Por Leonardo Parrini
Bajo el eslogan Abrimos a los
gobiernos, la organización mediática internacional WekiLeaks, creada en
diciembre de 2006, hace honor a su nombre: filtrar
información, que en la jerga periodística significa transparentar lo que otros
ocultan en materia de interés público.
Las llamadas informaciones clasificadas
son el menú preferido de WikiLeaks que, solo en referencia a los secretismos del
gobierno norteamericano, ha filtrado y revelado a la luz pública millones de documentos
que constituían secretos de estado relacionados con operaciones políticas y militares
llevadas a cabo por las agencias de espionaje estatales de los EEUU.
WikiLeaks fue fundada internacionalmente por un grupo selecto que incluye “periodistas, matemáticos,
y tecnólogos de empresas start-up de los Estados
Unidos, Taiwán, Europa, Australia, y Sudáfrica.”
La cabezas visibles de la organización son Julian Assange, creador y redactor
jefe del WikiLeak y su portavoz Kristinn Hrafnsson, quien tomó la batuta de la orquesta
mediática transnacional desde que Assange enfrentó un arresto en Inglaterra en
diciembre de 2010.
La logística de la red mediática es sencilla y efectiva, opera con apoyo de servidores donde almacena más de 1,5 millones de documentos “que desvelen comportamientos no éticos, con
énfasis en los países que considera tienen regímenes totalitarios, pero también de
religiones y compañías de todo el mundo”. No de casualidad el logotipo de WikiLeaks es un reloj de
arena en donde un planeta Tierra oscuro gotea (leak, en
inglés) sobre otro más claro.
No obstante su propósito, WikiLeaks
no podría ser considerado un clásico sitio wiki, pues no cualquier
persona puede alterar sus contenidos sin permiso previo. La organización sitúa
sus servidores en el IPS sueco PRQ, en una versión modificada de Media Wiki y
como medida de protección del anonimato de sus informantes utiliza OpenSSL,
Freenet,
Tor y PGP. En un movimiento táctico para mayor seguridad, WikiLeaks
tiene planeado cambiar la locación de sus servidores a una isla en alta mar.
Amigos y enemigos
La filtradora internacional de
secretos se ha hecho, como es obvio pensar, de poderosos enemigos e incondicionales
amigos. El mundo hoy está dividido entre quienes apoyan su acción y aquellos
que abiertamente la boicotean. Entre ellos, MasterCard y Visa que se negaron a
que las transacciones de WikiLeaks se realicen a través de sus sistemas. En tanto,
el Gobierno de China bloqueó a la organización en su afán de difundir
información en su territorio, a su vez, las redes Facebook y Twitter cancelaron
sendas cuentas a WikiLeaks. El presidente ecuatoriano, Rafael Correa, en reciente entrevista con Julian Assange le dio la bienvenda "al club de los perseguidos".
El documentalista John Pilger
escribió un editorial en agosto de 2010 a favor de defender a WikiLeaks, pues
para él "representa a los intereses de la responsabilidad pública y una
nueva forma de periodismo reñida con la dominación y el cinismo". El presidente
Lula da Silva se cuenta entre sus defensores, mientras que WikiLeaks ha sido
nominada candidata a Premio Nobel de la Paz.
WikiLeaks forma parte de un signo
de nuestro tiempo: la democratización de la tecnología en la sociedad de la
masificación informática. Factores que hacen posible el síndrome de decirlo y saberlo todo, sin censura previa y sin necesaria responsabilidad ulterior,
ingredientes de un plato apetecido por quienes bogamos por la libertad y
diversidad de opinión. En esto destaca WikiLeaks
como una filtración que está inundando al mundo de urgente verdad.