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viernes, 10 de enero de 2014

¿LA COMUNICACIÓN…ESTÁ MATANDO AL PERIODISMO?


Por Leonardo Parrini

En Ecuador se celebró el 5 de este mes el Día del Periodista, en conmemoración de la publicación del primer impreso periodístico que circuló en el país en 1792, escrito por el pionero del oficio Eugenio de Santa Cruz y Espejo. Mucha agua ha pasado bajo los puentes desde esa memorable fecha, hasta  nuestros días, en este singular propósito de narrar los acontecimientos de interés público. Fecha propicia, sin duda, es esta para ensayar una reflexión sobre el destino del periodismo en el Ecuador.

Como toda actividad humana el periodismo es un hecho dinámico y, por lo mismo perfectible, aun cuando esa perfección sea una asignatura pendiente. A simple vista la actividad enfrenta grandes desafíos de contenido y de forma, bajo el presupuesto de que todavía es una gestión redentora de los males de la sociedad. Bajo esa premisa al periodismo se le exige más de lo que puede y debe dar, sumado al propio reto de sobrevivir a los designios del poder y a la tiranía de las nuevas y vertiginosas tecnologías. Contenido y forma son, pues, dos flancos que la actividad periodística debe perfilar en estos tiempos de clara incertidumbre.

Reunimos los criterios reflexivos de dos fuentes informativas, frente a lo que consideramos son los ejes de la actividad periodística hoy en día: indagar lo que ocurre e informar, ser guardián de la democracia real, enfrentar los cambios de paradigma profesional, sostener la opinión ciudadana y ser un veedor político y social frente al poder. Estas asignaturas definidas por una mirada de consenso a la actividad del periodista, son contrastadas con el criterio de Soledad Gallego Díaz de diario El País.

Frente al rol eminentemente informativo de la prensa, Gallego sostiene que en el futuro se dirá que “esta fue una época apasionante para el periodismo. Una época de auténtica conmoción, que los periodistas tuvieron la oportunidad de presenciar en primera fila; mejor todavía, la oportunidad de ser los protagonistas”. No obstante ese protagonismo, Gallego vaticina que “el descrédito del periodismo viene cada vez más unido al de la democracia”.

De cara al cambio de paradigma profesional, la periodista de diario El País anticipa que “esta transformación no se limita a la aparición de nuevas herramientas. Sería demasiado simple. Es mucho más. Lleva aparejada también un profundo cambio del modelo de la empresa periodística, que es ya una empresa de comunicación, un cambio del modelo de negocio, y, consecuentemente, de las formas de trabajar”.

Pero lo más grave en la actividad hoy en día está por ocurrir, si no está ocurriendo ya: la expresión ciudadana, en las redes sociales está acabando con el periodismo: el propio periodismo será una de las víctimas, porque las transformaciones le llevan a ser engullido por esa cosa mucho más extensa, y muy diferente, que es la comunicación. Lo más triste es que de puro miedo a que nos maten, los periodistas terminemos pegándole un tiro al periodismo, sostiene Gallego. Esta afirmación hace referencia a un fenómeno en desarrollo: los medios de comunicación tradicionales dejarán de tener la audiencia garantizada mientras deseen mantener su método tradicional de funcionamiento. 

Si bien es cierto que todavía se venden historias, la falta de conocimiento de los medios sobre el modo cómo el periodismo puede integrarse a las plataformas virtuales demuestra que tienen una asignatura pendiente: adaptarse o morir y saber hacer lo que hacen, narrando historias, pero en el impredecible espacio cibernético. La proliferacion de blogs es su principal desafío, en un espectro de lectores prácticamente ilimitado. Ese es otro designio de la batalla entre lo virtual y lo real. El desafio de lo digital no es sólo una mera opción tecnológica, implica saber competir con las mismas armas éticas, la misma efectividad informativa y el mismo nivel de credibilidad, tres componentes altamente volubles.

Esta realidad del periodismo, hoy contrastada bajo la luz cenital de una verdad inminente, atenta contra nuestro rol periodístico definido como veedor político y social frente al poder: la capacidad de influir que tenemos los periodistas en esta vertiginosa transformación parece estar cada día, cada minuto, más en declive. Nuestro papel en el debate es cada vez menor y ese es un dato relevante. 

