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miércoles, 14 de noviembre de 2012

CHILE: ECOS DE UNA DERROTA ANUNCIADA


Por Leonardo Parrini

En las recientes elecciones municipales que tuvieron lugar en Chile la coalición de derecha que eligió presidente a Sebastián Piñera en el 2010, perdió hoy la hegemonía política, mientras que la oposición de izquierda y centro se alzó con el triunfo electoral. El resultado de los comicios confirma un fenómeno muy particular y recurrente en Chile: los partidos y movimientos que llegan al poder se desgastan, vertiginosamente, en el ejercicio del gobierno, no obstante que mantienen las estructuras políticas, económicas y sociales intactas.

La derrota de la derecha se inscribe en la singular inamovilidad política de Chile que reproduce inalterables esquemas de poder, como si fuera el país atemporal por el que no pasa la historia. El Chile de Piñera se imita a sí mismo en la excluyente impermeabilidad social que hace que los sin apellido vivan y sucumban en la pobreza y los herederos de la riqueza  vivan y mueran más ricos aun. El Chile de Piñera reproduce un estado que reitera la esencia de un país intransferible en el que la burguesía criolla no ha dado jamás paso a transformaciones que superen las injusticias. Prueba de ello es que en 1973, cuando el pueblo desafío al statu quo con una revolución socialista a la chilena, la respuesta fue violenta y sanguinaria con el golpe de Estado que derrocó a Salvador Allende e instaló en el poder a Pinochet.

El gobierno de Piñera, genuino engendro del conservadurismo chileno, reproduce hoy el recetario pinochetista al pie de la letra y mantiene intacto el modelo económico heredado de la dictadura que está causando “inequidad, desigualdad, desnacionalización y desculturalización”. Un modelo “agropecuario-minero exportador que determina el crecimiento basado en la producción-exportación de bienes agropecuarios y metálicos (cobre). Un modelo basado en la demanda externa, como bien apunta el analista económico Luis Rosero M.

Chile confirma ser el país de una elite que gobierna para los mercados internacionales con visión macroeconómica, que Rosero califica de “impecable”. Sin embargo, bajo la epidermis exitista subyace la corriente de una “fuerte concentración del ingreso y la riqueza, creando una polaridad entre pocos ricos y muchos pobres”, concluye el economista. Piñera ha privatizado la riqueza y socializado la pobreza con la vigencia de un modelo neoliberal que deja en manos particulares lucrativos negocios de la educación, la salud, la vivienda y los fondos de pensiones, entre otros.

Este esquema ya pasó factura al país con un ingente costo social durante la dictadura de Pinochet. Volver a reproducirlo tercamente, es un despropósito mayúsculo de Piñera que le está costando el gobierno a la derecha. De persistir la testarudez macroeconómica del régimen, la izquierda y los sectores de centro sólo deben sentarse a la vera del camino a ver pasar el cadáver de su enemigo político. El descontento con la actual situación de Chile quedó fríamente expresado en la indiferencia del electorado, convocado esta vez voluntariamente, que marcó un récord histórico con un 60% abstención electoral.

Una lección de unidad

Un panorama desolador muestra un Chile indolente con el drama y la lucha de las grandes mayorías por sobrevivir. Esas mismas mayorías sentenciaron la derrota electoral de la derecha oficialista que perdió el control político en varios de sus bastiones emblemáticos. Un caso representativo es la derrota del alcalde Cristian Labbe, ex agente de la DINA, (aparato represivo de la dictadura militar), en la aniñada comuna santiaguina de Providencia donde fue vapuleado en las urnas por Carolina Toha, (hija de un ex ministro de Allende), a quien el “torturador chileno” había llamado despectivamente “ama de casa”, durante la campaña electoral.

Los comicios de octubre arrojan una lección agregada para el pueblo chileno: La urgente necesidad de unir las fuerzas del cambio en un proyecto político unitario, con transformaciones reales de fondo que muestren un camino distinto a las mayorías descontentas y justamente decepcionadas del continuismo derechista.

Las mayorías de una elección no son electoralmente endosables a otra, y la oposición chilena lo sabe. Es por eso que su tarea urgente consiste en enfrentar futuras elecciones en un bloque férreamente unitario. Por lo mismo que la actual oposición a Piñera, conformada por la  izquierda y el centro político, tendrá que inventarse nuevas utopías si quiere sacar de la desazón a los chilenos desencantados de las fórmulas derechistas y emprender una nueva tentativa de cambio de cara a los comicios presidenciales del próximo año.

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