó en ácidos términos al gobierno de García Moreno, conspicuo representante de “los terratenientes de la época que entregó el Estado a la Iglesia católica”. En ese entonces la educación estaba en manos de la Iglesia y la expresión del pensamiento se limitaba a la religión. Contra ese Estado se rebeló Montalvo en sus textos.

El historiador y cronista de Quito, Juan Paz y Miño apunta una idea sustancial: “entre Montalvo y Eloy Alfaro existía una estrecha amistad, fortalecida por la búsqueda de un Estado laico y el reconocimiento de los derechos humanos de indígenas y negros. La Revolución Liberal no se entiende sin su ideólogo: Juan Montalvo. Alfaro, durante su exilio en Panamá, financió dos de sus textos. Allí también reflexionó sobre los derechos de la mujer y el campesinado, y defendió los principios de la  Primera Internacional, liderada por Carlos Marx, bajo la idea de “proletarios de todos los países unidos”.

Al conmemorar hoy 102 años del crimen de lesa patria en la hoguera bárbara dónde se pretendió incinerar el pensamiento, la palabra y la obra de Eloy Alfaro, sigue encendida en la memoria de los ecuatorianos y latinoamericanos que creemos en una patria sudaca que construya su propio porvenir. No en vano, Pedro Jorge Vera, con su sabiduría y lucidez, con estatura ideológica de intelectual comprometido valoraba en su poesía, de Eloy Alfaro, la vocación de futuro que tanta falta nos hace a la hora de iluminar las opacidades de la historia.
 
Eloy Alfaro, mi viejo manabita duro y claro
viento grande montonero de nuestro Ecuador amargo,
fulgor de Jaramijó y llamarada de Gatazo,
vuelve para rescatar la flor, el aire, el arado.

Te incineraran diariamente llena la boca de Alfaro
y mancillan tus cenizas payasos de tres al cuarto.
¡Ah estas ganas de gritar que viva Alfaro carajo!

1 comentario:

  1. Leonardo que grato leer estas palabras de un hombre que sin ser ecuatoriano lleva presente en su corazón esta tierra como suya misma; me uno a tus palabras pues al Viejo Luchador, al indio Alfaro le debemos la profundización en el respeto a los derechos civiles y políticos. La reivindicación de los derechos de la mujer. La separación de la iglesia y el Estado. La modernización de la sociedad ecuatoriana a partir de nuevas ideas e impulso a la educación. Su preocupación por el transporte y la comunicación. La búsqueda de la unidad nacional, plasmada físicamente en la terminación de la construcción del tren transandino. La abolición de la pena de muerte. El establecimiento de la igualdad ciudadana. Incomprendido, combatido, envidiado, perseguido perdonó una y otra vez a sus enemigos, pero sobre todo, Alfaro fue un defensor de las libertades de expresión, de imprenta, de palabra y revalorizó la autonomía de la conciencia humana. Loor al viejo Luchador porque " La hora más oscura es la más próxima a la aurora".....

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