Por Leonardo
Parrini
El terrorismo es
el rostro más execrable de la política. El terrorismo es el más cobarde de los
atentados, porque ataca víctimas indefensas. El terrorismo tiene un nombre, sin
apellido. Un nombre, no de combate, sino de huidizo camuflaje. El terrorismo es
cruelmente selectivo porque elije con frialdad sus blancos indefensos. El terrorismo es
tendencioso porque no reconoce la existencia del otro. El terrorismo es multifacético
con sus mil rostros del odio. Si la guerra es la extensión de la política por
otros medios, el terrorismo es la parte más vil de los medios políticos. Para el terrorismo
el fin justifica los medios y adopta las acciones que le son funcionales.
Planifica en la penumbra y actúa a plena luz del día. Ataca y se repliega como animal
retráctil. El terrorismo suele ser suicida, porque extermina consigo a sus víctimas.
El terrorismo es
un ente plural con actores, cómplices y encubridores. El terrorismo genera terrorismo,
porque el odio se multiplica. El terrorismo es la réplica más perversa del desagravio.
El terrorismo no es una locura es la más cuerda planificación asesina. El
terrorismo no responde a una causa justa, sino que es su efecto más inicuo.
El terrorismo francés
en Siria es tan cruel como el terrorismo sirio en Francia, ambos expresión del infortunio
intolerante. El terrorismo norteamericano germina y financia las acciones criminales
de sendos terrorismos. El terrorismo del
presidente francés Hollandé ordenó hace unos meses a sus pilotos de combate
bombardear Siria para fortalecer las posiciones del Ejército Islámico (ISIS) y
derrocar al gobierno democrático de ese país, apoyado por Rusia. El terrorismo
norteamericano direccionó, a control remoto desde el Pentágono, misiles aire-tierra,
luego de los ataques de sofisticados aviones de la OTAN, y provocó el éxodo de millones
de civiles que decidieron abandonar Siria para no morir masacrados.
En Líbano, un
atentado terrorista dejó 43 muertos y 239 heridos y la prensa occidental no
activó sus dispositivos informativos de la noticia para despacho urgente ni hubo
enviados especiales. El terrorismo
del Ejército Islámico (ISIS) fusiló a 200 niños que trataban de huir del
sanguinario grupo terrorista armado, entrenado y financiado por el gobierno de
Estados Unidos, el Estado terrorista de Israel y los países de Europa agrupados
en la OTAN.
El terrorismo de
las potencias occidentales cuenta con sus agencias informativas aterradoras. Sus
noticias hacen que los hechos terroristas de sus patrones pasen desapercibidos.
Cuando ocurre un ataque terrorista en la capital de Francia, los periodistas de
las agencias informativas occidentales incitan a que la gente tuitee en su cuenta
de Twitter “Yo soy París”. Y el inefable Facebook solivianta a sus abonados a colorear
con el tricolor francés su foto del perfil. Y así proliferan los
antiterroristas.
El Estado
terrorista francés decreta el estado de emergencia, cierra las fronteras e
instaura el toque de queda en París, ciudad que hoy vive un sitio de guerra. Ese
estado favorece las pretensiones electorales de Marie Le Pen del Frente
Regional, que se enfrentará en tres semanas en las elecciones regionales
francesas y que podría aprovechar el ataque a Paris a su favor. Le Pen es la
cara visible de las campañas xenófobas que enaltecen las “razas y religiones”
blancas por sobre las demás.
El terrorismo norteamericano
se solidariza con Francia y el presidente estadounidense Barack Obama afirma
que “este no es un ataque a Francia, sino
a toda la humanidad”, en claro intento de involucrarse en el hecho. En
tanto su ex secretaria de Estado Hillary Clinton, señala en un mea culpa: El fracaso en ayudar a construir una fuerza
popular creíble con los opositores originales a Bashar al Assad, en los
comienzos de la guerra civil en Siria, dejó un gran vacío que ahora han llenado
los yihadistas. Solidarizar con Francia implica solidarizar con Siria. Repudiar el terrorismo versus terrorismo enarbolado cínicamente en nombre de la
humanidad.
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