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sábado, 10 de agosto de 2013

JUSTICIA INDÍGENA: ENTRE EL DIÁLOGO Y LA TRAICIÓN



Por Leonardo Parrini

“Indio traidor, indio muerto”, reza una sentencia -no escrita- en la ley de los pueblos aborígenes ecuatorianos. La justicia indígena, como mandato ancestral supremo, rige la vida de los 14 pueblos, nacionalidades y comunidades nativas que cohabitan el territorio del Ecuador. Esta  justicia autóctona, según el historiador Juan Paz Y Miño, hunde raíces en la historia con presencia en cuatro momentos evolutivos culturales: precerámico, formativo, desarrollo regional e integración. Desde tiempos remotos destaca la influencia del Incario que impuso su “organización estatal, el idioma quichua, el culto al Sol, y los principios del ama killa, ama llulla, ama shwa” -no ser ocioso, no mentir, no robar- pilares de la cosmovisión política, social y cultural de las comunidades indígenas ecuatorianas.

Ya en la aplicación práctica, la justicia indígena -refiere Paz y Miño-, registra a través de la historia castigos reñidos con los derechos humanos, como azotes, apaleamientos, despeñamientos, ortiga, mitimaes, incluida la muerte. No obstante, la Constitución ecuatoriana en el artículo 171, reconoce la vigencia de la justicia indígena “con base en sus tradiciones ancestrales y su derecho propio” dentro de su ámbito territorial, con la garantía de “participación y decisión de las mujeres” y considerando la potestad de las autoridades indígenas para “aplicar normas y procedimientos propios”.

Estos basamentos que empoderan a los pueblos indígenas tutelan las relaciones con el Estado ecuatoriano para la defensa de sus territorios, tradiciones y manifestaciones culturales. Su observancia está inmersa en el principio de lealtad y no traición a la cosmovisión, creencias y mitos ancestrales, precepto implícito que rige el comportamiento consuetudinario de los individuos en sus comunidades. El desacato a esta ética indígena implica un castigo con extenuantes caminatas por la selva para que sus hijos retornen a la sabiduría de sus ancestros y vuelvan a empoderarse de los espíritus que les ayudan a sobrevivir en armonía con la Pachamama -Madre Tierra- y con la comunidad a la que se pertenecen. La traición a estos fundamentos por parte de algún miembro del ayllu supone, incluso, la expulsión física de su comunidad. 

¿Un líder traidor?

La invitación oficial hecha a Humberto Cholango, Presidente de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador, a la recepción ofrecida al Presidente boliviano Evo Morales, generó una corriente de opinión contraria al máximo dirigente de la CONAIE, con voces discrepantes -como la de Carlos Pérez, ex presidente de la Ecuarunari- que hablan de traición.

Humberto Cholango ha defendido su presencia en el Palacio presidencial por invitación de Rafael Correa, señalando que “si tuviera que volver a ir lo volvería a hacer, porque no estoy actuando, como se ha intentado decir, por una amistad personal, sino porque creo en una línea y una orientación política de izquierda”. Descartó la crítica de los dirigentes que “caen en la trampa de la derecha”, diciendo que en el “debate intenso” que sostienen las organizaciones sobre sus relaciones de poder “hay preocupación sobre la intención del Estado de poner un límite a la administración de justicia indígena, pero también dentro de las bases de la organización hay un firme compromiso de avanzar en un proceso que se construya con el nuevo Estado Plurinacional del que tanto se habla en este tiempo”.

Diálogo de buena fe

Organizaciones indígenas de la sierra centro solicitaron mantener diálogos con el Gobierno de Rafael Correa bajo coexistencia armónica con el Estado, frente a lo cual Cholango dijo no estar “cerrados al diálogo; nosotros tenemos toda la predisposición de dialogar y resolver los conflictos”.

Una de las situaciones “conflictivas” que amerita respuesta a la preocupación de las bases indígenas se relaciona con la decisión estatal de ampliar la frontera petrolera a la región suroriente ecuatoriana. La tradición oral indígena practicada en asambleas y diálogos comunitarios muestra ser un mecanismo legítimo e idóneo para la consulta previa que la ley exige realizar, en restitución de derechos inherentes a las comunidades que habitan las posibles zonas de intervención hidrocarburífera. “Las bases tienen varios conflictos y si estos  se pueden solucionar por la vía del diálogo debemos apostar, si no, el movimiento tiene sus estrategias como marchas y movilizaciones”, manifestó Humberto Cholango.

En cuanto a las relaciones de la CONAIE con el Presidente Correa, "mal vistas" por algunos sectores del movimiento indígena, Cholango es enfático en señalar que “se intentó confundir a las organizaciones de base, eso lo reconozco, pero una vez que se ha explicado que no fui a un diálogo con el Presidente, obviamente lo saludé, intercambié unas palabras, pero hasta allí hemos llegado, no hay ninguna traición o deslealtad”

El ducho dirigente de la CONAIE, reconoce con sinceridad que “con el presidente Correa tenemos varias coincidencias: Unasur, no firmar TLC, sacar las bases militares, la Celac, recuperar los recursos naturales para la dignidad y la soberanía...”

De cara a los retos del movimiento indígena en la etapa de transformación social que vive el Ecuador, y de las políticas públicas que reclaman la inclusión de todos los sectores del país, Cholango hace un llamado urgente: “He dicho al interior de Pachakutik que se deben revisar las estrategias, las actuaciones y actitudes de varios líderes, y no podemos quedarnos encerrados en tratar de decir que somos un movimiento que vamos a continuar en este proceso de lucha, sin mirar el contexto nacional e internacional”.

Y para que nadie se equivoque, el Presidente de la CONAIE saca una tarjeta de presentación donde tácitamente se describe su perfil humano: “Soy amigo de la Revolución Cubana, fui amigo del presidente Hugo Chávez, soy amigo de Evo Morales. Mi tendencia es de izquierda, progresista, humanista”. Humberto Cholango, miembro de una estirpe de dirigentes llamados a reinsertar al movimiento indígena en la senda de la influencia social y mejoramiento de la calidad de vida que reclama el Sumak Kawsay, es pieza clave en las relaciones armoniosas que deben primar entre la fuerza de los pueblos ancestrales y el Estado plurinacional e incluyente.

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