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miércoles, 20 de febrero de 2013

PARADOCS O LA RETINA DE LA MEMORIA


Por Leonardo Parrini

Dudé al poner el nombre a este artículo. Pensé en la Memoria de la retina o en la Retina de la memoria. Más allá de los juegos de palabras, ambas expresiones denotan lo que hace Paradocs, colectivo de fotógrafos jóvenes que se unieron para vencer “la soledad del fotógrafo”. En cualquier caso, la gestión que hacen estos documentalistas se convierte en gesto de la retina, precisamente, en un ejercicio de la mirada, del color y de la forma, como apunta Coco Laso. Mirar, ver, registrar para acudir en ayuda de la memoria, esa zona de luz al final del túnel del olvido.

La retina de la memoria nos introduce en el literal mundo de la fotografía: ser el ojo de la evocación, porque el fotógrafo decidido a perpetuar –esa es su misión- lo hace, a través de la retina memorial consciente, de un lente con diafragma, a través del cual la memoria registra y perenniza. Si invertimos la frase, -como de un negativo a un positivo-, la memoria de la retina, decimos, en el sentido de que el gesto fotográfico no concluye sólo en ver, sino que va más allá, hasta perpetuar en el tiempo imágenes congeladas que adquieren un valor testimonial.   

Los afanes de Paradocs fueron, desde un comienzo, ejercitar el ojo -dice Laso- ver el mundo con la mayor claridad posible. Y en esa tentativa, el fotógrafo vence el solitario acto de elegir qué camino tomar con la cámara en la mano y qué fotografiar, y tratar de hacer fotos para una realidad inmediata, porque la fotografía “se compone de un tiempo y una geografía y eso define una forma de ver, de sentir, de comprender la realidad, estás aquí, involucrado”, concluye Laso. Paradocs busca, en esos sentidos, trabajar con fotos hechas aquí y ahora, registrando la realidad con lenguaje local y cotidiano y crear historias para ser contadas y vistas en el contexto más íntimo de lo nuestro.

El lanzamiento del último proyecto, o mejor, realidad editorial de Paradocs, es una caja con tres pequeños grandes libros de tres fotoperiodistas: Cuando no estás aquí de Ricardo Bohórquez; A su imagen y semejanza de Alejo Reinoso y Sansón y Dalila de Cesar Morejón. Una trilogía bien presentada, como una caja de Pandora, con un sorpresivo lenguaje común: una mirada intimista de lo que ocurre más allá de la retina.

Cuando no estás aquí

Ricardo Bohórquez un día decide fotografiar un cementerio para una exposición al cual fué invitado en Guayaquil, pero entretanto, su padre muere agobiado por una larga enfermedad, entonces plasma las imágenes de “nuestra casa sin él”. Hoja tras hoja del libro Cuando no estás aquí surgen, en blanco y negro, las imágenes de la ausencia paternal. Allá el rostro contrito de un familiar, acá el sillón terriblemente vacío bajo una luz cortada, el closet con la ropa del difunto, un lavabo donde aún no se escurren las gotas de agua. En definitiva: la vida detenida por corte, del mismo modo que se interrumpió la existencia del padre. Y todo en un tono de contrastes intensos, penetrantes, de luz sin origen definido, como debió ser de intensa la relación con el padre perdido.

A su imagen y semejanza

Alejo Reinoso crea, sin ambages, retratos que provienen de una realidad inmediata y que en su momento fueron parte de una circunstancia real, como la noticia de un matutino. Pero la intención cruza la barrera de lo fáctico para penetrar los mundos intrincados de la sugerencia breve, irónica, “en un acto de creación que viene a ser una manipulación que se plasma como la realidad que el fotógrafo quiere plasmar y no necesariamente la realidad en sí”. ¿Entonces, dónde queda lo documentalista de la fotografía, dónde la imagen y semejanza? Reinoso responde: nosotros estamos de alguna manera representando lo que pasa en frente nuestro, cuando hacemos algo documental, sin ninguna pose. Como bien apunta Eduardo Varas, el acto fotográfico de Reinoso es el disparo de un rifle, “es retener vida, sin que deje de ser vida”, un control de lo azaroso.

