GRANDES TEMAS - GRANDES HISTORIAS

E c u a d o r - S u d a m é r i c a

viernes, 28 de agosto de 2015

¿LA CULTURA HA MUERTO?

Por Leonardo Parrini

Cuando Nietzsche sentenció que Dios ha muerto, -en su célebre texto Así habló Zaratustra-, sin duda no se refería a la muerte física de un ser. La idea que quiso expresar el filósofo alemán se refiere a que Dios ya no fue capaz de actuar como fuente moral para los hombres. La crisis de la muerte de Dios supone la orfandad ética del ser humano quien, desprovisto ya de un orden divino se ve en la necesidad de proveerse de un sistema de valores. ¿Es ese sistema lo que llamaríamos cultura? En ausencia de una ética universal representada por Dios, habrase perdido un orden cósmico de valores absolutos. Huérfano el hombre y enfrentado a recrear sus propios referentes, protagoniza lo que Abdón Ubidia caracterizó al decir que estamos solos en el mundo sin dioses. Frente a esa orfandad, ¿es la cultura aquel bagaje que reclama Nietzsche; el saber hacer y saber pensar, como dirían los griegos?

Los problemas allí recién comienzan. La cultura, metafóricamente hablando, sí es espejo y fuente de luz, reflejo del hombre en su condición ontológica. No obstante, la cultura como irradiación de la dimensión humana, presuntamente ha muerto, en el decir de Mario Vargas Llosa. Esta lapidaria sentencia no es, pues, equivalente a la denodada búsqueda de “la reevaluación de los fundamentos de los valores humanos”, como pretendía Nietzsche. El parangón de las dos muertes -de Dios y de la cultura, nos hace transitar un callejón existencial sin salida. Si la cultura adviene como conciencia de la condición humana -creencias, acciones y premoniciones- que guían al hombre en un derrotero, ¿qué ocurre al fenecer esa forma de estar alerta frente a la existencia?  

Muerte en vida

En el libro La civilización del espectáculo, Mario Vargas Llosa describe en grupo de ensayos a “la banalización y frivolidad de la mayoría de las manifestaciones culturales de nuestro tiempo”. El texto en manos de los críticos está recibiendo una pertinaz, y no menos ácida valoración. En el periódico estadounidense New York Times, el crítico Joshua Cohen señala que Vargas Llosa se contradice al señalar que “la gente ya no lee tanto ni está tan atenta a las novedades artísticas como antes”. No obstante, el autor peruano se "queja de que los intentos para democratizar la cultura, hacerla llegar a un más amplio sector del público, “solo trivializan y abaratan” la vida cultural, pues simplifican las formas y los contenidos de los trabajos artísticos para ponerlos al alcance de las grandes mayorías”.

Cohen argumenta que las ideas vargasllosianas “son absolutamente opuestas a las propuestas literarias de novelas suyas como La ciudad y los perros, La casa verde y Conversación en la Catedral, en las que los diferentes tipos de culturas que conforman la sociedad peruana se amalgaman e integran”. En el caso de las obras La tía Julia y el escribidor y El hablador, éstas corresponden a textos que tratan “la interacción de esa gran tradición con productos culturales masivos”. Así, resulta preferible leer dichas obras en lugar del libro último del peruano. Ante la idea vargasllosiana de la muerte de la cultura que deambula su texto, la crítica señala que Vargas Llosa se lamenta de su propia muerte; puesto que el declive cultural a que se refiere el Premio Nobel, “coincide con el de su propia actividad como escritor y creador de productos culturales”. Una coincidencia que el escritor peruano no parece advertir.

El crítico Nick Romero, de The Chicago Tribune, afirma que los calificativos de “trivial y barata” que Vargas Llosa atribuye a la actual producción cultural, en contraste con la cultura clásica, “son tautológicos”. La cultura digna de ser preservada, es la “gran cultura avalada por la tradición y los intelectuales”, pero esos mismos intelectuales universitarios son parte de dicha tradición. En esa línea de pensamiento, la crítica concluye que la nostalgia de Vargas Llosa no es por la “tradición cultural occidental”, sino por los libros que leyó en su juventud, gracias a los cuales formuló sus criterios. Ideas, en su momento, renovadoras y que hoy son contradichas por su propio autor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario