Casa de la Cultura, Quito Ecuador
Por Leonardo Parrini
Cuando Perseo ayudado por Atenea,
diosa de la cultura, decapitó a la medusa Gorgona se enfrentó al orden maligno de un esperpento que petrificaba
a los hombres con sólo mirar su figura de cabellos en forma
de serpiente, boca fálica y máscara horrorosa. Atenea entregó
a Perseo un escudo de bronce pulido para que viera en él la figura reflejada de
la medusa, evitara mirarla de frente a los ojos y no ser petrificado. Potente simbolismo
alusivo al rol pertinente de la cultura contra todo espantajo inmoral y anti estético.
En el Ecuador altivo y
soberano de hoy la Casa de la Cultura bien debe ser el reflejo contra toda impudicia
moral -según aluden los espejos de la fachada de la casa matriz en Quito- como
ente protector de una sociedad capaz de reivindicar la utopía de un país libre
de corrupción. No obstante, las elecciones presidenciales acaecidas recientemente
en la CEE denotan que al interior de esta institución algo huele mal, producto
de que la descomposición de su misión, a ratos subvertida por la politiquería, no
la eximen de la nociva contaminación que supone el riesgo de sucumbir a intereses que nada tienen que ver con su afán
institucional.
La potencia cultural que
proclamó Benjamín Carrión para el Ecuador era de estirpe revolucionaria, insurgente
ante los poderes omnímodos de la avaricia mercantilista y de la alcurnia
aristocrática de una sociedad conservadora y excluyente. Vox populi, esa arenga
exhortaba al libre albedrío de los gestores culturales, puesto que toda cultura
oficial es sospechosa y todo producto cultural condescendiente con las esferas
del poder es obsecuente. Aquello contradice el sentido mismo contestatario de
una cultura insumisa que devuelva al hombre la urgente formulación existencial
de cuestionamientos - con más interrogantes
que respuestas - acerca de su atribulada condición humana.
Figurativamente el parangón de
la medusa Gorgona con el esperpento de la corrupción es propicia paráfrasis sobre
lo que presenciamos en la CCE, donde prosaicos intereses no deben anteponerse a
los ideales de su fundador Benjamín Carrión, en el seno de una institución que reclama un sacudón que
la libere del anquilosamiento que afecta su quehacer como animadora, no sólo de
la cultura culta, sino de las otras
culturas subyacentes y disímiles que emergen de la diversidad social.
Perseos modernos están a buena
de hora de blandir la espada y el escudo protector para decapitar a la Gorgona
que amenaza la morada de la cultura nacional y emprender la renovación cultural
casa adentro, justa y necesaria misión, en un país que reclama de sus instituciones
un referente ejemplar de transparencia y probidad.
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