Existe un consenso en que “la primera obligación de un periodista es la verdad frente a los hechos y lealtad frente al ciudadano y en ese propósito debe ejercer el poder de la verificación, independiente del poder”. De esta forma se intenta conjurar el peligro de que “la comunicación asfixie al periodismo”, es decir, conformamos con “vocear versiones”, sin indagar los hechos; y, lo que es peor, conformarnos con la abrumadora práctica “informativa” de las redes sociales. Gallego concluye en que “el descrédito del periodismo viene cada vez más unido del descrédito de la democracia porque entraña los mismos peligros. Los periodistas hemos sido, y somos, responsables de buena parte de ese descrédito, hemos ayudado a esa pérdida de reputación, porque no cumplimos con nuestras obligaciones”.

Periodismo y poder 

Pero frente al desafío del poder, el periodismo debe consolidarse como poder y para ello requiere de recursos económicos. En esta línea de pensamiento, Joris Luyendijk, de The Guardian, compara el periódico con un viejo barco de vapor que, hace un centenar de años, era un avanzado medio de transporte, pero que hoy ha sido sustituido por el avión. Uno de los desafíos del periodista que hoy identifica Luyendijk consiste en que “el periodismo sigue necesitando de medios fuertes, que son los que hacen tambalear al poder por su elevada audiencia, reconociendo que “antes un periódico era dinero, estatus y arrogancia, y la arrogancia es lo que nos ha quedado”. De ahí que él cree que el dinero que cuesta un equipo de periodistas de investigación podría llegar de donaciones anónimas o de ONGs. La independencia periodística cuesta dinero, argumenta Joris Luyendijk.

Ante la necesidad de que el periodismo “controle al poder”, desde una posición independiente, se hace necesario para Luyendijk que esa postura tenga respaldo, puesto que “la independencia, que no es otra cosa que tener capacidad de decidir libremente, cuesta dinero. Los débiles son más vulnerables, necesitamos encontrar un modelo industrial”, dice el corresponsal de The Guardian. Al mismo tiempo constata que “desde diversos ámbitos se viene afirmando, de un tiempo a esta parte, que el periodismo atraviesa uno de los peores momentos desde que se constituyó como garante de las libertades democráticas”.

En esa línea de acción cierta prensa confundió su rol informativo con la gestión política. De ser informadores, los medios se convierten en actores políticos, y con eso se sella la pérdida de credibilidad. A ello se suma la iniciativa ciudadana de transferir información y opinión, profusamente, a través del Internet. El hombre y la mujer de la calle, el ciudadano común, perciben que “a menudo se vulneran los principios éticos más básicos de la profesión periodística” y decide expresar sus propias opiniones. Del mismo modo que le llegan oleadas de frivolidad que priman sobre el rigor informativo, y las coerciones sobre la libertad de información acometidas por los propios medios. 

No es un misterio que ante este panorama la comunicación, ese diálogo social en las redes cibernéticas, esté convirtiendo al periodismo ciudadano “en un diálogo abierto entre internautas muchas veces anónimos, sin carné ni formación”, pero con tal poder de decisión sobre sus opiniones y sobre las opiniones de los medios que hacen ver a todas luces que “la comunicación está matando al periodismo”. Es hora de poner el dedo en la llaga y ver por dónde drena menos está herida mortal.

1 comentario:

  1. Anónimo1/11/2014

    El artículo, por su título, parecía más prometedor, pero ha acabado diciendo lo que a todos nos preocupa, pero también lo que todos decimos, nuestros lugares comunes en la coyuntura. Qué tal Sr Parrini, ensayar a penetrar en el mundo de "el periodismo como garante de la democracia" que Ud. dice. Será cierto que la crisis del periodismo obedece a una crisis democrática? Yo lo dudo. Serán la independencia periodística proporcional al aporte económico de anónimos y de ONGs? O sea, convirtiéndose en una especie de actividad mercenaria? Porque habría que ubicar que esos fondos anónimos podrían provenir del narcotráfico, por ejemplo, o que las ONGs en Inglaterra no son las de Ecuador; acá tienen sobre todo financiamiento y directrices extranjeras. Se podría entender que el periodismo debe sólo enfrentar al poder político aliándose al económico, y en ese caso qué hacer cuando el poder mediático se toma el poder político como en la Italia de Berlusconi, que también lo era económico.

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