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domingo, 18 de mayo de 2014

CONAIE Y SU NUEVA ANDADURA


Por Leonardo Parrini

"Me debo al proyecto político del movimiento indígena. En mi periodo me sacaré los zapatos de la oficina y caminaré con botas recorriendo las bases". Con estas palabras delineó Jorge Herrera su estilo de liderazgo como nuevo Presidente de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie), para el periodo 2014-2017. El candidato cotopaxense de la ECUARUNARI electo, aludió en su frase a una de las costumbres ancestrales de los indígenas ecuatorianos: caminar. Hacer camino en la selva y en el páramo, en la riada y en la tórrida geografía costera, como asignatura ancestral, vocación transmitida de generación en generación a través del tiempo.

Aludir al proyecto político del movimiento indígena es insinuar que existe una perspectiva  de acción étnica en el Ecuador ¿Cual es ésta? No puede ser otra que consolidar la identidad de un grupo humano que debe alternar y convivir armónicamente con el resto de país mestizo. Un gran desafío, desde todo punto de vista, puesto que en teoría el Estado ecuatoriano se declara plurinacional e intercultural abriendo el espacio a la inclusión de los indígenas, pero en la práctica dista mucho de verificarse consuetudinariamente esa convivencia por gestos de mutua incomprensión de quienes formamos parte de la diversidad del país.

El proyecto político de la CONAIE ha buscado acortar las brechas, disminuir los espacios excluyentes y en ese propósito llevar adelante “la construcción del Estado Plurinacional y la Sociedad Intercultural, logrando la aplicación y el ejercicio de los marcos jurídicos que garanticen los derechos colectivos impulsando estrategias del buen vivir comunitariamente, defendiendo la soberanía, los territorios, la biodiversidad, los DD.HH y la paz, deteniendo las privatizaciones con propuestas alternativas al colonialismo, neoliberalismo y a la agresiva globalización”.

Ese proyecto político alternativo que se sustenta en la convivencia comunitaria rescata los principios de “reciprocidad, solidaridad, equidad y complementariedad, en armonía con la Madre Naturaleza, basada en la participación y el consenso, en el fortalecimiento de las autonomías para descolonizar la democracia, desmontar el neoliberalismo, redefinir y reconstruir el país a través de la construcción del Estado Plurinacional”. En esa perspectiva, cuando se alude al proyecto político de la Conaie debemos entender que se trata de generar procesos que permitan la construcción del Estado Plurinacional mediante la unidad interna, la integración de los procesos de lucha y resistencia de los pueblos en el ámbito internacional en contra de la globalización neoliberal y consolidar la unidad en la diversidad cultural y el proceso organizativo de las Nacionalidades y Pueblos.

Una historia de lucha ancestral
 
La promesa del nuevo presidente de la CONAIE de “caminar con las bases”, a no dudarlo, se convierte en metáfora de cómo el movimiento indígena del Ecuador ha hecho camino al andar. Una andadura no exenta de dificultades, venciendo cinco siglos de soledad, postergaciones históricas, discriminación económica, exclusión política e injusticia social. En sus inicios, en 1927 el sindicato de “El Inca” en Pesillo, en Cayambe, provincia de Pichincha, organizados por los huasipungueros, arrimados y yanaperos, marcó el derrotero en la lucha “por terminar con los extremados abusos de los latifundios contra los indígenas”.

Desde 1934 la movilización de la Conferencia de cabecillas Indígenas buscó caminos para construir una organización a nivel regional y nacional. Es así que en  agosto de 1944, se constituye la Federación Ecuatoriana de Indios (FEI), con el asesoramiento del partido Comunista y de la Confederación Ecuatoriana de Obreros (CTE). Seria en 1972 que en la comuna de Tepeyac, provincia de Chimborazo se resuelve conformar un movimiento indígena  denominado ECUARUNARI, Ecuador Runacunapac Riccharimui, que posteriormente aglutina en su seno a todas las organizaciones de la región sierra; el objetivo principal de esta lucha fue por la  legalización de tierras, educación, libertad de organización, participar en toma de decisiones políticas. En el contexto histórico de un Estado excluyente y un gobierno represivo, en 1986 nace la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador, CONAIE, que aglutina a organizaciones indígenas regionales representativas de los pueblos y nacionalidades del Ecuador, como ECUARUNARI (Confederación de los pueblos de la nacionalidad Quichua) y la CONFENAIE (Confederación de los pueblos y nacionalidades de la Amazonía), entre otras.

En los años 90 la CONAIE organiza el primer levantamiento indígena de la era contemporánea e incorpora al escenario nacional a un actor social nuevo: los indios y sus organizaciones. Son días de convulsión social en que la sociedad civil no sabe cómo asumir la movilización indígena. La respuesta es la condena abierta a la propuesta indígena de ser reconocidos como nacionalidades en un país de diversa plurinacionalidad e interculturalidad. La movilización indígena es reprimida con violencia por considerársela una amenaza a la integridad del Estado Nación Ecuatoriano. En la Constitución del año 2008 por primera vez se proclama el carácter del Estado unitario, plurinacional e intercultural, y son reconocidos los derechos colectivos ancestrales, respetados junto a los derechos de la naturaleza.  

Al cabo de estos años, la historia ha cambiado y hoy, en el año 2014, el movimiento indígena se ve abocado a delinear estrategias de mayor participación en la política nacional. La tarea pendiente es debatir "el plan de vida del movimiento indígena", según el presidente de la Federación Kichwa del Ecuador (Ecuarunari), Carlos Pérez Guartambel, y se traduce en lo que la presidenta de la nacionalidad Andoa, Alexandra Proaño, denomina "unidad". Hoy la asignatura pendiente es profundizar el diálogo con el Estado nacional en temas trascendentales como transporte comunitario, economía solidaria incorporaciones de mano de obra de las poblaciones a la industria extractivista.

Si bien la CONAIE alcanzó éxitos en la reivindicación del agua, educación y derecho a la tierra, la tarea por delante dice relación con la ejecución de emprendimientos productivos, turismo y la no migración indígena a zonas urbanas, como objetivos de las luchas comunitarias. La falta de empleo escasez de agua hace que los comuneros indígenas abandonen sus tierras originarias, provocando la merma de las comunidades. Ya los objetivos de movimiento indígena de los años 90 se han cumplido, en términos del reconocimiento de los pueblos en su condición de nacionalidades. Las asignaturas pendientes son “la soberanía alimentaria y la territorialidad, la gobernabilidad de los pueblos y su relación con el Gobierno-Estado”.

Nombres como Sarayaku, Tundayme e Intag se convierten en iconos del paradigma antiextractivista que sanciona la “criminalización de la protesta con persecución estatal". Esa militancia política que llama a una nueva implosión indígena, constituye el mayor peligro contra la unidad natural del movimiento. Unidad que se convierte en condición de sobrevivencia política y social, merced de la cual los indígenas se fortalecen como realidad étnica. Haciendo gala de la oralidad y el poder de la palabra, el mensaje es: terminar con las prácticas de un indigenismo separatista que sólo conduce al aislamiento de los pueblos ancestrales. Hoy es preciso prepararse para ejercer el derecho de administrar sus recursos, distribuir su riqueza y decretar la justicia indígena en sus comunidades.

El consenso como propósito y la integración como realidad, es un camino por andar. El movimiento indígena está llamado a mostrar prestancia frente al Estado, como sujeto protagónico de la plurinacionalidad ecuatoriana y la interculturalidad nacional. En ese sentido, es preciso mostrar sabiduría y comprensión frente a las políticas públicas. Actuar con sentido de inclusión e integración nacional, dejar de lado el racismo unilateral, multiplicar las formas de equidad de género, capacitarse para ejercer labores productivas, administrativas y políticas, son los desafíos de la nueva andadura histórica del movimiento indígena ecuatoriano.

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