GRANDES TEMAS - GRANDES HISTORIAS

E c u a d o r - S u d a m é r i c a

viernes, 16 de noviembre de 2012

A LA HORA DE LA VERDAD


Por Leonardo Parrini

A la hora de la verdad, la fiesta brava en Quito, sede de la principal feria taurina de América está de capa caída, puesto que fue suspendida y por vez primera, desde 1960, no tocará trompetas este año para anunciar el primer tercio en corrida de apertura de feria.

No somos aficionados a los toros, pero sí a la política y la suspensión de la Feria Jesús del Gran Poder -vaya nombre para un espectáculo de por sí violento-  da cuenta del poder que ha adquirido el movimiento anti taurino ecuatoriano que logra, en forma inédita, poner de capa caída al lucrativo negocio de los toros. Fiesta popular, salvajismo medieval, lucrativo negocio, tradición colonialista o  lo que fuere, la feria quiteña es emblemática de las fiestas de fundación española de la ciudad, tan cuestionada por los movimientos políticos de izquierda que, en furibunda lidia, tercian con reiteradas críticas en contra de una festividad de tintes más colonialistas que nacionalistas.

Corren malos tiempos para la Madre Patria. Mater España, mientras se debate en una huelga nacional convocada por las poderosas sindicales obreras en contra de las políticas neoliberales del gobierno de Rajoy; en Quito, principal reducto taurino, entran a matar una tradición impuesta por la cultura de un país y una monarquía que todavía se siente con el derecho a dictar edictos a sus ex colonias o a increpar a sus mandatarios: “por qué no te callas”, como inquirió el rey español a Hugo Chávez tiempo atrás.

De capa caída, taurina España,  describe el ánimo que le acompaña en la pérdida de un lugar de prestigio y todos sus beneficios consecuentes. Sus toreros y rejoneadores ilusionados con debutar en Quito se quedaron, eso sí con la bata alzada, expresión criolla que define la frustración de los diestros para quienes su afición es sangre pura, en el doble sentido de un fervor por la muerte e ideología medieval que corre por sus venas.

Sancho Dávila, empresario taurino, reconoció en Quito que las razones para suspender la feria quiteña son varias: “Nos temíamos que en mitad de la Feria, esta pudiese ser suspendida, por una decisión judicial, porque estaba demandada la Ordenanza Taurina…No íbamos a poder promocionar la Feria como queríamos. Así que, con la Municipalidad, hemos tomado esta triste decisión”. Versión que, a la hora de la verdad, no corresponde a la fidelidad los hechos, según fuentes municipales.

Corren nuevo tiempos

Nuevos tiempos corren en Quito y en el Ecuador de hoy. La actividad taurina, estrechamente ligada a sectores pudientes capitalinos y aniñados ecuatorianos, representa, quiéralo o no, las rancias costumbres de la oligarquía criolla, hoy de capa políticamente caída. Malos tiempos para un sector social de un país que decidió el camino de una revolución inspirada en nuevos valores ideológicos, éticos y estéticos. Un tiempo de cambio que puso en la mira a aquellas manifestaciones reaccionarias, colonialistas, antipopulares o, incluso, tradicionales ecuatorianas, representadas por una partidocracia desplazada del poder y puesta en descrédito por una nueva mirada ante la vida política del país. Bajo el ideario de la revolución ciudadana, el Ecuador votó en consulta popular si estaba o no de acuerdo en espectáculos que impliquen maltrato o muerte animal. La capital de los ecuatorianos, sede de la primera feria taurina de América, se pronunció en contra de la muerte de los toros.

Cambiando de tercio, nos permitimos ser más suspicaces que un toro de lidia. ¿Qué tan buen negocio político representa dar un golpe de efecto propagandístico, suspendiendo la principal celebración de la fiesta de Quito de cara a una elección presidencial? Adornados como toro con banderillas, no es exagerado colegir que los argumentos de atentado a la libertad de empresa o a las propias tradiciones de la ciudad, bien pudieren ser usados en la campaña contra el régimen. Un pase de pecho, electoralmente, perfecto. Pero a la hora de la verdad, en las elecciones presidenciales de febrero, se verá si los quiteños han sido tan taurinos o los toros son una actividad sustentada por la publicidad y el dinero invertido en un negocio millonario capaz de revertir la conciencia popular. 

Vamos a ver, majo, si la nueva mirada de un pueblo en proceso de cambio -definida por otros valores que dan a la vida una nueva dimensión- es capaz de sostenerse en la arena electoral.  La vida tiene otro sentido en el Ecuador de hoy, incluso para los astados, hasta donde vivir también es un derecho inalienable de los toros. Como no hay quinto malo, nobles o no, me inclino por el indulto de las víctimas de un espectáculo, cuyos referentes medievales y violentos se contradicen con el buen vivir de un pueblo que, ¡cómo no!, empezando por sus fiestas tradicionales, debe ser consecuente con su identidad y vocación de futuro. Enhorabuena.

No hay comentarios:

Publicar un comentario