GRANDES TEMAS - GRANDES HISTORIAS

E c u a d o r - S u d a m é r i c a

lunes, 3 de marzo de 2014

LA VERDE UTOPÍA



Por Leonardo Parrini

Las derrotas tienes dos partes funestas: que se vuelvan irreconocibles e irremediables. La primera tiene que ver con la incapacidad de reconocer una derrota cuando existe, a riesgo de confundirla con victoria. La segunda, es el peligro de no poder remontarla en el tiempo, previo reconocimiento de sus causas y efectos. El instinto de inaceptabilidad del ser humano es un mecanismo de defensa que actúa al no querer aceptarse a sí mismo, por temor o por vanidad, el resultado es el mismo. Una zona de empantanamiento en la que no nos movemos y tampoco nos reflejamos en el líquido viscoso. La visión acrítica es un síndrome de debilidad tan asociado a las capitulaciones, como a los fracasos. Impide ver con claridad dónde están los verdaderos resortes que nos permiten avanzar o permanecer trabados en una tramoya intrincada que supera nuestras fuerzas de reacción. 

Para reconocer las derrotas hay que tener una buena dosis de estatura moral, precisamente la necesaria para la victoria, es decir, no hay porque sentirse totalmente vencido luego de una derrota, a condición de que sepamos dimensionarla en su justa medida. El primer paso de la superación de la derrota es registrarla, luego explicarla y tratar de superarla. La derrota siempre tiene su cotejo con la utopía del proyecto, con el ideal concebido y no alcanzado. De allí que es preciso volver a mirar la utopía, el sueño inconcluso para empezar a superar los reveses y salir airosos, como ave Fénix de entre los escombros.

En política es clave saber reconocer, tanto la derrota como la utopía que nos impulsó a luchar. No perder de vista el proyecto y su realización final, aun en los momentos de menor entusiasmo. Frente a los comicios del 23 de febrero las fuerzas políticas de la revolución ciudadana deberán reconocer la utopía entre los escombros, sacudirle el polvo y ponerla de nuevo en pie.  Es el momento de preguntar cuál es la utopía irrealizada, cuál el sueño inconcluso, el ideal abortado, qué proyecto político está pendiente de ser realizado. En ese autoexamen saltarán a la vista los contornos de una idea y de una plataforma original que, en el avatar de la lucha, pudo haberse desdibujado en su inaugural intensidad de convocatoria.

Las nuevas utopías

El presidente Rafael Correa ha reconocido que al movimiento político oficial “le faltó advertir su incidencia en los sectores populares, confiando simplemente en el apoyo obtenido, pero descuidando la organización”. Diáfana verdad, pero que aún no toca el fondo del problema: no fue cuestión de  descuido sino de concepto, puesto que el movimiento Alianza País siempre desdeñó convertirse en un partido más orgánico de lo que realmente es. En el necesario recuento de las utopías originales, el historiador Juan Paz y Miño menciona que inicialmente en el 2006 “Correa representaba una renovación de la política”. Esa fue la primera utopía y la gran victoria inicial: sincerar la política ecuatoriana liberándola de sus viejos esquemas partidistas.

En el devenir de la revolución ciudadana impulsada por el régimen de Rafael Correa, el historiador Paz y Miño constata que “se solucionó el problema de la economía, superando el modelo empresarial por otro más social y solidario”. Esa fue otra gran utopía originaria de la revolución ciudadana. En segundo lugar, la política nacional se ha activado en torno a la movilización ciudadana -señala el historiador-, y en ese sentido, se ha profundizado la democracia formal indirecta y enriquecido la partición ciudadana organizada y frontal. Concomitante con esa realidad hubo “cambios en términos de soberanía y nacionalismo”, lo suficientemente significativos y necesarios para motivar una cultura general de la población que hoy se siente orgullosa del Ecuador, concluye Paz y Miño.

En reciente informe de las Naciones Unidas se señala que Ecuador dio, o está dando, cumplimiento a ocho objetivos del milenio: El Presidente Rafael Correa informó que las metas cumplidas son reducción de la pobreza, erradicación del hambre, tasa neta de matrículas en educación básica, eliminar las desigualdades entre los sexos en todos los niveles de enseñanza, reducción de la mortalidad en niños menores de 5 años, detener la propagación de VIH – Sida, reducción de la incidencia de paludismo y tuberculosis y acceso sostenible a servicios de agua y saneamiento. He ahí otras utopías cumplidas, pero mal difundidas.

La primera fase del experimento revolucionario ecuatoriano que va del 2007 al 2013, es un periodo de acumulación de fuerzas, cambios en la economía y recuperación del Estado. Luego se abre un segundo momento en que los principios de la economía social y solidaria que plantea la Constitución,  no han dejado de tener apoyó popular. Sin embargo, hay asignaturas pendientes, según Paz y Miño, en el orden de algunas reacciones en las universidades en cuestiones relativas al cuidado ambiental, como el proyecto de explotación de Yasuní. Es imprescindible que la revolución llegue al campo con una profunda reforma agraria, y se consolide en la ciudad con “nuevas reformas que afecten todavía más a la concentración de la riqueza y un incremento de la movilización y la organización popular”.

Lo más denso está por venir. Remontar la derrota, amerita poner en tensión todas las fuerzas proclives al cambio social y neutralizar a los sectores que se opondrán, firmemente, a la continuidad de proceso revolucionario. Y en ese sentido, un llamado de alerta: Los sociólogos e historiadores, - advierte Paz y Miño- siempre tenemos muy claro que uno de los frenos que puede tener una revolución es que se estabilice en un Estado y descontinúe la profundización de los cambios. El desafío de la revolución ciudadana consiste en revolucionarse a sí misma y revigorizar la verde utopía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario