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sábado, 20 de agosto de 2011

EL CINE DE RUIZ, UNA TORSIÓN DE SU TIEMPO


Por Leonardo Parrini
Había nacido al  sur del mundo, en Puerto Montt,  el invierno de 1941, pero abandonó Chile después del golpe militar de 1973 para radicarse en Francia. Desde sus primeros ensayos fílmicos Raúl Ruiz llevó el sello del cine experimental a planos de sobria maestría, con despliegue de recursos estilísticos nada convencionales en que la perspectiva clásica es frecuentemente relevada  por una suerte de torsión.  
Su opera prima, Tres tristes tigres (Chile, 1968), avizora ya su ulterior lenguaje cinematográfico en que el hermetismo metafórico de su propuesta narrativa lleva el estigma de los planos y ángulos imposibles de una cámara ubicada con irreverente surrealismo ante la realidad narrada con humor cáustico, ironía y desenfado. Ya es un clásico su obra Palomita Blanca que retrata el Chile insurrecto,  en sus cánones vitales y culturales, de los años setenta.
Luego de concluir su formación profesional en Argentina, realizó una serie de proyectos de contenido político como Militarismo y tortura (1969), ¿Qué hacer? (1970), dirigida con Saúl Landau y Nina Serrano y La colonia penal (1970).  
El suyo es un cine que se reinventa a sí mismo en cada secuencia, que responde a la necesidad experimental de narrar hasta la saciedad en diversas formas el mismo asunto.
No obstante su lenguaje surrealista, Ruiz no se aparta del compromiso político en cada asunto que trata en la pantalla con prolija mirada de cineasta crítico, revolucionario, fiel a una generación de narradores militantes junto a sus coterráneos Miguel Litin y Helvio Soto.
Ruiz inscribió su nombre en la pléyade internacional de cineastas experimentales, en los años ochenta, con sus filmes El Territorio (19819, Las tres coronas del marinero y La isla del tesoro (1985). Filmes como Las soledades (1992), El tiempo recobrado (1998), Días de campo, Litoral, consagran a Raúl Ruiz como un cineasta en plenitud de facultades creativas. El largometraje final de su trayectoria, Misterios de Lisboa (2010), consiguió el elogio de la crítica especializada mundial.
Obtuvo el Gran Premio por La vocation suspendue, en el Festival de San Remo (1977), el Gran Premio por Las tres coronas del marinero en el Festival de Orleáns (1982), Premio Mejor Cineasta del Año en el Festival de París (1986), Premio a la Mejor Música y Mejor Fotografía por L'oeil qui ment, en el Festival de Sitges en España (1991).
Sus trabajos pendientes consistían en dos obras cinematográficas: La noche de enfrente, largometraje rodado en Chile para estrenar este año, y la segunda As linhas de Torres, que tenía estreno para el 2012.
La muerte sorprende a Ruiz a sus 70 años, convaleciente de un cáncer hepático complicado, luego de un trasplante de hígado, con una fulminante infección pulmonar. Se silencia así una de las voces narrativas más importantes de un cine de estatura mayor, notable torsión de los acontecimientos de su tiempo.

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