Por Leonardo Parrini
Los inicios del año en curso se definen a
nivel oficial por el viaje del Presidente Rafael Correa a China en un intento
por profundizar las relaciones con el país oriental, hoy día abierto a
las economías emergentes y promisorio lider mundial en ascenso. El periplo
presidencial en China estuvo marcado por la consecución de préstamos de gran envergadura
en áreas estratégicas, a través de una línea de crédito de
aproximadamente 7 mil millones de dólares. Además, la firma de nueve
convenios bilaterales en los campos científicos, técnicos y educativos que reflejan
un nuevo clima de cooperación inédito entre ambos países. La presencia
ecuatoriana en el Foro CELAC-China que concluyó en Beijing
con la aprobación de un plan quinquenal de cooperación en sectores de comercio,
finanzas, infraestructura, educación, ciencia, tecnología, innovación, talento
humano, cultura y turismo es otro de los hitos del viaje presidencial. En consecuencia,
el mandatario ecuatoriano dijo que “la visita a China ha sido extremadamente exitosa”. Como muestra
concreta destacó que las empresas chinas Galanz, Midea y
Haie se
mostraron interesadas en vender las cocinas de inducción que, según el
mandatario, harán posible el cambio de la matriz energética en los hogares
ecuatorianos.
Luego del periplo de cuatro días, miembros de
los sectores empresariales bananero, camaronero y floricultor que integraron la
comitiva oficial, coincidieron en la visión exitista de la visita a China. Xavier
Erbas exportador de brócoli dijo que China ya nos ve como un socio estratégico,
mientras que Henry Kronfle, presidente de la Cámara Empresarial reconoció el
aprendizaje en nuevas tecnologías chinas aplicables, como valor
agregado, a la industria ecuatoriana, para ello se perfila una agenda a corto y
mediano plazo para concretar acuerdos de cooperación tecnológica.
¿Qué negocio hacen los chinos en Latino
América y qué beneficios representa esta relación para el Ecuador? El interés chino que consiste en ganar terreno en un espacio geopolítico
latinoamericano reservado históricamente para los norteamericanos y europeos, está
en marcha a pasos agigantados. Para muchos la progresiva presencia china en nuestro
continente esconde la emergencia de un nuevo imperialismo. América Latina deberá
confirmar una firme capacidad de autonomía para evitar una relación metrópoli-periferia
de evidente dependencia, similar a la que se ha establecido desde los inicios
de la era republicana con los EE.UU. En materia de cooperación científico técnica,
la relación con China no debe enmarcarse en la mera transferencia tecnológica dependiente,
como ha ocurrido entre las potencias capitalistas y los países
latinoamericanos; por el contrario, debe responder a una relación didáctica de
capacitación del talento humano, desarrollo concreto de ciencia y tecnologías
propias y su aplicación coherente con nuestros estándares locales. “América Latina llena de recursos naturales,
de un nivel de crecimiento sostenido en el tiempo, de estabilidad política y,
China, un país con una senda de crecimiento increíble, recursos financieros,
desarrollo de ciencia, tecnología y talento humano”, ha señalado al
respecto Rafael Correa. Dicho así las relaciones chino ecuatorianas aparentan equilibrio
y se proyectan equitativas, no obstante, Ecuador deberá racionalizar esa relación
en beneficio propio, a través del uso de los créditos obtenidos en áreas de
fomento al desarrollo, crecimiento económico y social, a fin de que éstos resulten
una inversión y no un gasto inmediatista.
El crecimiento
de los recursos de China en Ecuador es parte de una política del país asiático
en toda América Latina. Según datos del análisis de Interamerican Dialogue y
Global Economic Gobernance Initiative de la Universidad de Boston, China hoy primera economía del mundo,
ha sido “el principal músculo financiero
de América Latina, por encima del Banco Mundial (BM), Estados Unidos o el BID”.
Para confirmar esta afirmación se remite a la cifra de deuda china en la región
durante el 2013 que ascendió a $ 20.100 millones de dólares, en comparación con
los multilaterales de EE.UU que tenían un saldo de deuda de 12.000 mil millones
de dólares. Para el mes de febrero del 2014, sólo Ecuador debía pagar a China $
6.292 millones de dólares, según el Ministerio de Finanzas ecuatoriano, cuyas
cifras hablan de que al 28 de febrero de ese año, la deuda con China era de $
4.768 millones, sumados a un pago pendiente de $ 1.524 millones por preventas petroleras.
Las estadísticas indican que la deuda ecuatoriana con China era insignificante
en el 2009 con un saldo de apenas $ 4,7 millones. Pero esta cifra creció mil
veces entre el 2011 al 2012, cuando el saldo salta de $ 2.730 a $ 4. 633
millones de dólares. Un deuda nada barata, puesto que en el caso de Ecuador “según
el ex ministro de Finanzas Fausto Ortiz, los plazos han sido hasta ocho años y
con tasas de 7,5%”.
Las relaciones con China se dan en un contexto
nada paradisiaco: "la coyuntura económica y política internacional es
desfavorable, la caída del precio del petróleo, la desaceleración de la
economía mundial, la guerra silenciosa de los poderes mundiales ocultos y la
contraofensiva de la derecha nacional, latinoamericana y mundial”, obligan a
una estrategia bilateral con China inteligente y equitativa. La orientalización de la economía
ecuatoriana es una categoría reconocible como un hecho evidente que no siempre debe
ser mirado con sospecha, a condición que se pongan en la mesa nuevas reglas de juego.
En tal sentido, habrá que esperar que la economía se supedite a la política, en
un clima de relaciones solidarias más que utilitarias. Para ello la voluntad política
del régimen ecuatoriano de ejercer soberanía sobre sus recursos estrategicos, tanto
en la gestión de esos recursos como en los beneficios que éstos producen, es un
buen síntoma. Las relaciones con China deben mantenerse inspiradas en ese mismo
afán soberano. Lo acontecido, históricamente, con la presencia de los viejos imperialismos
en América Latina, que han subordinado siempre la política a la economía, haciendo
prevalecer sus intereses transnacionales en detrimento de sus socios circunstanciales,
no debe repetirse. El actual régimen ecuatoriano, con una mayor madurez política
y lucidez económica que sus antecesores, deberá demostrar al mundo su capacidad
de gestión independiente, caso contrario se confirmará la parodia de que sin China
no hay paraíso.
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