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martes, 12 de marzo de 2013

"¿QUIEREN VER CÓMO SE MATA A UNA PROSTITUTA?"

Por Leonardo Parrini

El asesino de la modelo quiteña Karina del Pozo, según versión policial, sentenció minutos antes de matarla: ¿Quieren ver cómo se mata a una prostituta? Dificil hallar en una confesión criminal más premeditación y alevosía. Conducta inherente a un perverso asesino que concibe y planea su crimen, con lujo de detalles, ante testigos que impávidos cometen flagrante delito por omisión, y actúan como cómplices y encubridores.

La crueldad manifiesta del asesino de Karina lo hace acreedor a la máxima pena existente en el código penal ecuatoriano, que en el mejor de los casos no excederá 35 años de reclusión. Esta realidad de nuestro sistema penal deja abierta la discusión acerca de la necesidad de incrementar las penas por violación con asesinato de la víctima, incluida la pena capital. ¿Puede haber más impotencia social ante un crimen que, ya en los hechos, la probable sentencia no repararía a cabalidad el derecho de justicia de la víctima y sus familiares?
 
El crimen de la joven modelo está contaminado de elementos que hacen pensar en una degradación de valores de la sociedad ecuatoriana “posmoderna”, cuando aún no alcanza a modernizarse en sus más elementales basamentos culturales que dejan al descubierto expresiones machistas tan aberrantes como el exhibido por los asesinos de Karina. Desatar  crueles instintos criminales contra una supuesta “prostituta” – que, obviamente, no lo es,-  equivale a un acto de feminofobia, con rasgos de execrable discriminación de género y sadismo, involucrado en la forma de ejecución del feminicidio cometido.

Descomposición social

¿Qué hace que un sujeto muestre tal impronta de perversidad asesina contra una mujer donde, además, sacia sus más primitivos instintos sexuales? 

La respuesta debe ser planteada con la frontalidad que amerita. Un orden cultural que privilegia el hedonismo por sobre otras formas de relacionamiento y conducta humanas. Un sistema educativo fracasado que se inhibe de educar con objetividad y sinceridad sobre los múltiples aspectos de la sexualidad. Un fundamentalismo religioso que condena y descalifica, sin comprender la diversidad, prejuzgando la práctica natural de las diversas elecciones sexuales. Un sistema judicial permisivo que, pusilánime, se niega a incrementar las penas de los delitos sexuales a nombre de dudosos e inmerecidos derechos humanos de criminales feminófobos. Un fundamentalismo conventual que rinde culto a la homofobia y a la discriminación frente al libre ejercicio de la diversidad de género. Un sistema de valores que privilegia la cultura física por sobre la espiritual, en el que los machos sacan músculos y luego practican artes marciales en la humanidad indefensa de sus víctimas. Un sistema político que sanciona tardíamente a cierto candidato que sustentó su plataforma electoral en odios homofóbicos. Una práctica social consuetudinaria de silencio y complicidad con actitudes excluyentes, amparada en la doble moral del machismo que colma los prostíbulos, pero que asesina mujeres bajo el argumento de que son malas mujeres, cuyos crímenes en un 80% quedan en la impunidad. El aborrecimiento a las trabajadoras sexuales no es otra cosa que la aversión a las mujeres, actitud del macho cabrío que, incapaz de conseguir los favores de la hembra por otros medios, personifica en la mujer sus frustraciones como depositaria de placer y al mismo tiempo como catalizadora de dicho hedonismo social. Se trata de esa violencia invisible de la que habla Bourdieu que ”está siendo evidenciada pero no a modo de denuncia, sino por el contrario, a manera de naturalización del comportamiento masculino y estigmatización del comportamiento femenino”.   

Llegó el momento que Ecuador mire de frente la realidad como país incluyente que aspira ser. No puede haber una plena práctica del buen vivir con asesinos sueltos, no habrá inclusión de género con el machismo criminal campante por las calles ni con la intolerancia destilando desde los púlpitos. Ya es hora, pues, que las distintas instancias sociales involucradas en la creación de una nueva cultura de convivencia armónica: sistema educativo, participación ciudadana organizada sistema judicial e instituciones de orden ético, encendamos la alerta ante la descomposición social que vuelve trivial la violencia y cotidiana la criminalidad. Ecuador del siglo XXI no puede negarse la oportunidad de superar sus propias trabas culturales. No seremos el país que aspiramos, si no comenzamos a reconocer nuestras debilidades, oportunidades y amenazas en un foda de sincera disección social, que ponga fin a la acomodaticia doble moral que tanto daño nos hace como sociedad.

5 comentarios:

  1. Anónimo3/13/2013

    Querido Leonardo: estoy muy identificada con el artículo. Pregunto: ¿Puedo difundirlo en mi página, obviamente indicando tu autoría? Te agradezco por tus contundentes palabras.

    Una novel seguidora tuya:

    -Aspasia-

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    1. Con todo gusto puedes reproducirlo mencionando la fuente. Gracias por tu interés.Un abrazo.

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  2. Anónimo3/16/2013

    jajajja no sea ingenuo, usted que tipo de hombres cree que contratan servicios de prostitutas?? jajajaja no van a ser los hermanitos de la caridad. Si uno esta en el mundo de la prostitucion o delincuencia tiene mucha posibilidad de morir de varias formas, no seamos ingenuos y ademas feminazis. ajaja. Siempre habra gente mala y enferma no se puede cambiar eso con leyes, eso ya es humano. solo nos queda cuidarnos a nosotros mismos

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  3. Anónimo3/16/2013

    y con respecto al tema de la degradacion de la sociedad, eso lo atribuyo al laicismo, antes la iglesia tenia la potestad de quemar el culo a delincuentes, marikas,etc,etc, y pues se podia mantener el control de la maniaca y enferma mente humana, pero bueno ahora con gobiernos socialistas anticlericales pues nos toca cuidarnos a nosotros mismoo

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  4. Anónimo3/18/2013

    es un comentario preciso y muy certero para estos criminales endemoniados asesinos que les caiga todo todo todo el peso de la ley y que se pudran en el infierno junto al demonio

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