Por Leonardo Parrini
Siempre tuvimos la impresión,
aunque vivencial y acaso subjetiva, que Chile es un país excluyente y socialmente impermeable, donde el que nace con santos en la corte se bautiza y es,
prácticamente, imposible superar la inamovilidad social por la vía del dinero,
si no se nace con linaje y apellido.
La historia de las últimas cuatro décadas en Chile, habla por sí misma. La situación socioeconómica
heredada de la dictadura militar que gobernó Chile entre los años 1973 y 1990, caracterizada
por la imposición a ultranza de políticas neoliberales impuestas por organismos capitalistas transnacionales como
el FMI y el Banco Mundial, ha marcado el modelo chileno hasta la actualidad. Un
modelo que hacia el exterior ha sido vendido como exitoso y ejemplar, cuya
imagen ideal de país próspero y desarrollado, a niveles del primer mundo, es
una falacia que contrasta con el costo social que ese presunto exitismo ha significado
para la mayoría de la población chilena excluida de la esfera de poder económico
proyectado por el bluf de una economía social de mercado que en la realidad es una
economía de mercado, sin el perfil social proclamado en los años noventa.
Durante la década de los
ochenta, como antecedente del modelo neoliberal impuesto por la dictadura de
Pinochet, Chille era un país cuyo ejercito asesinaba ciudadanos en las calles
de la capital, con una cesantía que alcanzaba el 20% y una pobreza extrema
cercana al 40% de la población. Esa fue la herencia de la dictadura militar que
20 años de gobierno socialdemócrata de la Concertación no lograron cambiar y,
como es sabido, no sólo se mantuvo intacta la Constitución Política redactada
por Pinochet, sino también el modelo económico impuesto violentamente por los militares.
Este panorama vigente por cuatro décadas en Chile se resume en la lapidaria
frase de que “hasta el presente, la verdadera
imagen de Chile ha estado marcada por la desigualdad, la pobreza, la impunidad
y el luto”.
Con
el advenimiento del gobierno del empresario Sebastian Piñera, en marzo del 2010,
la situación heredada por la dictadura se profundizó en términos de ahondar la brecha
entre ricos y pobres, mantener intactas las leyes de la dictadura y
salvaguardar la impunidad de los militares asesinos que exterminaron a miles de
chilenos durante los 17 años de pinochetismo.
En la
actualidad el quintil de la población más acaudalada de Chile se queda con el
60% de la riqueza nacional. Y un reciente estudio establece que Chile es el país
con la mayor desigualdad del mundo.
Cifras de la desigualdad
La percepción de Chile como
“país desigual” ha sido confirmada en un estudio realizado por los
economistas chilenos Ramón López, Eugenio Figueroa y Pablo Gutiérrez, basado en información proporcionada por el Servicio de Impuestos Internos del país sureño.
Los resultados obtenidos por los investigadores y que están publicados en la
web de la Universidad de Chile, establecen una conclusión categórica: “Chile no
sólo está entre los países más desiguales del mundo sino, es el primero”.
En datos del estudio se
consigna que “el real problema de distribución en Chile está en lo más alto de
la distribución y no tanto dentro del grueso de la población (99%), donde la
distribución tiende a ser relativamente pareja. Es realmente en el 1% de los más
ricos del país, y sobretodo en el 0,1% y
0,01%, de los más acaudalados donde se
concentra el ingreso percibido”. De acuerdo a los datos de esta investigación, el país que conforman
el 99% de los chilenos y el 1 % de ricos presenta mayor concentración
de la riqueza que gran parte del mundo capitalista. Ni en Estados Unidos ni en Japón ni en Inglaterra el 1% de la población goza de tanta participación de la riqueza de su propio
país.
Las estadísticas publicadas en
el estudio se basan en los índices de
tributación existentes entre los distintos sectores de la población chilena,
cuyo mapeo es claro: “una pequeña minoría, los súper ricos, se llevan realmente
la ‘parte del león’, en alusión a la fábula de Esopo, donde un león caza en
compañía de otros animales, pero termina quedándose con toda la presa
simplemente porque es el más fuerte”.
Los autores de la
investigación indican que la participación de los ingresos personales de los
chilenos súper ricos en relación al conjunto de la población del país “es extraordinariamente
alta”. Ésta alcanza el 30% para el 1% de la población más acaudalada del país;
17% para el 0.1% y el 10% para el 0,01%
de los más poderosos de Chile. Según el informe, estas cifras representan las
más altas participaciones que se conocen internacionalmente, puesto que son las
más elevadas registradas en la lista de 25 países en los cuales se ha hecho la
medición.
En el Chile actual, bajo la
presidencia del empresario Sebastian Piñera, el 1% más rico del país recibe 2,6
veces más dinero del ingreso total del
país, que lo que recibe el 1% más rico en los siete países analizados. En Chile
el 0,1% de la población más adinerada percibe cuatro veces más ingresos que el
promedio de la muestra de los siete países analizados. El 0,01% de la gente más
rica de Chile se apropia de seis veces más de lo que se apropia el 0,01% más
rico en los otros seis países de la muestra. En ese sentido, la preocupación por la enorme concentración de la
riqueza que exhibe Chile es en el fondo una preocupación por la
posibilidad de Chile de crecer en el largo plazo. A los autores de este
estudio les parece que la posibilidad de tener un crecimiento sostenido
se ve amagado por “las negativas consecuencias de la inequidad sobre la
inversión en capital humano, la estructura productiva y la productividad
de estas economías, así como las amenazas que ella supone para la
estabilidad social y política futura”.
Lo cierto es que la realidad socioeconómica
chilena revelada en el estudio contrasta con la persistencia de 2 millones y
medio de chilenos pobres. Estas cifras de la desigualdad en Chile hablan por sí
mismas de un panorama que dista mucho del idílico verso del himno nacional chileno
que posiciona al país de la estrella solitaria como la copia feliz del Edén. Una obscena situación que confirma a Chile
como el país más desigual del mundo.
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