Por
Leonardo Parrini
El
Chapulín Colorado, célebre paladín de la justicia popular y héroe infantil de
la tv latinoamericana, pedía que le sigan los buenos y nunca tuvo intenciones
de ser Presidente. Los personajes y candidatos de la oposición política en el
Ecuador, sin ser paladines de nada, hacen exactamente lo contrario. Nos piden el voto con pretensiones
de alcanzar el poder y seguir a una comparsa de presuntas
estrellas de la farándula que - supuestamente - aportan imagen a las
candidaturas. Como si "la fama" adquirida detrás de un micrófono o delante de una cámara
fuera convertible en votos o en talento para gobernar y legislar.
La
farandulización de la política ecuatoriana muestra lo contrario. Un séquito de
famosillos que algún momento treparon transitoriamente al poder, demostró ser incapaz
de jugar un rol medianamente decente ante sus electores. Sobran los ejemplos de
cantantes, animadores de televisión y ex deportistas que hicieron un triste papelón en el
ex congreso y en los círculos del poder ejecutivo en otras épocas. Algunos, incluso, fueron en su momento destituidos de los cargos de representación
popular por ineptos o corruptos.
Las candidaturas de la comparsa de
las estrellas, fruto de la farandulización de la política, es apenas la guinda
del pastel. Al punto que el pueblo ecuatoriano, con irónica sabiduría, ha nominado
a un burro como símbolo del talento de los candidatos faranduleros que
conforman listas de todos los pelajes a la Asamblea Nacional.
Desunidos hasta la muerte
La
oposición, en lo que va transcurrido de la campaña, ha cometido todos los desatinos
del caso en una reiterada secuela de errores que no sospechan sus asesores y publicistas.
Nunca nadie les dijo que la unidad es la ley suprema de la política, pero ellos
acicateados por grotescas ambiciones personales van desunidos, cada uno por su
lado, ofreciendo demagógicamente cualquier cosa a cambio de un voto. Se pasaron
por la galleta otra ley de la política que dice que no se debe hacer el juego al contrincante, y
se pusieron a competir con el régimen en un tema que éste lidera con recursos y
credibilidad: el aumento del Bono Solidario, en un baratillo de ofertas donde
el gobierno salió ganando de antemano.
No
sería extraño que el pueblo desencantado, una vez más, los castigue en las
urnas. Algunos sectores contrarios al gobierno del Presidente Correa clamaba
por la conformación de listas unitarias para enfrentar al régimen “populista y
autoritario”, pero los candidatos, hambrientos de poder, sólo responden
a sus apetitos personales. La oposición enfrenta dividida a la férrea y única lista
oficial con ocho candidaturas presidenciales y una caterva de postulantes a la
Asamblea Nacional, en un “frente opositor” disperso y fragmentado. Una clara mayoría
de ecuatorianos exige candidatos capacitados, pero las listas están llenas de
personajes de dudosa preparación para gobernar y legislar, que no exhiben un
solo programa o proyecto político concreto, confiados en su cara bonita y en
frases ya desgastadas.
Si
la oposición política ecuatoriana pretende desmontar los espacios de poder establecidos
por la revolución ciudadana, está errando el camino y haciendo todo lo posible
para un aplastante triunfo del candidato Rafael Correa y las listas oficiales.
La suma de ambiciosos postulantes que no renunciaron a su codicia personal e
impidieron la unidad, a este paso, no hará posible una segunda vuelta
electoral, según las encuestas. La idea de “todos contra Correa en la segunda vuelta”, se empieza a
convertir en el sueño inalcanzable de una oposición divida y deslegitimada por
su propia incapacidad. Como diría el Chapulín Colorado, parodiando al pueblo: se aprovechan de mi nobleza. Pero, esta vez, no contaban con la astucia popular que
no perdona a los mismos de siempre.
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