Por Edgar Allan
García
Ilustraciones Pavel
Egüez
El Microcuento
es un animal veloz, impredecible y taimado, con
más músculo que grasa, más cerebro que músculo, más corazón que cerebro,
más espíritu que corazón.
1
Una bala perdida
lo había matado al atravesar la calle pero, sin darse cuenta, seguía
corriendo de angustia, corriendo porque otra vez estaba atrasado,
corriendo porque esta ocasión el jefe podía cumplir su amenaza de despedirlo y entonces
que sería de su vida, qué.
2
El día en que él
ya no vio miedo en sus ojos, supo que había perdido y se marchó.
3
Ella lo sentía en
todo el cuerpo, en especial cuando entraba a la ducha o se acostaba desnuda
bajo el edredón de plumas. Nadie sospechaba que mientras hablaba con sus amigos,
una mano invisible se deslizaba entre sus piernas o apretaba con pasión sus
senos. No era un fantasma, no, sino su deseo de él hecho susurro, roce, caricia,
labio entre sus labios húmedos y anhelantes.
4
Era tal su soledad
que cuando se asomaba al espejo, no veía a nadie.
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