Por Edgar Allan García
Esta noche iré a Bataclán, en boulevard Voltaire, donde tendrá lugar un concierto del grupo de rock Eagles of Death Metal. Es uno de mis grupos preferidos. Los he escuchado desde que yo tenía 11 años. De los Eagles DM me gustan canciones con mucha fuerza como United by Fate, que quiere decir Unidos por el Destino. Jesse -the Devil- Hughes es mi preferido. Canta y toca la guitarra a lo bestia. Cuando yo estudiaba durante el día y trabajaba limpiando servicios higiénicos en un restaurante a la vuelta de La Grand Place. Imaginaba que tenía un amigo que se llamaba Jesse, como Jesse James. Mi amigo no solo tocaba la guitarra y cantaba, como el de la banda de rock, también disparaba con una precisión envidiable. Yo estaba solo, a pesar de mi familia, en esa ciudad a la que no reconocía como mía y que tampoco me aceptaba como parte de ella, pero Jesse me consolaba: algún día, decía, algún día tú también dispararás como yo y serás el héroe de algo que aún no alcanzas a entender. La casualidad ha querido que el lugar para convertirme en héroe sea Bataclán. Un amigo -uno que no es Jesse sino Hamid- me contó que Bataclán es una opereta de Jacques Offenbach, un maldito músico judío-alemán que se convirtió al catolicismo, se nacionalizó francés y fue a dar con sus huesos al cementerio de Montmartre. Hamid odia la cultura occidental, aunque su novia sea Dominique, una hermosa bailarina de ballet, parisina hasta la médula. Su odio no disminuye aunque su equipo de fútbol favorito sea el Paris Saint Germain. Hamid asegura que Francia jamás habría logrado ser campeón del mundo si no fuera por un genio como Zinedine Zidane, de ascendencia argelina. Hamid se parece a Jesse en el sentido de que ambos disparan con una precisión brutal. Él estuvo en Tikrit y Aleppo entrenándose con nuestros hermanos mientras yo imaginaba que crecía como un chinche silencioso en un nido lleno de ratas. Mi madre me dijo muchas veces que yo parecía una bomba a punto de estallar. Si ella hubiera ido al colegio donde estudié, si ella hubiera escuchado lo que yo escuchaba en sus aulas, si ella hubiera sentido lo que yo he sentido todo este tiempo, ya hubiera estallado como una bomba en mitad de Bruselas. Jesse dice que no le dispare a los de la banda de rock. Lo mismo les digo a mis compañeros. Ellos asienten, pero no sé que les está pasando por la cabeza ahora mismo. De seguro están concentrados en lo que vendrá. La noche está fría, dice alguien en la oscuridad de la furgoneta, pero pronto se calentará. Hamid grita: no nos rebajemos ni un segundo a sentir compasión, ellos no la tuvieron con nuestros hermanos. Jesse dice: dispara con firmeza. Hamid dice: dispara con firmeza. Solo ahora me doy cuenta de cuánto se parecen Jesse y Hamid. Esta noche por fin estallaré, madre. Vengaré las afrentas que hemos sufrido como pueblo. Tal vez no te guste el camino que he tomado, pero seré un héroe como Jesse, ese al que tú llamabas mi amigo imaginario. Nos estacionamos y, como era de esperarse. El Bataclán está lleno a reventar. De esto se hablará por mucho tiempo, dice Jesse o Hamid. El amor es un disparo en la sien, escucho o creo escuchar en medio de los gritos.
Esta noche iré a Bataclán, en boulevard Voltaire, donde tendrá lugar un concierto del grupo de rock Eagles of Death Metal. Es uno de mis grupos preferidos. Los he escuchado desde que yo tenía 11 años. De los Eagles DM me gustan canciones con mucha fuerza como United by Fate, que quiere decir Unidos por el Destino. Jesse -the Devil- Hughes es mi preferido. Canta y toca la guitarra a lo bestia. Cuando yo estudiaba durante el día y trabajaba limpiando servicios higiénicos en un restaurante a la vuelta de La Grand Place. Imaginaba que tenía un amigo que se llamaba Jesse, como Jesse James. Mi amigo no solo tocaba la guitarra y cantaba, como el de la banda de rock, también disparaba con una precisión envidiable. Yo estaba solo, a pesar de mi familia, en esa ciudad a la que no reconocía como mía y que tampoco me aceptaba como parte de ella, pero Jesse me consolaba: algún día, decía, algún día tú también dispararás como yo y serás el héroe de algo que aún no alcanzas a entender. La casualidad ha querido que el lugar para convertirme en héroe sea Bataclán. Un amigo -uno que no es Jesse sino Hamid- me contó que Bataclán es una opereta de Jacques Offenbach, un maldito músico judío-alemán que se convirtió al catolicismo, se nacionalizó francés y fue a dar con sus huesos al cementerio de Montmartre. Hamid odia la cultura occidental, aunque su novia sea Dominique, una hermosa bailarina de ballet, parisina hasta la médula. Su odio no disminuye aunque su equipo de fútbol favorito sea el Paris Saint Germain. Hamid asegura que Francia jamás habría logrado ser campeón del mundo si no fuera por un genio como Zinedine Zidane, de ascendencia argelina. Hamid se parece a Jesse en el sentido de que ambos disparan con una precisión brutal. Él estuvo en Tikrit y Aleppo entrenándose con nuestros hermanos mientras yo imaginaba que crecía como un chinche silencioso en un nido lleno de ratas. Mi madre me dijo muchas veces que yo parecía una bomba a punto de estallar. Si ella hubiera ido al colegio donde estudié, si ella hubiera escuchado lo que yo escuchaba en sus aulas, si ella hubiera sentido lo que yo he sentido todo este tiempo, ya hubiera estallado como una bomba en mitad de Bruselas. Jesse dice que no le dispare a los de la banda de rock. Lo mismo les digo a mis compañeros. Ellos asienten, pero no sé que les está pasando por la cabeza ahora mismo. De seguro están concentrados en lo que vendrá. La noche está fría, dice alguien en la oscuridad de la furgoneta, pero pronto se calentará. Hamid grita: no nos rebajemos ni un segundo a sentir compasión, ellos no la tuvieron con nuestros hermanos. Jesse dice: dispara con firmeza. Hamid dice: dispara con firmeza. Solo ahora me doy cuenta de cuánto se parecen Jesse y Hamid. Esta noche por fin estallaré, madre. Vengaré las afrentas que hemos sufrido como pueblo. Tal vez no te guste el camino que he tomado, pero seré un héroe como Jesse, ese al que tú llamabas mi amigo imaginario. Nos estacionamos y, como era de esperarse. El Bataclán está lleno a reventar. De esto se hablará por mucho tiempo, dice Jesse o Hamid. El amor es un disparo en la sien, escucho o creo escuchar en medio de los gritos.
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