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sábado, 18 de agosto de 2012

UNA LECCIÓN DE DESCONTENTO


Por Leonardo Parrini

El descontento es el primer paso hacia el progreso de un hombre, dejó escrito Oscar Wilde.  Y aunque es probable que algunos adolescentes chilenos hayan leído al poeta y dramaturgo irlandés del siglo IXX,  -quien siempre tiene mucho que decir a la juventud-, hoy día miles de estudiantes secundarios y universitarios se encuentran rindiendo examen de rebeldía en las calles como muestra del descontento ante el excluyente sistema educativo chileno.

La crisis tiene antecedentes en la ausencia de una política educativa de Estado que reforme a fondo lo que de manera escandalosa se ha consolidado como “el lucrativo negocio de la educación en Chile”. Un sistema  que pone al margen y niega el acceso al estudio a miles de jóvenes de ese país puesto que, como dice el presidente de Chile, Sebastian Piñera, es “un bien de consumo” y no un derecho reconocido como tal, ya que “nada es gratis en la vida”, concluye el mandatario.

El “consumo” de la educación cuesta al Estado chileno apenas el 15% que otorga en becas, mientras que el otro 85% lo financian las familias de los estudiantes universitarios cuando están en condiciones de hacerlo. Y aunque el gobierno del empresario Piñera ha incrementado del 0,3% al 1,3 % del PIB el rubro de educación, expertos señalan que es absolutamente insuficiente puesto que “el tema no se resuelve con plata, sino con políticas públicas que establezcan que la educación “de calidad” es un derecho, ya que el Estado debe velar por ello estableciendo colegios y universidades públicas y gratuitas”.

La gratuidad de la enseñanza es la principal bandera que levantan los estudiantes rebeldes que desde hace siete meses se encuentra en pie de lucha con el régimen. En sintonía, la presidenta de la poderosa federación de estudiantes de Chile FECH, Camila Vallejo señala que la educación superior debe ser gratuita. A este petitorio el régimen de Piñera ha prestado oídos sordos sin ninguna disposición al diálogo, como respuesta clara que no piensa ceder en nada que afecte a la educación, en tanto es concebida como negocio. En la tierra de Neruda y Mistral hoy día cuesta mucho más estudiar que comprar un carro del año. Esa es la herencia de la dictadura neoliberal de Pinochet que, en ausencia de políticas sociales, impuso un sistema educativo mercantilista y excluyente que “redujo a menos de la mitad el aporte público a la educación y permitió en 1981 la creación de universidades privadas, a través de sociedades sin fines de lucro con casi completa libertad para diseñar sus planes académicos”.

El descontento que estalló por la educación deja en evidencia “la precariedad de un sistema que no tiene interlocutores válidos y que apunta a una crisis de representatividad de los partidos políticos, del parlamento, y de toda la elite que gobierna Chile”, dice  Faride Zeran. Situación que es una nítida expresión del desequilibrio social que origina un modelo socio- económico neoliberal, concluye Zeran, Premio Nacional de Periodismo.

En un abierto desafío y pese a que en 2011 unos 200.000 secundarios perdieron el año producto de las tomas y las 40 marchas que se realizaron, varios colegios desalojados volvieron a ser ocupados. "No me sorprende que esta vez el peso de la indignación lo estén llevando los escolares”, dijo el experto en educación, Mario Waissbluth.

A diferencia del año pasado, el gobierno de Piñera autorizó el desalojo de los colegios, en operativos policiales que en las últimas semanas dejaron cientos de detenidos tras la resistencia de alumnos y apoderados. El descontento estudiantil se ha tomado las calles y los establecimientos educativos y el devenir de los acontecimientos, acaso conceda razón a la afirmación del poeta Oscar Wilde: el desencanto de los jóvenes hoy día en Chile, deberá ser el arma de un cambio generacional que derribe las barreras de la educacion excluyente que los margina.

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