Por Leonardo Parrini
“Indio traidor, indio muerto”, reza una sentencia -no escrita- en la ley
de los pueblos aborígenes ecuatorianos. La justicia indígena, como mandato ancestral
supremo, rige la vida de los 14 pueblos, nacionalidades y comunidades nativas que
cohabitan el territorio del Ecuador. Esta justicia autóctona, según el historiador Juan
Paz Y Miño, hunde raíces en la historia con presencia en cuatro momentos
evolutivos culturales: precerámico, formativo, desarrollo regional e
integración. Desde tiempos remotos destaca
la influencia del Incario que impuso su “organización estatal, el idioma
quichua, el culto al Sol, y los principios del ama killa, ama llulla, ama shwa” -no ser ocioso, no mentir, no
robar- pilares de la cosmovisión política, social y cultural de las comunidades
indígenas ecuatorianas.
Ya en la aplicación práctica, la
justicia indígena -refiere Paz y Miño-, registra a través de la historia castigos
reñidos con los derechos humanos, como azotes, apaleamientos, despeñamientos,
ortiga, mitimaes, incluida la muerte. No obstante, la Constitución ecuatoriana
en el artículo 171, reconoce la vigencia de la justicia indígena “con base en
sus tradiciones ancestrales y su derecho propio” dentro de su ámbito
territorial, con la garantía de “participación y decisión de las mujeres” y considerando
la potestad de las autoridades indígenas para “aplicar normas y procedimientos
propios”.
Estos basamentos que empoderan
a los pueblos indígenas tutelan las relaciones con el Estado ecuatoriano para
la defensa de sus territorios, tradiciones y manifestaciones culturales. Su observancia
está inmersa en el principio de lealtad y no traición a la cosmovisión,
creencias y mitos ancestrales, precepto
implícito que rige el comportamiento consuetudinario de los individuos en
sus comunidades. El desacato a esta ética
indígena implica un castigo con extenuantes caminatas por la selva para que sus
hijos retornen a la sabiduría de sus
ancestros y vuelvan a empoderarse de los espíritus que les ayudan a
sobrevivir en armonía con la Pachamama -Madre Tierra- y con la comunidad a la
que se pertenecen. La traición a estos fundamentos por parte de algún miembro
del ayllu supone, incluso, la
expulsión física de su comunidad.
La invitación oficial hecha a
Humberto Cholango, Presidente de la Confederación de Nacionalidades Indígenas
del Ecuador, a la recepción ofrecida al Presidente boliviano Evo Morales, generó
una corriente de opinión contraria al máximo dirigente de la CONAIE, con voces discrepantes
-como la de Carlos Pérez, ex presidente de la Ecuarunari- que hablan de
traición.
Humberto Cholango ha defendido
su presencia en el Palacio presidencial por invitación de Rafael Correa, señalando que “si
tuviera que volver a ir lo volvería a hacer, porque no estoy actuando, como se
ha intentado decir, por una amistad personal, sino porque creo en una
línea y una orientación política de izquierda”. Descartó la crítica de los dirigentes
que “caen en la trampa de la derecha”, diciendo que en el “debate intenso”
que sostienen las organizaciones sobre sus relaciones de poder “hay preocupación sobre la intención del
Estado de poner un límite a la administración de justicia indígena, pero
también dentro de las bases de la organización hay un firme compromiso de
avanzar en un proceso que se construya con el nuevo Estado Plurinacional del
que tanto se habla en este tiempo”.
Diálogo de buena fe
Organizaciones indígenas de la sierra centro
solicitaron mantener diálogos con el Gobierno de Rafael Correa bajo
coexistencia armónica con el Estado, frente a lo cual Cholango dijo no estar “cerrados al diálogo; nosotros tenemos toda
la predisposición de dialogar y resolver los conflictos”.
Una de las
situaciones “conflictivas” que amerita respuesta a la preocupación de las bases
indígenas se relaciona con la decisión estatal de ampliar la frontera petrolera
a la región suroriente ecuatoriana. La tradición oral indígena practicada en
asambleas y diálogos comunitarios muestra ser un mecanismo legítimo e idóneo para
la consulta previa que la ley exige realizar, en restitución de derechos inherentes a las comunidades que
habitan las posibles zonas de intervención hidrocarburífera. “Las bases tienen varios conflictos y si
estos se pueden solucionar por la vía del diálogo debemos apostar, si no,
el movimiento tiene sus estrategias como marchas y movilizaciones”, manifestó
Humberto Cholango.
En cuanto a las relaciones de
la CONAIE con el Presidente Correa, "mal vistas" por algunos sectores del
movimiento indígena, Cholango es enfático en señalar que “se intentó confundir a las organizaciones de base, eso lo reconozco,
pero una vez que se ha explicado que no fui a un diálogo con el Presidente,
obviamente lo saludé, intercambié unas palabras, pero hasta allí hemos llegado,
no hay ninguna traición o deslealtad”
El ducho dirigente de la
CONAIE, reconoce con sinceridad que “con
el presidente Correa tenemos varias coincidencias: Unasur, no firmar TLC, sacar
las bases militares, la Celac, recuperar los recursos naturales para la
dignidad y la soberanía...”
De cara a los retos del movimiento
indígena en la etapa de transformación social que vive el Ecuador, y de las políticas
públicas que reclaman la inclusión de todos los sectores del país, Cholango
hace un llamado urgente: “He dicho al
interior de Pachakutik que se deben revisar las estrategias, las actuaciones y
actitudes de varios líderes, y no podemos quedarnos encerrados en tratar
de decir que somos un movimiento que vamos a continuar en este proceso de
lucha, sin mirar el contexto nacional e internacional”.
Y para que nadie se equivoque, el
Presidente de la CONAIE saca una tarjeta de presentación donde tácitamente se
describe su perfil humano: “Soy amigo de
la Revolución Cubana, fui amigo del presidente Hugo Chávez, soy amigo de Evo
Morales. Mi tendencia es de izquierda, progresista, humanista”. Humberto Cholango,
miembro de una estirpe de dirigentes llamados a reinsertar al movimiento indígena
en la senda de la influencia social y mejoramiento de la calidad de vida que
reclama el Sumak Kawsay, es pieza clave en las relaciones armoniosas que
deben primar entre la fuerza de los pueblos ancestrales y el Estado plurinacional
e incluyente.
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