Por Leonardo Parrini
Siempre que
releo u hojeo un libro de Henry Miller, novelista neoyorkino nacido en 1891, pienso en las mujeres que lo acompañaron en su hedónica vida
afectiva y sexual. El autor de Sexus,
que fuera tantas veces censurado por los moralistas examinadores y editores norteamericanos,
hizo de la relación carnal una delectación espiritual junto a mujeres que
debieron, sin duda, estar a la altura de sus deseos. Estoy pensando en una en
especial: Anaïs Nin, amante de espíritu libertino que
proclamara: Cualquier forma de amor que
encuentres, vívelo.
De origen
parisino, Anaïs tenía influjos sanguíneos español y danés que le conferían ese
alborotado sentido de la vida del que hizo gala. Su padre fue el pianista Joaquín Nin,
que desde temprana edad “marcó su carácter y forma de ver la vida, con él vive una relación incestuosa más tarde”. A sus once años es abandonada
por el padre que huye con una adolescente de dieciséis. Anaïs lo buscaría,
infructuosamente, durante toda su vida. La fijación afectiva con su padre inspiró su novela La casa del
incesto (1936), una evidencia irrefutable de su obsesión paternal. Luego su
vida afectiva, marcada por la voluptuosa intensidad de relaciones prohibidas,
da un vuelco al conocer al banquero Hugo Guiler, con quien contrae matrimonio.
Al amparo del
millonario, Anaïs escribe sin tregua. Muestra de su prolífera actividad son los
libros Invierno de artificio (1939), Bajo la campana de cristal" (1944), Hijos
del albatros (1947), Una espía en la casa del amor (1954), Ciudades de interior
(1959) y Collage (1964). Sin embargo, la obra más difundida de Nin son sus Diarios que escribe durante cuatro
décadas; en ellos recoge su relación con Henry Miller. La fama vendría
póstuma con la publicación de Incesto:
diario amoroso. Son páginas con detalles de su vida personal, plasmadas en un
documento “abierto a sus más íntimas
relaciones sexuales”.
Paris
abierto al amor
La intensa relación que unió a Anaïs con Miller tuvo como escenario la casa de la escritora en Paris, luego
de su primer encuentro en 1931. El escritor norteamericano le muestra el mundo
exuberante de placeres, “decadencia y libertinaje” de la bohemia en
Montparnasse que subyuga a la Nin. Sus encuentros están marcados por largas
charlas sobre literatura, psicología y filosofía. Ambos ejercen mutua seducción, una atracción que está dada por la inteligencia y la
voluptuosidad física, que empieza o termina en relación de amantes. Anaïs, a
pesar de su “vocación por sofocarse de sensualidad, en el fondo era una
"niña-mujer" de vagos modales aristocráticos, que requería siempre
tener a su lado a su marido, Hugh Guiler, un banquero próspero y
sobreprotector”. En contraste, Miller representa “un gánster calvo, cuarentón,
con aspecto de sepulturero y una sonrisa crápula que usaba para sobrevivir en
la asquerosidad de los barrios miserables donde se veía obligado a vivir”.
Miller queda fascinado por la personalidad de Anaïs; los une la mutua atracción
que no fue impedida por la convivencia marital de la escritora con su esposo.
Miller consagró esa relación en su célebre texto Primavera Negra, dedicado expresamente a Anaïs. La relación de la pareja de escritores rebasa lo afectivo y Anaïs se convierte en mecenas de Miller,
a quien mantiene durante un tiempo, y ayuda en la publicación de Trópico de Cáncer.
Henry Miller el
tiempo que fue amante de Nin, estuvo casado con su excéntrica esposa June. El
otro polo, junto a Henry, alrededor del cual giran los deseos eróticos de Anaïs Nin. Todo ocurre en el escenario del turbulento París de
entreguerras. La apacible vida conyugal
con Hugo, la atracción física e intelectual por Henry y la seducción
que emana de la inquietante belleza de June, “conforman en Anaïs una embriagadora combinación de deseos y
sentimientos que desborda el ámbito de las palabras para constituir un
documento humano extraordinario y único en la literatura”.
En carta, Henry Miller, escribe a su amante, Anaïs: No sé lo que espero de ti, pero es algo parecido a un
milagro. Te voy a exigir todo, hasta lo imposible, porque me animas a ello.
Eres realmente fuerte. Me gusta incluso tu engaño, tu traición. La muchacha responde. Henry: Me has pedido cosas que son humanamente intolerables.
Me hubiera gustado darte lo imposible, lo gigantesco, lo inhumano. Estás
probando mi valor al máximo, como un torturador. ¿Cómo conseguiré salir de esta
pesadilla? Sólo dispongo de un suministro de fuerza (humanamente no tengo
fuerza), sólo tengo la escritura, y eso es lo que estoy haciendo ahora con una
desesperación que nunca podrías concebir.
En 1939 estalla
la guerra y la pareja huye a los EE.UU; en Nueva York conviven y escriben
relatos eróticos, pero luego Miller decide afincarse en California y Anaïs
retorna con su esposo, a quien nunca estuvo dispuesta a abandonar: "Me retiene por medio de mi sensación
de culpa, de responsabilidad, mi incapacidad para causar dolor…" diría
Anaïs, "temo mi libertad. Hugo es el hombre a
quien debo la vida", confesaría finalmente. La historia de Henry Miller y Anaïs Nin, referente singular en la vida del escritor norteamericano, constituye
el paradigma de la pareja intelectual, emulado como epítome de sensualidad y
libertad, en un capítulo que recoge uno de los grandes amores del siglo XX.
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