Por Leonardo Parrini
La crisis que sacude a Europa y,
en particular, a España, encuentra sus raíces en el árbol de las viejas
políticas neoliberales por las que el continente europeo abandonó su modelo de
economía social de mercado que le había asegurado una mejor calidad de vida y
el mejoramiento en las condiciones de educación, salud y pensiones de la
seguridad social. La correlación de fuerzas que se ha dado en
la última década en Europa marcó un cambio en la conducción económica de
países como España, Grecia e Italia, con nefastas consecuencias.
Inusitadamente, estos países “han
comenzado el desmontaje de esa economía social de mercado, y están plateando un
esquema de desarrollo económico en el mercado libre de la empresa privada de
absoluta desregulación de la cuestión social”, manifiesta el historiador Juan Paz y Miño.
Este giro en ciento ochenta
grados que hizo perder el norte de una política social a la comunidad europea,
reproduce viejas fórmulas neoliberales ya conocidas por nosotros
latinoamericanos, durante la década de los años ochenta, que originaron la
anterior crisis en América Latina. Con el elegante, pero cínico rótulo de austeridad, España endosa la crisis y
pasa la cuenta a sus trabajadores y sectores menos favorecidos por la sociedad
del despilfarro en la que estaban sumidos hasta hace poco tiempo. Sociedad de
la abundancia ficticia, con endeudamiento masivo en la compra de vivienda, que
hace que hoy los angustiados españoles se suiciden desesperados por la
imposibilidad de pagar deudas adquiridas durante el periodo de la burbuja
inmobiliaria que llevó a la gente a endeudarse -a precios especulativos por
sobre las rentas- en una vivienda para vivir o alquilar.
El endeudamiento de los españoles
se triplicó en la última década. En el año 2006 una cuarta parte de la
población estaba endeudada a más de 15 años. El impacto social de la crisis que
empezó en el 2007, ha golpeado a casi 2 millones de españoles y entre los más
afectados hay 16 millones de personas en situación de precariedad que
corresponden a asalariados que ganan menos de mil euros mensuales. A ellos hay
que sumar los hogares que no tienen ingresos de ningún tipo, que este año son
ya casi los 3 millones en el Estado español.
Viejas medidas para una nueva crisis
El gobierno de Mariano Rajoy
ha respondido a la crisis con el incremento del impuesto a la renta, medida tomada
en sentido contrario a lo que reclaman los trabajadores. Además, el gobierno implantó
el pago de impuestos a proveedores, lo que sumado a la reforma laboral que
impone contratos temporales sin garantías ni pago por despidos, constituye un
paquetazo con medidas de evidente rechazo popular. Estas acciones
gubernamentales provocaron que un 43,74% de la población en España, unos 20,6
millones de personas, se encuentre en situación de precariedad, debido al
aumento del paro, la rebaja de salarios y los ajustes realizados por el
Gobierno.
Las medidas neoliberales del
gobierno de Rajoy desencadenaron la reacción de los sindicatos de
obreros españoles, que paralizaron a cinco millones de trabajadores dispuestos
a hacer sentir su protesta en varias ciudades del país. El paro en España
coincidió con una jornada de movilización sindical europea contra la austeridad, con huelgas convocadas
también en Portugal y en Grecia. Europa no aprende la lección y tropieza con
una piedra conocida. La amenaza que el efecto de la crisis europea afecte a
nuestros países no está descartada, hoy que navegamos en aguas más seguras de
políticas económicas y sociales orientadas al desarrollo, con menor costo
social y mayor participación popular.
Ahora que América Latina juega
un rol más influyente en el contexto regional, gracias a una mayor
claridad en sus políticas de desarrollo e inserción internacional, los europeos
vuelven la mirada hacia el nuevo continente y empiezan a migrar a nuestras
tierras. Aquí no se les cerrará las puertas a los que vengan a trabajar, no,
como a muchos sudacas en Europa. Resulta que ahora somos los hijos pródigos de
la madre patria que en algún momento extravió su camino de progreso social y
desarrollo económico, que podría retomar cuando despierte de la oscura noche neoliberal en la que se encuentra sumida.
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