Que Baltazar Garzón asume la
defensa internacional de Julian Assange, amparado en la embajada de
Ecuador en Londres bajo petición de asilo, como eventual acusado ante cortes suizas por supuestos delitos sexuales y por espía en los EEUU, causó revuelo
pero no sorpresa. Ambos personajes son fichas de un tablero de
ajedrez en el que el Estado ecuatoriano, con intereses en juego, celebró la decisión del juez español calificándola de "en buena hora", a través de su canciller. Garzón tiene la doble relación
con Ecuador en calidad de veedor no vinculante de la actual reestructuración
del sistema judicial ecuatoriano y como defensor del potencial protegido, Julian Assange, del
mismo Estado ecuatoriano.
En este escenario asistimos a
una inmejorable oportunidad de ver cómo devienen las ya incestuosas relaciones entre la política y la justicia. Los
componentes de este ajedrez se hacen más complejos, puesto que Garzón no es un
personaje químicamente puro, sino que tiene un denso curriculum como activista
socialista y un palmarés donde destacan investigaciones
judiciales emprendidas como juez contra el narco tráfico en Europa y las organizaciones
separatistas Eta y Batasuna en España. Y el caso más notable, su cerco jurídico
tendido al ex dictador Augusto Pinochet por violación a derechos humanos de ciudadanos
españoles en Chile y crímenes contra la humanidad. Como fresa del pastel, Garzón
pretende investigar a Henry Kissinger por su incidencia en las dictaduras
militares latinoamericanas en la década de los años setenta.
En resumen, Garzón es una
pieza clave en el tablero de una partida que comenzó con la publicación de los
cables de Wiki Leaks de Assange que destaparon una controversial y oscura relación de
políticos ecuatorianos con el Gobierno de los EEUU. La segunda jugada de
Assange, con relación al Ecuador, fue la
entrevista de prensa al presidente Correa donde se advirtieron coincidencias del
mandatario con Assange, en calidad de
miembro “del club de los perseguidos”, como calificó en esa ocasión el
entrevistado a su entrevistador. Tercer movimiento de Assange: elude su arresto
domiciliario e ingresa en la embajada ecuatoriana en Londres donde solicita asilo
político.
Así dispuestas las piezas en el tablero, el Estado ecuatoriano enfrenta con la presencia de Garzón como
defensor de Assange, una nueva presión ante la petición de asilo, puesto que su
protegido es defendido -al mismo tiempo- por quien observa como veedor los
cambios en el sistema judicial ecuatoriano. En este sentido, el gobierno de
Correa tiene la opción de voltear a su favor la veeduría en el tema judicial y
asilar a Assange, situación que convierte a Garzón en factor decisivo en la concesión
del asilo. Brillante oportunidad del juez español para dar un jaque mate y emerger, a la vez, como observador transparente actuando con probidad en su veeduría
y defensor eficaz de su cliente. En ambos
casos, gana la casa y su invitado Julian Assange.
En esa circunstancia la oposición
política a Correa -que tiene puesta la mirada en Garzón para desbaratar la reestructuración
judicial propiciada por el Gobierno ecuatoriano-, verá de reojo a Garzón por supuesta coincidencia con los intereses del régimen.
Como corolario, el tema de la
vinculación entre política y justicia, muy en boga en nuestro país, se
evidencia confirmando que dicha relación es indisoluble, al menos en sus
aspectos ideológicos. Y es hasta factible, puesto que la fuente de la justicia
debe estar en la dignidad humana, -cuestión de valor ideológico, en definitiva-
y no en leguleyadas de protervo interés politiquero. En este sentido la defensa
de Garzón a Assange envía una señal esclarecedora: la justicia es, o debe ser por sobre todo,
la defensa y el imperio de las causas justas.
delitos sexuales? espia??
ResponderEliminarno sabía que era tan malo :)
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