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viernes, 2 de septiembre de 2011

EN EL NOMBRE DE LA HIJA, UNA COMEDIA TRISTE E IRREVERENTE




















Por Leonardo Parrini

La película de Tania Hermida, En el nombre de la Hija, tiene un asunto audaz. Una trama de contenido en que las vivencias de los protagonistas se contraponen entre un mundo tradicional, conservador, donde la religiosidad es el signo fundamental, opuesto a una visión atea, racional de la vida,  que pone en entredicho los cánones establecidos por la tradición de un país  que hoy se reinventa  a sí mismo.

La historia ocurre en un valle serrano de Ecuador en 1976, mientras Manuela y su hermano menor Camilo pasan unos días de vacaciones junto a sus primos en la hacienda de sus abuelos. La niña, hija de padres comunistas, se enfrenta a la disyuntiva de ser bautizada en el núcleo familiar católico de sus abuelos, dando paso a un conflicto de la niña con el entorno familiar. El encuentro con un tío loco, que vive encerrado en la biblioteca familiar abandonada de donde libera a las palabras de los dogmas que las encierran, es el símbolo central de la película que cuestiona la nomenclatura y el sentido de las cosas, a través de pinceladas oníricas y a momentos surrealistas.  El encuentro con el pariente provoca un giro en la vida de la niña Manuela quien, a partir  de ese momento, cambia su relación con las palabras y con los nombres incluido el suyo propio.   

En el nombre de la identidad

El filme juega con el cambio de nombre de las personas como una metáfora de búsqueda esencial de identidad.  Quién eres, no cómo te llamas, parece ser la interrogante que nos sugiere la película de Hermida que en su opera prima Qué tan lejos ya nos venía cuestionando el sentido mismo del ser ecuatoriano.  Los nombres pueden ser varios: en el nombre del padre, del hijo y hasta del espíritu santo, pero Tania Hermida propone en el nombre de la hija, en clara y subversiva propuesta,  puesto que una niña, como mujer, suele ser doblemente atrapada por una realidad conservadora y machista, enclaustrada en mitologías tanto paganas como religiosas.

Tania Hermida ha dicho que como realizadora le interesa “’explorar los procesos de reconstrucción de los sentidos y reinvención de la propia identidad de los personajes, cuyas certezas se ven amenazadas en el transcurso de una historia”, en el contexto de una película que, según su expresión, es una comedia y triste e irreverente.

En el nombre de la hija opone un juego de conceptos y emociones, a  través del lenguaje de  niños que refleja la realidad de sus adultos inmediatos, padres y familia, pero que resulta  auténtico, a partir de un sincero argumento que reproduce las contradicciones y temores adultos.

Formalmente el filme está hecho con una cámara juguetona, que se mete en el ritmo y lenguaje de los niños, para producir una fotografía  impecable, de tonos apastelados y difusos, a momentos evocadores de un tiempo ido cuya responsabilidad recae en Armando Salazar.

La producción, a cargo de Paula Parrini y Mary Palacio, consigue los elementos indispensables para  realizar un filme de época, en que el arte y la puesta en escena están al servicio de una estética tan barroca o elemental, según sea el requerimiento de la propia realidad setentera y rural que el filme recrea.

Una actuación sobresaliente de los protagonistas con un casting acertadísimo, es uno de los valores de filme de Hermida como Directora, trabajo nada fácil tratándose de actores primerizos en el caso de los niños Eva Mayu Mechan y Markus Mechan y un grupo de niños que no sobrepasan los 13 años de edad y que logran autenticidad en sus roles, junto a actores ya consagrados como Pancho Aguirre.

La música original de Nelson García, y la adicional de Javier y Felipe Gangotena, es un capítulo aparte por la sugestión de crear atmósfera, que no dramatiza ni adorna, sino que profundiza sentimientos con ramalazos tonales, en piano y guitarra, puestos con pasión en momentos claves del filme.

Audaz, alegórica, irreverente, la película En el nombre de la hija, se pone en el campo de interés  del público masivo por su contenido transparente, matizado con sutil humor que brota de la  espontaneidad de los niños protagonistas y también por la forma de comedia triste, sincera con sus propios sentimientos expiatorios de culpa de un país que se esfuerza por reinventarse a sí mismo. 

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