Por Leonardo Parrini
¿Para dónde…Guamán?
Preguntita suelta. Pero si prefieren la amarramos a un hecho clave de la vida
nacional: Este año se cocinan las habas que comeremos el 2017. Cocinadas en la hornilla
electoral de un país que debate la opción de enmendar la constitución para
prolongar los poderes políticos y, al mismo tiempo, remendar la economía agujereada
por la caída estrepitosa del petróleo y la revalorización del dólar. Anclados
como estamos a la dependencia del oro negro y de la moneda verde, ambos
condicionantes de la economía nacional marcan el derrotero de los próximos
meses.
Meses sin duda
inciertos, o para algunos menos ciertos. Como es el caso de la oposición al Gobierno
que patalea buscando unidad en la más clamorosa desaveniencia política, provocada
por regionalismos, ambiciones personalistas y descomposición de los esquemas políticos
tradicionales. En ese avatar la derecha se desvela en el viejo sueño neoliberal
de pasarse por la galleta las ideologías y pactar, sin gloria ni honor, a como dé
lugar con el primero que esté dispuesto a dar un voto, como si la política
fuera esa vieja práctica de la prostitución esquinera. Incapaces de concebir un
proyecto político viable y presidenciable, los representantes de la vieja
partidocracia y los adláteres de último momento, no dan pie con bola a la hora
de posponer vanidades y malos liderazgos que hacen que entre Rodas, Nebot y Lasso no les sea posible ir a misa juntos.
Al falta de pan,
buenas son las tortas. A falta de propuestas concretas la oposición al régimen de
Correa ha puesto a sus vocingleros -de izquierda y derecha- a defender la democracia y la libertad, porque
siempre es más fácil aliarse contra el Gobierno que unirse por un proyecto de
gobierno concreto. A falta de argumentos de la oposición, el régimen puso un
tema en el tapete que ha ocupado la atención estos días: las salvaguardias
arancelarias, tema que dio afrecho a las Cámaras de comerciantes donde se
parapetan los sectores más reaccionarios del país. Estos sectores repiten la
cansina fórmula de oponerse a la inversión pública y la regulación económica, a
cambio del “modelo exitoso” de un neoliberalismo a ultranza que ha fracasado, estrepitosamente,
en todo el continente. Tratando de pasar de agache, los sectores hoy opositores
y ayer gobernantes, se olvidan de sus propios errores políticos y económicos, de sus esquemas ideológicos puestos en práctica
como el feriado bancario o quiebra del sistema financiero, cuyo salvataje costó
al país ingentes recursos que pudieron haber sido destinados al desarrollo
nacional. Se olvidan de la imposición de
una dolarización injusta y forzada en un país que vio perder su moneda nacional
por el especulativo manejo de una economía de sobre intereses bancarios e
ilegales políticas cambiarias.
Porque la
oposición cree que es permitido olvidar. Y porque sus conspicuos representantes
creen que somos tontos crédulos y olvidadizos, es que lleva la discusión en
torno a la salvaguardias, los recortes presupuestario por la caída de los
precios del petróleo a especulaciones y cifras catastrofistas. Tiros al aire
del abordaje pragmático que busca camuflar el verdadero origen ideológico de
sus prácticas e ideario políticos. Por eso se matriculan en la escuela de la
muerte de las ideologías, del acertijo sin fundamento, de la crítica fantasiosa
desprovista de imaginación y realismo. ¿Para dónde marcha la oposición
derechista?: hacia otro estrepitoso fracaso del modelo del pasado, que no encuentra
para dónde tirar sus disparos al aire.
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