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miércoles, 8 de enero de 2014

GORDAS Y GORDOS: EN LA CARCEL DE SU PIEL


Por Leonardo Parrini

La pinta es lo de menos, vos sos un gordo bueno, coreaba una canción argentina de los años sesenta con esa ingenuidad propia de la época. Si bien los gordos pueden ser buenos, no es bueno ser gordo. Esta es una verdad aceptada hoy masivamente, porque la obesidad se ha convertido en un problema de salud pública en el mundo. En el planeta habitan mil millones de obesos y obesas que, buenos o no, viven el diario estigma de ser personas especiales, porque la grasa les mantiene atrapados, convirtiéndolos en cautivos de su propio cuerpo, en la cárcel de su piel.

Y esta tiranía de la gordura no es una metáfora, es una realidad cotidiana tangible puesto que de la obesidad no se escapa tan fácil, sea porque tiene origen genético, orgánico o por hábitos adquiridos. Una persona gorda tiene opción de liberarse, siempre y cuando su obesidad no sea el producto de un problema de salud como hipotiroidismo, tendencia hereditaria y bajo duras condiciones de mantener dietas y régimen de ejercicio toda la vida.

Cecilia tiene 30 años y desde pequeña mostró tendencia a la gordura, pero al cumplir 20 años su tendencia se convirtió en realidad. El día menos pensado Cecilia comenzó a sentir un apetito voraz, al punto que no podía pasar más de tres horas sin injerir alguna golosina de dulce o de sal. El efecto de ese hábito fue fulminante: en menos de un año, Cecilia aumentó casi un tercio su peso original de 70 libras y su cuerpo se convirtió en una masa informe donde no era posible distinguir cintura y pecho. Cecilia se miraba cada día al espejo con una sensación de horrible angustia e impotencia. Fue al médico y éste diagnosticó problemas de tiroides y graves desbarajustes hormonales. Aunque inició un tratamiento con medicamentos y estricto régimen alimenticio, la mujer no consiguió recuperar el peso normal acorde con una estatura y edad y entró en el voluminoso universo de los obesos.
                                                                
El caso de Cecilia es el de millones de personas en el mundo, con algunas variantes. La mayoría de los obesos deben su gordura a inadecuados hábitos alimenticios. Falta de ejercicio diario. El drama comienza frente al espejo y continua en las tiendas de ropa, puesto que es muy difícil encontrar prendas de vestir para gordas y gordos y donde la angustia aumenta de solo ver un maniquí regordete, con ropa que ni siquiera alcanza en los cuerpos obesos de carne y hueso.

Las causas de este drama que afecta a millones de personas, saltan a la vista: ahora comemos peor que antes, con mala calidad y en mayor cantidad de alimentos. Los cereales y jugos de antaño se han reemplazado por grasas, azúcares, aceite y productos animales; sin embargo, la desnutrición es un mal que azota al mundo. Comemos cuatro veces más que antes, en tamaño de las comidas, lo que hace que un adulto pese 26 libras más de promedio que un adulto de la década de los 50. Mientras que las otras causas directas de gordura de origen hereditario u orgánico, vienen a hacer más complejo el panorama de un problema de salud prioritario hoy en día.

Carlos tiene 40 años de edad y es el típico gordo social. Se engordó a partir de la infancia con la ingesta de comida chatarra, saturadas en grasas que son su alimento de cada día y cada noche. Carlos no practica ninguna actividad fisca y trabaja sentado la mayor parte de la jornada laboral. Consciente de su problema, ha intentado todo por adelgazar, sin conseguirlo. Las ditas ricas en verduras, frutas y fibras no las puede mantener más allá de quince días, porque no comer carnes rojas, pastas y dulces le produce una ansiedad superior a su gordura. Ni los ataques cotidianos a su autoestima, propinados por las burlas de la gente que se suman, cruelmente, al desprecio de su novia que lo dejó porque ya no fue atractivo a sus ojos. Ni el calvario, en el día a día, que vive Carlos, ha logrado que su fuerza de voluntad doblegue al compulsivo hábito de ingerir grasas y carbohidratos en cantidades alarmantes. Carlos considera que perdió la batalla contra la obesidad y se resigna a convivir con el enemigo en su propio cuerpo: la gordura social.

La obesidad alarma mundial

Si bien los expertos señalan que la obesidad no es una enfermedad, sino una condición, ésta es causa de enfermedades como hipertensión, cáncer, derrames cerebrales, diabetes de tipo 2 y del síndrome metabólico que supone un cuadro de complejas patologías. La obesidad dejo de ser un problema de países desarrollados para convertirse en una epidemia de alcance mundial, cuya estadística en América Latina creció de 60 millones de obesos que había en el 2005, para proyectarse a 191 millones en el 2030. A nivel mundial los sectores poblacionales pudientes registran 66.4% de obesidad y los más empobrecidos un 54.1%. Una publicación de prensa dice literalmente: En los países en vías de desarrollo son ya un total de 904 millones, cuando en 1980 eran 250 millones.

En los países con rentas altas el número de individuos con sobrepeso es de 557 millones. A nivel global, el porcentaje de adultos con sobrepeso u obesos (aquellos clasificados con Índice de Masa Corporal mayor de 25) crecieron del 23% al 34% entre 1980 y 2008. En Europa, el 58% de la población padece sobrepeso. Norteamérica tiene el record, con el porcentaje más alto de un 70% de adultos con sobrepeso.

En el Ecuador el problema de la obesidad es grosso. Un estudio del  Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC), realizado en 20 mil hogares a 92.500 personas, confirma que el 13.1% de los hogares tienen doble carga nutricional y que el 2.8% de los niños entre 5 y 11 años con obesidad o sobrepeso, presentan desnutrición. La investigación estableció que seis de cada diez ecuatorianos entre 19 y 60 años, sufre sobrepeso u obesidad. En el país se registra una población de 1.3% delgados, mientras que los obesos alcanzan el 62.6%. En las mujeres en cuadro es más alarmante, puesto que la cifra engorda a un porcentaje de 65.5%.

Cuando la obesidad depende de factores orgánicos, cuyo tratamiento pasa por el manejo de medicamentos, terapias hormonales o intervenciones quirúrgicas, los obesos saben que deben convivir con un problema que ya no depende de ellos. Pero si adelgazar está en nuestras manos, siempre hay una segunda oportunidad. Una publicación de El Comercio da una esperanza: Aumentar el consumo de frutas y verduras, así como de legumbres, cereales integrales y frutos secos; en lugar de harinas. Realizar una actividad física periódica, y lograr un equilibrio energético y un peso normal. Para eso, la persona debe correr, trotar. El sobrepeso y la obesidad son en gran parte prevenibles.

Liberarse de la cárcel de su piel es un desafío cotidiano difícil para los obesos, pero no imposible. Requiere de una fuerza de voluntad más considerable que la propia gordura. La constancia motivada por razones de peso debe fortalecer nuestra voluntad de vencer a los malos hábitos de vida, comer en exceso sin hacer ejercicio, o creer que ser gordo es bueno. Aunque la mayoría de los gordos son seres humanos buenos por su espíritu, mas no por su cuerpo cautivo, en la cárcel de su piel.

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