Por Marco Velasco
Se le atribuye a Julián Marías esto de que uno puede "querer", a la tierra en que vive y sentirse cómodo por el hecho de pertenecer a una nación, sin que esto signifique ser nacionalista, del mismo modo que se puede tener apéndice sin padecer de apendicitis.
Pero esto de sentirse orgulloso de ser ecuatoriano, no es lo mismo que el amor a la tierra en donde uno ha nacido, porque en realidad lo que uno ama y extraña es el entorno familiar y social, aparte de ciertos usos y costumbres, tanto como paisajes que nos son queridos. De modo que colocado, por ejemplo, en algún apartado rincón de la selva esmeraldeña, seguro que me voy a sentir mucho más lejos de la "patria" que si estuviera en Lima, Bogotá o Buenos Aires.
El nacionalismo, como sostiene Savater, no es un sentimiento sino una ideología política según la cual una nación es una comunidad étnica, o un conjunto de etnias ,conforme al precepto constitucional que nos rige; idea radicalmente opuesta al concepto moderno y democrático de nación como comunidad de ciudadanos libres e iguales ante la Ley.
Causa extrañeza e indignación reconocerlo, pero -en pleno siglo XXI, en el auge de la civilización científica y tecnológica- asistimos al resurgimiento y reanimación del racismo, los nacionalismos y los fundamentalismos e integrismos religiosos y políticos.
El racismo es una “… teoría fundamentada en el prejuicio según el cual hay razas humanas que presentan diferencias biológicas que justifican relaciones de dominio entre ellas, así como comportamientos de rechazo o agresión. El término 'racismo' se aplica tanto a esta doctrina como al comportamiento inspirado en ella y se relaciona frecuentemente con la xenofobia y la segregación social, que son sus manifestaciones más evidentes.” (Ref: Biblioteca de Consulta Microsoft® Encarta® 2003. © 1993-2002 Microsoft Corporation.)
Mientras que el racismo como práctica “… es cualquier distinción, exclusión, restricción o preferencia del reconocimiento, goce o ejercicio, en condiciones de igualdad, de uno o más derechos humanos y libertades fundamentales, en cualquier ámbito de la vida pública o privada, sobre la base del establecimiento de un vínculo causal entre las características fenotípicas o genéticas de algunas personas por un lado, y sus rasgos intelectuales, de personalidad o culturales, por otro.” (Ref: Proyecto Convención Interamericana contra el racismo. http://www.oas.org/OASpage/Events default.asp?eve_code=2)
La masacre de la minoría tutsi en Ruanda en 1993 y la 'limpieza étnica' emprendida por los serbios en la antigua Yugoslavia a partir de 1991, son dos ejemplos recientes de la crueldad, la extrema estupidez y la pérdida de la condición humana consustanciales a los crímenes inspirados en prejuicios racistas.
Pero tan indignante como el racismo es el integrismo religioso, político o político-religioso. Umberto Eco define como integrismo a toda “… postura religiosa o política por la que los principios religiosos personales (por ejemplo el “Sumak Kawsay” o “Buen Vivir”) tienen que convertirse al mismo tiempo en modelo de vida política y fuente de las leyes del Estado.”
Los críticos y las críticas más consistentes de la nueva Constitución ecuatoriana, han pasado por alto o apenas han mencionado muy tangencialmente el tema del integrismo religioso subyacente en la imposición transversal del “Sumak Kawsay”. Cosa que constituye una auténtica bomba de tiempo que, como ya está ocurriendo en Bolivia, podría llevarnos a un estado de conflagración social.
Y es que además integrismo es sinónimo de intolerancia y la intolerancia es propia de los regímenes totalitarios (las teocracias musulmanas lo son) y los totalitarismos políticos lo que hacen es sustituir los credos religiosos por los credos ideológicos.
Detrás de la terminología clasificatoria tan del gusto de los SS-XXI (oligarquía conformada por pelucones y aniñados vs pueblo constituido por cholos, indios y mestizos) hay un profundo racismo.
Jamás hay que olvidar la advertencia dejada por Jean-Francois Revel: “Todo sistema totalitario tiene por resorte una ideología cuya función es justificar un plan de dominación planetaria (aunque con estilo huachafo y risueño, pero en eso está el coronel Chávez) que realiza, entre otros medios, por la eliminación, física si es preciso, de grupos hostiles o molestos. En la ideología comunista esos grupos son sociales; en la ideología nazi, eran raciales.”
