Por Leonardo Parrini
En las recientes elecciones municipales
que tuvieron lugar en Chile la coalición de derecha que eligió presidente a Sebastián Piñera en el 2010, perdió hoy la hegemonía política, mientras que la oposición
de izquierda y centro se alzó con el triunfo electoral. El resultado de los
comicios confirma un fenómeno muy particular y recurrente en Chile: los
partidos y movimientos que llegan al poder se desgastan, vertiginosamente, en
el ejercicio del gobierno, no obstante que mantienen las estructuras políticas,
económicas y sociales intactas.
La derrota de la derecha se
inscribe en la singular inamovilidad política de Chile que reproduce inalterables
esquemas de poder, como si fuera el país atemporal por el que no pasa la
historia. El Chile de Piñera se imita a sí mismo en la excluyente impermeabilidad
social que hace que los sin apellido vivan y sucumban en la pobreza y los
herederos de la riqueza vivan y mueran más
ricos aun. El Chile de Piñera reproduce un estado que reitera la esencia de un
país intransferible en el que la burguesía criolla no ha dado jamás paso a transformaciones
que superen las injusticias. Prueba de ello es que en 1973, cuando el pueblo
desafío al statu quo con una revolución socialista a la chilena, la respuesta
fue violenta y sanguinaria con el golpe de Estado que derrocó a Salvador
Allende e instaló en el poder a Pinochet.
El gobierno de Piñera, genuino
engendro del conservadurismo chileno, reproduce hoy el recetario pinochetista
al pie de la letra y mantiene intacto el
modelo económico heredado de la dictadura que está causando “inequidad, desigualdad,
desnacionalización y desculturalización”. Un modelo “agropecuario-minero
exportador que determina el crecimiento basado en la producción-exportación de
bienes agropecuarios y metálicos (cobre). Un modelo basado en la demanda
externa, como bien apunta el analista económico Luis Rosero M.
Chile confirma ser el país de
una elite que gobierna para los mercados internacionales con visión
macroeconómica, que Rosero califica de “impecable”. Sin embargo, bajo la epidermis
exitista subyace la corriente de una “fuerte concentración del ingreso y la riqueza, creando una polaridad entre pocos ricos y muchos pobres”, concluye
el economista. Piñera ha privatizado la riqueza y socializado la pobreza con la
vigencia de un modelo neoliberal que deja en manos particulares lucrativos
negocios de la educación, la salud, la vivienda y los fondos de pensiones,
entre otros.
Este esquema ya pasó factura
al país con un ingente costo social durante la dictadura de Pinochet. Volver a
reproducirlo tercamente, es un despropósito mayúsculo de Piñera que le está
costando el gobierno a la derecha. De persistir la testarudez macroeconómica
del régimen, la izquierda y los sectores de centro sólo deben sentarse a la
vera del camino a ver pasar el cadáver de su enemigo político. El descontento
con la actual situación de Chile quedó fríamente expresado en la indiferencia
del electorado, convocado esta vez voluntariamente, que marcó un récord histórico
con un 60% abstención electoral.
Una lección de unidad
Un panorama desolador muestra
un Chile indolente con el drama y la lucha de las grandes mayorías por
sobrevivir. Esas mismas mayorías sentenciaron la derrota electoral de la
derecha oficialista que perdió el control político en varios de sus bastiones
emblemáticos. Un caso representativo es la derrota del alcalde Cristian
Labbe, ex agente de la DINA, (aparato represivo de la dictadura militar), en la
aniñada comuna santiaguina de Providencia donde fue vapuleado en las urnas por Carolina
Toha, (hija de un ex ministro de Allende), a quien el “torturador chileno” había
llamado despectivamente “ama de casa”, durante la campaña electoral.
Los comicios de octubre
arrojan una lección agregada para el pueblo chileno: La urgente necesidad de
unir las fuerzas del cambio en un proyecto político unitario, con transformaciones
reales de fondo que muestren un camino distinto a las mayorías descontentas y justamente
decepcionadas del continuismo derechista.
Las mayorías de una elección no
son electoralmente endosables a otra, y la oposición chilena lo sabe. Es por eso que su
tarea urgente consiste en enfrentar futuras elecciones en un bloque férreamente
unitario. Por lo mismo que la actual oposición a Piñera, conformada por la izquierda y el centro político, tendrá que inventarse
nuevas utopías si quiere sacar de la desazón a los chilenos desencantados de
las fórmulas derechistas y emprender una nueva tentativa de cambio de cara a
los comicios presidenciales del próximo año.
No hay comentarios:
Publicar un comentario