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viernes, 20 de marzo de 2015

CHILE Y EL FANTASMA DE PINOCHET


 
Por Leonardo Parrini

Siempre tuvimos la esperanza de que la dictadura de Pinochet durara poco. Que el dictador debía irse por la presión mundial, fue la expectativa de muchos, pero el mundo contempló diecisiete años de tiranía sin lograr sanción para el dictador que murió en la impunidad ante las leyes chilenas y del derecho internacional. Se cumplen 25 años del fin del régimen militar acaecido en 1990 y la sociedad chilena todavía convive con el fantasma del dictador y su herencia en un turbio y complejo sistema económico levantado sobre el tinglado de una constitución hecha a la imagen y semejanza de la dictadura, para sobrevivirla.  

El fantasma de la dictadura deambula por esa larga y angosta faja de territorio chileno y proyecta una sombra del pasado que nadie quiere asumir. En esa sociedad inamovible tiene lugar un ritual político de oscuras reminiscencias y los responsables esconden el rostro, se cambian de domicilio y se camuflan en el olvido. Como si la dictadura hubiese sido un hecho fortuito, un acontecimiento emergido de la nada, nadie quiere hoy reivindicar “la gestión de un  régimen de terror” y reconocer su responsabilidad. Hoy los herederos de la dictadura militar tratan de echar tierra sobre los escombros de un régimen oprobioso que dejó una secuela todavía sin desmantelar. La lógica de una economía privatizadora que convirtió en lucrativo y excluyente negocio servicios básicos como la salud, educación y pensiones sigue intacta.

Los intentos de los gobiernos democráticos que sucedieron a la dictadura, no han sido suficientes para democratizar en sus bases a la sociedad chilena post dictadura. Poco o nada han hecho gobernantes posteriores al régimen militar por desarmar el tinglado institucional heredado de Pinochet, que mantiene intacto el sistema educacional y laboral que proscribió el derecho a huelga. El régimen militar que irrespetó los derechos ciudadanos continúa sin saldar cuentas a cabalidad, luego de que provocó la muerte a más de 3.200 personas y castigó unos a 28.000 torturados en las cárceles y lugares de confinamiento.

Los golpes de pecho

A la sombra de un periodo vergonzante de la historia de Chile, ciertos políticos piden perdón a un país que aún no restañe del todo las heridas. En el Chile actual se oyen exhortaciones para que actores, cómplices y encubridores de la dictadura se arrepientan públicamente de sus acciones y omisiones.  Pero esas voces no consiguen justicia. Si bien la transición ha cumplido con lo previsto en el reemplazo de los actores políticos en el poder, la sociedad chilena carga la culpa de una democracia inconclusa, con enclaves heredados de la dictadura aun insuperados. La mayor contradicción hoy día en el país de Bachelet, es la debilidad constitucional, electoral y ciudadana que se antepone a los avances conseguidos en dos décadas de  gobiernos de la centroizquierda. La falta de una mayor  participación ciudadana en la sociedad acusa la ausencia de mecanismos verdaderamente democráticos de inclusión política. Una situación caracterizada por “la existencia de instancias informales y esporádicas de participación, combinada con la inexistencia de una legislación e institucionalización de la misma a niveles locales, regionales y nacionales”.

La causa radica en la vigencia de una Constitución hecha a la medida de la dictadura, cuya legitimidad y representación no surgió de la voluntad del pueblo y más bien constituye un obstáculo para la democracia y movilización social. La Constitución vigente fue impuesta por Pinochet en un plebiscito fraudulento en 1980, sin embargo esa misma institucionalidad dio paso a la sucesión de gobiernos democráticos en una democracia formal a medias tintas. En tres dimensiones Chile tiene asignaturas pendientes. Un sistema electoral que consagra un empate entre la primera minoría constituida bajo la dictadura y la mayoría, y otorga poder de veto a dicha minoría para impedir romper con el modelo institucional económico y social heredado del régimen militar. Al sistema electoral chileno le falta componentes claves para un ejercicio de mayor plenitud democrática, como el derecho a voto de los chilenos en el extranjero y el  nuevo proyecto que consagra el voto voluntario de los chilenos en el país. En el ámbito de los derechos colectivos Chile poco avanza en términos de los derechos laborales y mantiene pendientes aspectos esenciales de los derechos de la mujer, minorías sexuales y pueblos indígenas.

Estos indicadores demuestran que el fantasma del dictador subyace en la memoria de los chilenos en forma contradictoria. Sondeos de opinión señalan que un 76% de los entrevistados considera que Pinochet fue un dictador, mientras que un 63% lo culpa de haber destruido la democracia. Un 7% de chilenos cree que la dictadura fue buena y un 9% considera que Pinochet fue “uno de los mejores gobernantes del siglo XX”.  En tanto, un 18% dice que la dictadura liberó al país del marxismo.

Chile se debe a sí mismo una nueva oportunidad constitucional que refleje los cambios de una sociedad pendiente de restaurar su ser democrático, acorde con la voluntad popular de sus habitantes Para los observadores el pueblo chileno no ha recuperado "su derecho de libre determinación", en cuya virtud los pueblos "establecen libremente su condición política y proveen asimismo a su desarrollo económico, social y cultural". En otras palabras, existe en Chile un reflejo de democracia que se expresa como el aspiracional de disolver, en el olvido y en la realidad, el fantasma de la herencia de Pinochet y su nefasta dictadura.   

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