Se le atribuye a Julián Marías esto de que uno puede "querer", a la tierra en que vive y sentirse cómodo por el hecho de pertenecer a una nación, sin que esto signifique ser nacionalista, del mismo modo que se puede tener apéndice sin padecer de apendicitis.
Pero esto de sentirse orgulloso de ser ecuatoriano, no es lo mismo que el amor a la tierra en donde uno ha nacido, porque en realidad lo que uno ama y extraña es el entorno familiar y social, aparte de ciertos usos y costumbres, tanto como paisajes que nos son queridos. De modo que colocado, por ejemplo, en algún apartado rincón de la selva esmeraldeña, seguro que me voy a sentir mucho más lejos de la "patria" que si estuviera en Lima, Bogotá o Buenos Aires.
El nacionalismo, como sostiene Savater, no es un sentimiento sino una ideología política según la cual una nación es una comunidad étnica, o un conjunto de etnias ,conforme al precepto constitucional que nos rige; idea radicalmente opuesta al concepto moderno y democrático de nación como comunidad de ciudadanos libres e iguales ante la Ley.
Causa extrañeza e indignación reconocerlo, pero -en pleno siglo XXI, en el auge de la civilización científica y tecnológica- asistimos al resurgimiento y reanimación del racismo, los nacionalismos y los fundamentalismos e integrismos religiosos y políticos.
El racismo es una “… teoría fundamentada en el prejuicio según el cual hay razas humanas que presentan diferencias biológicas que justifican relaciones de dominio entre ellas, así como comportamientos de rechazo o agresión. El término 'racismo' se aplica tanto a esta doctrina como al comportamiento inspirado en ella y se relaciona frecuentemente con la xenofobia y la segregación social, que son sus manifestaciones más evidentes.” (Ref: Biblioteca de Consulta Microsoft® Encarta® 2003. © 1993-2002 Microsoft Corporation.)
Mientras que el racismo como práctica “… es cualquier distinción, exclusión, restricción o preferencia del reconocimiento, goce o ejercicio, en condiciones de igualdad, de uno o más derechos humanos y libertades fundamentales, en cualquier ámbito de la vida pública o privada, sobre la base del establecimiento de un vínculo causal entre las características fenotípicas o genéticas de algunas personas por un lado, y sus rasgos intelectuales, de personalidad o culturales, por otro.” (Ref: Proyecto Convención Interamericana contra el racismo. http://www.oas.org/OASpage/Events default.asp?eve_code=2)
La masacre de la minoría tutsi en Ruanda en 1993 y la 'limpieza étnica' emprendida por los serbios en la antigua Yugoslavia a partir de 1991, son dos ejemplos recientes de la crueldad, la extrema estupidez y la pérdida de la condición humana consustanciales a los crímenes inspirados en prejuicios racistas.
Pero tan indignante como el racismo es el integrismo religioso, político o político-religioso. Umberto Eco define como integrismo a toda “… postura religiosa o política por la que los principios religiosos personales (por ejemplo el “Sumak Kawsay” o “Buen Vivir”) tienen que convertirse al mismo tiempo en modelo de vida política y fuente de las leyes del Estado.”
Los críticos y las críticas más consistentes de la nueva Constitución ecuatoriana, han pasado por alto o apenas han mencionado muy tangencialmente el tema del integrismo religioso subyacente en la imposición transversal del “Sumak Kawsay”. Cosa que constituye una auténtica bomba de tiempo que, como ya está ocurriendo en Bolivia, podría llevarnos a un estado de conflagración social.
Y es que además integrismo es sinónimo de intolerancia y la intolerancia es propia de los regímenes totalitarios (las teocracias musulmanas lo son) y los totalitarismos políticos lo que hacen es sustituir los credos religiosos por los credos ideológicos.
Detrás de la terminología clasificatoria tan del gusto de los SS-XXI (oligarquía conformada por pelucones y aniñados vs pueblo constituido por cholos, indios y mestizos) hay un profundo racismo.
Jamás hay que olvidar la advertencia dejada por Jean-Francois Revel: “Todo sistema totalitario tiene por resorte una ideología cuya función es justificar un plan de dominación planetaria (aunque con estilo huachafo y risueño, pero en eso está el coronel Chávez) que realiza, entre otros medios, por la eliminación, física si es preciso, de grupos hostiles o molestos. En la ideología comunista esos grupos son sociales; en la ideología nazi, eran raciales.”
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