Por Leonardo
Parrini
La sentencia
bíblica que reza siembra vientos y
cosecha tempestades, bien cabe para describir el momento que vive Francia
como escenario de la guerra etnoreligiosa librada entre el islamismo y occidente
y que tiene lugar en territorio galo, como una extensión ideológica del
conflicto al resto de Europa.
El atentado que
acabó con la vida del periodista, dibujante y director de la revista Charlie Hebdo, Stéphane Charbonnier,
conocido como Charb y otros tres de los principales dibujantes del semanario,
Cabu, Tignous y Wolinski, es una
respuesta virulenta, en extremo violenta de los grupos islámicos asentados en
Francia a un medio de información definido a sí mismo como satírico e irreverente.
El semanario Charlie Hebdo, usando
los recursos de la caricatura política, sembró el viento del escarnio y la
fobia antislámica en el país galo con la publicación sistemática de imágenes de
líderes religiosos de procedencia musulmana. El director Stéphane Charbonnier,
que ocupaba el cargo desde en enero de 2014 en reemplazo de su creador, el
escritor y periodista François Cavanna, había marcado la línea editorial del
semanario con claro tinte anti islámico: “Si
nos planteamos la cuestión de si tenemos derecho a dibujar o no a Mahoma, de si
es peligroso o no hacerlo, la cuestión que vendrá después será si podemos
representar a los musulmanes en el periódico, y después nos preguntaremos si
podemos sacar seres humanos...Y al final, no sacaremos nada más, y el puñado
de extremistas que se agitan en el mundo y en Francia habrán ganado”.
El periódico
satírico francés Charlie Hebdo enfrentaba
antecedentes de ataques, por similares motivos desde el 2011, cuando un coctel
molotov provocó un incendio que destruyó gran parte de sus instalaciones. En
esa oportunidad el atentado fue relacionado con una edición titulada Sharia
Hebdo, que hacía una fuerte crítica al avance islamista en Túnez y Libia,
con una burlesca caricatura de Mahoma dibujado como redactor jefe del número. La
línea editorial de Charlie Hebdo, no hizo
más que echar leña al fuego de una creciente ola de islamofobia que se expresa
en Europa con una presencia de una comunidad musulmana de 5 millones de
personas; y, particularmente, en Francia donde el 10% de la población tiene origen
musulmán y el Islam se profesa como la segunda religión del país.
Si bien las
diferentes oleadas migratorias a Europa de personas procedentes de las antiguas
colonias ha conformado una sociedad plural y diversa, la aceptación de esta
diversidad es una asignatura pendiente en la mente de millones de personas del
continente europeo. El fenómeno de la islamofobia es azuzado por una extrema
derecha política lisa y llanamente racista que, por tanto, pone en jaque el
mismo concepto de libertad, igualdad y fraternidad tan proclamado por los
franceses. La discriminación anti musulmana en Francia se expresa en el ámbito
del trabajo, el sistema educativo y la sectorización urbana en barrios de
extrema pobreza donde residen comunidades musulmanas. Organizaciones como Risposte Laique o Resistence Republkicaine, “aglutinadoras
de una amalgama procedente sobretodo de la extrema
derecha”, pregonan un discurso de rechazo al Islam que no duda
en utilizar el desprecio y la mofa hacia los creyentes de esta religión.
Un informe de
Amnistía Internacional del 2012 señala que “las discriminaciones contra los
musulmanes se centran, sobretodo, en el ámbito laboral y educativo, en las
limitaciones y problemas para abrir mezquitas y centros de culto, así como en
las legislaciones y debates sobre el uso de prendas de vestir con carácter
religioso o cultural”. Según el informe “se produce la estigmatización de
musulmanes y la mayor propensión de este grupo a cometer actos violentos". Esta
agencia europea sigue considerando válido un estudio realizado en 2010, según
el cual los jóvenes que han sido víctimas de discriminación “son los que mayor
riesgo corren de adoptar a su vez actitudes violentas”. En ese trabajo, uno de
cada cuatro jóvenes encuestados (en Francia, España y Reino Unido) declaraba
haber recibido un trato injusto o discriminatorio. Las mujeres pertenecientes
a colectivos islámicos son las principales víctimas de mayor discriminación.
El Colectivo Contra la Islamofobia en Francia asegura que “entre un 70% y un
80% de las denuncias que recibe proceden de ciudadanas, se relacuina en buena medida por el
rechazo que genera el velo que suelen llevar las mujeres. La Agencia de
Derechos Fundamentales ha puesto énfasis en “las trabas que encuentran éstas
mujeres para insertarse en las sociedades europeas”.
Respuesta simple a un problema complejo
En Ecuador la
noticia del atentado criminal al semanario Charlie
Hebdo, -censurable desde todo punto de vista- sin duda, está marcada por
la versión mediática que de manera simplista se alinea con la idea de que hay
que defender la libertad de expresión y de tal, como si dicha libertad fuera licencia para denostar, insultar, burlarse o provocar la
violencia del otro. Se confunde con candorosa postura lo que significa defender la libertad
de expresión frente a la intolerancia de los poderes políticos entronizados en
el Estado capitalista, con una guerra etnoreligiosa que se libra históricamente
entre el islamismo y el occidente. De este modo resulta cómodo dar respuestas
simples a problemas complejos. Expresiones del embajador francés en Quito, como:
la unidad frente al terrorismo debe ser
la consigna del mundo, también tiene
un impacto mediático, pero refleja un maniqueísmo político de un tema
ideológico más complejo. Es un discurso sesgado que parte de la base de que el otro es el terrorista, el islámico, y
exime de responsabilidades al semanario satírico que exacerbó el ánimo de los musulmanes
provocando y ridiculizando sus creencias religiosas de manera intransigente.
En un matiz
del tema, la apología a la libertad de expresión, asociada al libre ejercicio
del dibujo cómico o caricatura, es presentada por caricaturistas ecuatorianos
como un acto de irreverencia ante la intolerancia del poder. Roque Maldonado
afirma que “El humor es una catarsis social. La sátira reivindica el
desbalance entre el poder y la ciudadanía”. El connotado comunicador gráfico
concluye en que “la caricatura resalta las exageraciones de la vida”. Esta
mirada crítica de su oficio es corroborada por Xavier Bonilla, Bonil, quien
aduce que “la irreverencia está presente, no sólo en la caricatura, sino en
literatura, música y en el ser humano. En el caso del semanario Charlie Hebdo, la tradición de la
caricatura en Francia surge como voz de protesta e irreverencia que
desacralizaba a la monarquía de esos países y ha ido evolucionando y mantenido
esa dureza y virulencia de Charlie Hebdo.
Cuando se siente una excesiva opresión la irreverencia está presente en la
caricatura", concluye Bonil. A la luz del caso del semanario francés Charlie Hebdo, el tema amerita una sugerencia
de fondo: la diversidad molesta al intolerante, no obstante la diversa expresión no puede ser
motivo de provocación al otro. La aceptación de la diversidad es un síntoma de
tolerancia y lucidez ideológica. Los fundamentalismos de tomo y lomo suelen, a menudo,
sembrar vientos que cosechan tempestades.
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