Por Leonardo Parrini
Soy un coleccionista de
pequeñas verdades que suelo encontrar por los caminos de la vida, y que luego transo
por rotundas emociones. Y ese gesto de recoger crudezas, como piedras filudas a
la vera del camino, no es más que un acto de desarraigo, de caminar sin sendero
hacia uno mismo. Será por eso que la literatura de Jhumpa Lahiri me hizo tanto bien
desde que la descubrí. La lectura de uno de sus libros –Interprete de emociones- me cautivó con un sentimiento de
complicidad, pleno de sabiduría y emoción. Como si encontrarla, hubiere sido un
predestino.
Jhumpa Lahiri, es un feliz descubrimiento. Una frase de esta
escritora de origen hindú y residencia estadounidense me cautivó, como quien
atrapa una verdad a vuelo de pájaro y con ella estás obligado a descender y
aterrizar de emergencia:
Mi deseo de escribir nació del anhelo de poseer algo, de llamar mío algo. Todos mis personajes navegan en la tensión entre
pertenecer y no pertenecer. Como
migrante la sentí nuestra desde un principio y cómplice de ese sentimiento de
desarraigo, de no ser de aquí y no ser de allá, con el que ella puebla sus
libros de personajes tan llenos de esa melancolía que se desprende de su
literatura.
Provenía de Calcuta, la tierra
paternal, cuando llegó a los EE.UU a sus dos años de edad. Aprendió amar en
bengalí y a escribir en inglés, como reconoce. Atrapada entre el deseo de no dar la espalda al mundo de los padres y
el anhelo de ser una más en Estados Unidos, Lahiri creció con la desazón de
sentirse o una traidora o una intrusa. El desarraigo como destino, la
constante búsqueda de identidad personal y la soledad que acompaña la vida del
migrante, son los tópicos literarios de esta narradora que ha convertido “en best-seller las experiencias de la
primera y segunda generación de bengalíes en EEUU”.
Intérprete de emociones (1999), obtuvo el premio Pulitzer. Con la acuciante convicción de no ser parte
de algo o alguien, escribió El buen nombre (2003), Tierra desacostumbrada (2008) y su última novela, La hondonada (2014).
Interprete de emociones
Con
ese apelativo la crítica posicionó a Jhumpa como una escritora que, según
Chekhov, resuelve la trama en sus relatos cortos “con facilidad pasmosa”,
porque se trata de “una escritora austera y precisa”, cuya profundidad al
tratar los temas la convierte en “autora de revelaciones instantáneas”. No
pienso en ello -dice Lahiri- No pienso en nadie específico leyendo mis
libros. Siempre escribo para mí. Lo que hago debe tener sentido para mí. Tu trabajo es como tus hijos,
estás conectado a él de una manera visceral. Sera por eso que Lahiri siente que lo que redime es la angustia
del creador ante la página en blanco y el entusiasmo del lector ante la escrita.
Esta simbiosis entre autor y
lector es su mayor divisa. Lo digo como leedor, puesto que sus textos provocan la
sensación de leer un libro, no sólo un mero texto. Una sensación que Jhumpa
corrobora en los siguientes términos: Mucha
gente tiene el talento creativo, la visión, la chispa, pero carece de la
disposición, la disciplina, la paciencia, la tenacidad, la perseverancia que se
requieren para ser escritor. Michiko
Kakutani, la influyente crítica de The New York Times consagra esa afirmación
de la autora: “Lahiri ha tomado la inquietante y evocadora música de cámara de
su primera colección de historias y ha reorquestado los temas del exilio y la
identidad para crear una obra sinfónica, una primera novela tan segura y
elocuente como el trabajo de un maestro veterano”.
Y la guinda del pastel, en la voz de Lahiri: Escribir es una actividad solitaria y dolorosa. Tienes que trabajar en
medio de todo lo demás y reconocer que no es divertido levantarse cada día y
tratar de crear algo. Es duro, muy duro, y el noventa y nueve por ciento del
tiempo es frustrante y nadie está a tu lado para decirte que está bien, o para
hablar contigo y compadecerse. Si bien el acto de escribir es tan
desgarrador, como un parto, no lo es menos para el lector: No creo que necesitemos los libros para
enseñarnos a ser felices. Nos dirigimos a ellos para entender la parte más
difícil de la vida.
Acaso todo silencio justifica quedar escuchando a esta cronista del
desarraigo: Yo escribo a menudo sobre
familias que han emigrado, pero hablo de sentirse solo en el mundo y eso no es
específico al hecho de emigrar. Hablo de lo que nos puede suceder a todos…
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