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miércoles, 3 de julio de 2013

DESHOMOSEXUALIZAR: UNA HISTORIA ENCUBIERTA


Por Leonardo Parrini

La noticia llama la atención: en Ecuador hay 314 clínicas para deshomosexualizar. ¿Quiere decir esto que la homosexualidad es una enfermedad o síndrome susceptible de tratar, como la dipsomanía o el consumo de drogas? Quienes así piensan, encierran a familiares y amigos en clínicas o centros médicos dedicados, dizque, a sanar del mal de los “instintos sexuales desviados”.

La prensa ecuatoriana recoge estos días historias inconclusas muchas de ellas, sin final feliz la mayoría, de hombres y mujeres que por su inclinación sexual, han sido recluidas en supuestos centros de rehabilitación de la conducta humana. Ante esta realidad el Ministerio de Salud y la Fiscalía de la Nación deben redoblar esfuerzos, ya iniciados, por detectar y sancionar los abusos cometidos en estos llamados reformatorios sexuales.

La nota de la crónica periodística es elocuente: “Según las denuncias realizadas en la Fundación Equidad, lo primero que hace la familia cuando descubre que su hijo es gay o lesbiana es amenazarlo y obligarlo a cambiar. Al no conseguirlo, contactan a estos centros en los cuales someten a los jóvenes a través de la violencia. En algunos casos fueron dopados para evitar su resistencia y cuando despertaron ya estaban encerrados” El último caso conocido por la prensa es el de Zulema Constante Mera, de 22 años, quien habría escapado del Centro de Recuperación Femenina para Adolescentes La Esperanza, en Tena (Napo), donde permaneció 15 días para supuestamente curar su lesbianismo.

La Constitución ecuatoriana es clara en su mandato a los familiares de homosexuales a revelar el paradero de la persona desaparecida y sacarla del sitio donde fue recluida. La mayoría de las clínicas en un número aproximado de 200, según investigación de la Fiscalía, son clandestinas y operan sin control de autoridades, aplicando procedimientos violentos, privación de alimentos y en casos extremos, abuso sexual con pacientes. Según nota de prensa, “eso le ocurrió a Paola G., de 28 años. En uno de esos centros, a más del maltrato del que era víctima a diario, fue abusada sexualmente por uno de los cuidadores. No hubo denuncia”.

Una investigación del Taller Mujer confirma que en Ecuador existen 19 denuncias o violaciones de Derechos Humanos, del total de clínicas que informa el Ministerio de Salud Pública en 2012. En ellas constan “tortura, maltrato físico, sexual o sicológico, secuestro, retención de menores  deshomosexualización y capturas o internamiento contra la voluntad del paciente en el 13% de su total”. Informes de Equidad señalan que se utilizan terapias aversivas, una técnica psicológica que ayuda a abandonar determinadas conductas. Según Efraín Soria, “no hay terapia en el mundo que ayude a cambiar la orientación sexual de ninguna persona. La homosexualidad no es ninguna enfermedad y por lo tanto no tiene cura".

Homosexualismo a través de la historia

Según el diccionario, la palabra homosexual es “un híbrido del griego homós (que en realidad significa «igual» y no, como podría creerse, derivado del sustantivo latino homo, «hombre») y del adjetivo latino sexualis, lo que sugiere una relación sentimental y sexual entre personas del mismo sexo, incluido el lesbianismo”. A pesar de que el término gay (que en inglés anticuado significa «alegre») suele emplearse para referirse a los hombres homosexuales y el término lesbiana para referirse a las mujeres homosexuales, gay es un adjetivo o sustantivo que identifica a las personas homosexuales sin importar su género. 

Desde 1973, la comunidad científica internacional considera que la homosexualidad no es una enfermedad. Si las clínicas de deshomosexualizacion hubiesen existido siempre, como centros de tortura mucho antes de este tiempo de posmodernidad hipócrita y deshumanizada quizá nos hubiéremos perdido, a través de la historia, los productos sublimes del talento de un Oscar Wilde, en su inmortal Retrato de Dorian Grey; o de Leonardo Da Vinci la profundidad de su Gioconda; o de Piotr Tchaikovski, esa metáfora de vida bucólica que es El lago de los cisnes. O quizás, San Agustín no hubiera sucumbido ante su poco conocida pasión por el joven de Cartago que le hizo confesar, en su atribulada conciencia cristiana, un amor "dulce, más allá de lo más dulce que jamás he experimentado". No obstante San Agustín no corrió la suerte de San Sebastián, asesinado en 288 por orden del emperador romano Diocleciano, cuya imagen ha sido llamada en la historia primer icono gay y santo patrón de los homosexuales.

Y es posible que Sócrates no nos hubiese legado su sabiduría, considerado el gay más influyente de la historia, que desde la antigua Grecia nos provee de herramientas para entender la vida, antes de auto eliminarse con cicuta agobiado por las imprecaciones sociales. Julio César, Emperador Romano, no habría conquistado el mundo de su época o, al menos, la pasión de Vercingetorix, su amor de juventud frustrado por la vida militar o la pasión por Cleopatra, una de las múltiples mujeres que yacieron en su lecho imperial.

La historia de la humanidad, pese a todo, avanza a paso lento superando la homofobia, esa sórdida violencia delirante solapada en una doble moral de prejuicios sociales que comete la más flagrante discriminación: juzgar a un ser humano por sus preferencias sexuales, como si la vida fuera una historia en blanco o negro.

1 comentario:

  1. Luego un mes de investigaciones, 4 personas fueron detenidas en Tena, provincia de Napo. La Fiscalía y la Policía allanaron una clínica de tratamiento de adicciones en la que supuestamente se curaba la homosexualidad.

    El fiscal Francisco Salazar dice que hay 4 prófugos, incluyendo la comisaria del lugar. Ella está implicada en este caso porque, indica el funcionario, su trabajo era velar los derechos de los ciudadanos a nombre del Estado y del Ministerio de Salud, "y la Fiscalía cree que eso fue vulnerado". Además se investiga el delito de incitación al odio y desprecio.

    El operativo se da luego de que Zulema Constante, una joven de 22 años, denunciara que en la clínica querían cambiar su orientación sexual. La abogada de la denunciante, Silvia Buendía, dice que "el delito de odio encuadra (en este caso) justamente por este asunto de la orientación sexual, homosexual. Es humillación, discrimen, intolerancia, violencia, tortura física y moral a una persona homosexual"

    La Fiscalía asegura que los operativos serán en todo el país. La pena por odio y desprecio es de 6 meses a 3 años de prisión.

    El comité interinstitucional que analiza estos casos ha recibido más de 50 denuncias por centros que ofrecen tratar la homosexualidad. Éstas que permitieron clausurar 12 clínicas. El tratamiento ofrecido en estos lugares podía costar hasta 1.500 dólares. Ninguna de las personas implicadas en el hecho quiso pronunciarse sobre el tema.

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