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miércoles, 26 de febrero de 2014

PACO DE LUCÍA ENTRE SEIS CUERDAS QUE CANTAN

Por Leonardo Parrini

Hacia cantar las cuerdas, dijo un crítico al referirse a Paco de Lucia. Y tenía razón. Nunca otro guitarrista clásico pudo sacar tales acordes del instrumento de madera y seis cuerdas. Y eso es poco decir. Paco de Lucía, a la postre, es el instrumentistas excelso del siglo XX que interpretó todos los géneros, a partir del ancestral flamenco hasta encumbrarlo a las esferas de la polifonía clásica. El músico de 66 años, Francisco Sánchez (Algeciras, 1947,) sucumbió a un infarto al miocardio mientras jugaba con sus hijos, a la orilla del mar, en la costa de Cancún donde se había afincado en un refugio hace ya veinte años. ¡Vaya forma de morir, acorde con su forma de vivir!

Y vivió como quiso, con la vida a flor de piel y la capacidad de aprender de ella sin dejar de vivirla. En una mirada de sí mismo, Paco de Lucía, en sus últimos tiempos, dijo: según me hago más viejo, descarto más elementos, busco la esencia. ¿Quién soy yo? Un guitarrista flamenco. Pero desde la piel hasta el fondo de su ser, era un niño, en el sentido lúdico, hasta hiperbólico del término, exaltaba la vida como un loco, pero con ese desvarío que es sabiduría pura: No me enorgullezco de la vida que he llevado, ya no tengo tantas ganas de salir por las noches. Aquellas giras en las que nunca dormía lo suficiente, que llegaba a tocar corriendo…

No tuvo líos con las trascendencias inmanentes. Dios estuvo en su lugar y Paco en el suyo. Me veo más agnóstico que ateo. Yo rezaba mucho hasta que me di cuenta de que era un ritual infantil, confesó un día. A partir de entonces la armonía de actos e ideas rigió su vida, como un acorde de guitarra. El amor se le dio con sentires de placeres encontrados, no buscados. Amó con el corazón en vilo y gozó la vida como un adolescente, a riesgo incluso de la vida: Yo no he sido muy putero, pero me encantaban aquellos ambientes, donde siempre pasan cosas. Y me vi varias veces con una pistola en el pecho.

La música, la vida

La música fue su vida, en el más rotundo sentido del término. Con una trayectoria de cinco décadas dejó grabado 26 álbumes y un itinerario azaroso e intenso. Ahora estoy en una situación vital en la que me siento a gusto y quiero aprovechar las energías para componer, reconoció el músico, en armonía con el ser humano. La vocación musical suya nació en la infancia, estimulado por su padre, un artista popular a tiempo completo. Mi niñez se pareció mucho a la de los gitanos, que eran mis vecinos. Además, mi padre llegaba de mañana con sus amigos, que eran grandísimos artistas, y a cantar en el patio. El padre gravitó en el artista como una corriente vital insoslayable: En mi familia, era la ley. Cuando yo iba con mi hermano de gira por América, siempre me amenazaba: "A papá vas, a papá". Y es que yo me largaba con lumiascas, y, claro, de lo que se trataba era de llevar dinero a casa y no de gastarlo en orgías. Mi padre era muy serio, pero estamos hablando de años de hambre, de pobreza. Le veía irse, aunque estuviera enfermo, a tocar en fiestas de señoritos. Igual volvía a las diez de la mañana, le daba a mi madre los 20 duros que había sacado, y a vender ropa o lo que fuera. No entendía que sus hijos perdiéramos el tiempo, había que ensayar y aprender. Mi sentido del perfeccionismo es herencia suya.

El performance de Paco de Lucia incluye una serie de formatos, desde el dúo sesentero de guitarras que forma con su hermano Ramón de Algeciras o con Ricardo Modrego, musicalizando versos de García Lorca, hasta el coplero que recorre todos los sustratos del arte flamenco. En los años setenta el artista edita Fuente y Caudal (1973) al que pertenece Entre dos aguas. En ese periodo incursiona en retos personales y se adentra en la recreación de partituras clásicas de Manuel de Falla (1978) y en el célebre Concierto de Aranjuez de Joaquín Rodrigo (1991). Luego toman forma otras experimentaciones musicales, de fusión jazzística, junto a músicos cultores del género como Pedro Ruy Blas, Ruben Dantas o Carlos Benavent, que intervienen en su obra hasta Cositas Buenas. Es el tiempo de creación pura con obras tan representativas como Almoraima (1976), Sólo quiero caminar (1981), Siroco (1987), Ziryab (1990) y Luzia (1998). Y los vibrantes directos registrados en Europa (Live… one summer night, 1984) o Estados Unidos (Paco de Lucía & Sextet live in América, 1993). En una fase internacional integra dos tríos con John McLaughlin y Larry Coryell: Castro Marín (1981). Luego intervendría Aldi Meola, en reemplazo de Coryell. Notable fue su asociación con el pianista Chic Corea en los temas Chiquito y Chick.

El ocaso de su vida lo sorprendió en plena vitalidad. Lúdico, amante del mar y junto a los seres que amó. En ese instante aun fabulaba sueños: Quiero ver si tengo algo nuevo que decir desde algo tan minimalista como es la guitarra. A la larga, eso es lo que se va a quedar y eso es lo que realmente esperan los aficionados y los profesionales, que son finalmente la razón de mis esfuerzos. Y los gitanos, los mejores jueces de lo que yo hago. Su corazón se detuvo sin aviso, como se detienen las cosas buenas, sin estridencias, pero fulminante. Ese instante, Paco de Lucía retozaba junto a sus hijos, como si la vida fuera un soplo, un fugaz juego de divertimento.

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