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lunes, 19 de noviembre de 2012

HISTORIAS PARALELAS



Por Leonardo Parrini

Cuenta la leyenda que los indios del Tahuantinsuyo en el imperio Inca, creían que el oro era la sangre de Inti, el Dios Sol. Este significado mitológico difiere diametralmente de la percepción mercantilista  que los conquistadores españoles tenían del metal precioso como fría y pura riqueza material, patrón de toda transacción con el que podían obtener más riqueza y accesorios para vivir. El oro motivó a Francisco Pizarro, antiguo cuidador de cerdos, a aventurarse en una empresa de conquista de fortuna en busca de El Dorado en tierras de los hijos del sol.

La historia del continente precolombino cambió para doce millones de indígenas el fatídico 16 de noviembre de 1532, cuando Pizarro conoció al monarca incaico quiteño Atahualpa, rey-dios, que salió a recibirlo investido y revestido de un sequito de oro en Cajamarca. El oropel de la corte de Atahualpa exacerbó aún más la codicia de Pizarro, que en una maniobra sorpresiva al mando de una hueste de un puñado de mercenarios masacró a la comitiva, hizo prisionero a Atahualpa y sometió a miles de indios desarmados que salieron a su encuentro en un ritual alegórico de bienvenida al advenedizo. De nada sirvió al monarca incaico ofrecer como rescate una habitación de 50 metros cúbicos llena de oro por su vida. Al fin y al cabo, la sangre del dios Inti no fue suficiente para saciar la sed de oro del traicionero conquistador y evitar que derrame la sangre de Atahualpa, al que ejecutó bajo cargos de conspiración, poligamia e idolatría a falsos dioses.

El choque entre ambos simbolismos, el mitológico indio y el mercantil hispano, enfrentó a dos mundos contrapuestos. La inconmensurable riqueza en oro y plata del imperio Inca desató la codicia criminal de los españoles y fue la perdición del Tahuantinsuyo. Pizarro, luego del arresto de Atahualpa convivió con su rehén en cautiverio, incluso llegó a aparearse con una hermana del Inca y procrear dos hijos. Pero no fue suficiente: cuando el monarca Inca ya no era útil, porque nunca reveló el destino de la riqueza incaica, lo condenó y ejecutó estrangulado, luego de hacerlo bautizar con su propio nombre de Francisco. El crimen había sido augurado por los oráculos incas que predijeron la muerte de Atahualpa a manos de Pizarro. La historia posterior es conocida. Los españoles sometieron al Tahuantinsuyo y saquearon al alto Perú. Se calcula que se llevaron a España no menos de 185 millones de kilos de oro y 16 millones de kilos de plata.

Oro negro para el Sumak Kawsay

Se viven otros tiempos. Los indios amazónicos ecuatorianos no serán conquistados a sangre y fuego como sus hermanos incaicos, ni sus jefes serán asesinados como el monarca quiteño Atahualpa. Muy por el contario, sus derechos ancestrales están escritos y reconocidos en la ley suprema de un Estado intercultural y plurinacional que los consagra como dueños de su tierra, de su cultura ancestral y de su futuro comunitario.

Para los indios amazónicos del Ecuador el oro negro no tiene el significado que tenía el oro para sus antepasados incas como sangre del dios Inti. Arútam, dios de los shuar, no sangra metales líquidos y habita en las cascadas selváticas mucho más cerca de la Pachamama que Inti, el dios sol. A diferencia de los oráculos incaicos, los chamanes amazónicos no auguran muerte alguna, pero advierten a sus protegidos del peligro del oro negro contra la naturaleza selvática. El Machi Rafael en fogoso discurso en tierras amazónicas auguró lo contrario y dijo: el oro negro sacará de la miseria y traerá el Sumak Kawsay a los pueblos indígenas de la Amazonía.

Los indígenas insisten en dejar la riqueza negra bajo la verde espesura selvática de sus territorios. En esta época de diálogo, bajo el signo de la revolución del Machi Rafael, -de reciente visita a la tierra de los conquistadores -, no existen jefes aborígenes que asesinar ni oro que saquear. Ahora los indígenas ecuatorianos viven la opción histórica de que, sin excesos de confianza, –pecado ancestral de Atahualpa-, hablen palabras claras con el Machi Rafael y se empoderen de una nueva visión sobre el oro negro y la riqueza de sus territorios. Su palabra vale más que nunca, ahora que el Ecuador inaugura una nueva era en el manejo de sus recursos no renovables, próximo a la apertura de una ronda de licitación petrolera en el Suroriente de la Amazonía ecuatoriana. ¿Qué será de llevar al reencuentro amazónico, guayusa, chicha masticada, ayahuasca o floripondio? Acaso, sólo es de llevar la buena disposición de un diálogo intercultural de buena fe y confianza en la buenaventura, cierta y duradera, de un país que en el reino de la diversidad cobije a sus hijos bajo el imperio prometido del Sumak Kawsay.  
                                                                                                               



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