Interesado en ver “la relación que existe entre el entorno y la cotidianeidad de la gente”, Reinoso incurre en la paradoja de crear universos surreales, con un manejo de la luz muy singular que define zonas de atención, como una guía visual, hacia lo que focalmente quiere mostrarnos.  Con sutil ironía, sus personajes son descubiertos y retratados en gestos cargados de sentido vital. Un periodista con una cinta de esparadrapo en la boca, un paciente en el sillón del dentista, una cantante entregada al micrófono o una pareja de bailarines en traje de luces. Todos subrayan un sentido evocador, con atmósferas retro.

Sansón y Dalila

Cesar Morejón, con diez años de trajín fotoperiodístico, está convencido de que la fotografía es una visión del fotógrafo, “una creación a partir de una realidad, siendo sincero con las personas para que el resultado sea natural”. Una búsqueda previa para definir cómo desarrollar un tema, “lo que hace más valioso el trabajo del fotógrafo que narra una historia”. 

La suya, en Sansón y Dalila, es la historia de un gimnasio del barrio La Marín en Quito que tomó el nombre de su dueño y donde se practica el culto a la figura física. Retratos sin poses, se diría, a golpe de obturador, sorpresivos, donde el gesto aún no termina de componerse en el rostro fotografiado. De sórdidos ambientes, el color obsceno evoca  imágenes que hablan de cuerpos que exultan un gesto de vanidad, porque “si vas al gimnasio y tienes buen físico, la gente lo admira a uno”. Sugestivos close up contribuyen a exaltar el músculo en tensión, la gota de sudor resbalando por la frente, el esfuerzo por conseguir “la belleza física”, en un libro que, en definitiva, es un retrato familiar de un gym en decadencia y reparación, como la vida misma.

Paradocs, es el colectivo original de fotodocumentalistas formado por François Coco Laso, Santiago Serrano, Juan Antonio Serrano y Paula Parrini que se ha propuesto un ejercicio de la mirada que captura y narra historias con la visión personalísima de cada fotógrafo, a través de una línea editorial que denominaron Taller de la Retina. Y lo consiguen, metiendo cada fragmento de vida en una caja de pequeñas memorias cotidianas, que constribuyen a la memoria colectiva de un instante suspendido en el diapasón del tiempo.

2 comentarios:

  1. CREADOR

    Por: Jairo Bohórquez Guillén

    En el sexto día creó Dios al
    hombre
    para que señoree sobre todo lo
    existente.
    Y viendo,
    que el hombre descansaba
    placido y tranquilo
    tomó una de sus
    costillas
    quitándole sosiego,
    expulsándolo
    sobre la humedad de sus aguas.
    Después,
    ya no hubo más
    manzanas, peras
    duraznos, sandias
    higos, ni aceitunas
    tan solo sudor amargo
    bajando de sus sienes.
    Saboreó la tierra
    labrada con sus manos
    con sus pies
    con su espalda
    con llaga entre los labios.
    Entonces,
    fue paria en sus dominios.
    Caminó sin brújula,
    infierno ni cielo
    construyendo y desconstruyendo
    su propio paraíso.
    Pisada por pisada
    tiempo por tiempo
    minuto por siglos
    olvido por olvido.
    Perdiendo en la memoria
    de la inmensidad
    su propia historia.
    Sus dominios
    no eran suyos
    vio como las olas
    borraban sus huellas
    y hombres alados
    volar entre las estrellas.
    Al final,
    Cansado, sintiéndose pequeño
    bajo la tempestad de lo
    inexplicable
    no fue el sexto día
    ni el séptimo
    o el octavo
    tan solo uno de tantos
    para explicar lo que no entendía
    en su peregrinación
    decidió crear un ser superior.
    Lo llamó Dios.
    Pero, el hombre quiso
    ponerlo en un lugar distinto
    Intocable para el mundo.
    Le dio una corona
    lo sentó en trono de oro
    rodeado de seres similares.
    No lo puso en un paraíso
    para ser expulsado.
    No le quitó la costilla
    lo hizo completo.
    Ahí quedó
    Ahí sigue…

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  2. Anónimo2/20/2013

    VIVA LA ALQUIMIA VISUAL !!!

    http://www.youtube.com/watch?v=1KZfyedenaY

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