Por Leonardo Parrini
Como dice el
argot popular: llora como hembra lo que no eres capaz de hacer como macho. Hoy
Argentina llora por sí misma. Y llora un llanto amargo, lento, que emerge del
estupor de no aceptar la realidad de un país que pendulea de izquierda a
derecha en el panorama político, después del resultado electoral del domingo
que da como ganador al archimillonario conservador, Mauricio Macri. Hijo de una
rancia burguesía argentina, primogénito de Franco Macri, hábil exponente de la
mañosa movilidad en la patria contratista,
como hombre de negocios cercano al poder del menemismo en la obtención de prebendas por millonarios
contratos en obras públicas. Macri representa el retorno de los brujos de la
obsoleta derecha neoliberal, remozada en un discurso de cambio, que reinaugura
los viejos tiempos de las oprobiosas brechas sociales en un continente que no
aprende en serio la lección. Una didáctica trágica de periclitados gobiernos de difuntos y flores, de presos políticos, de hambre en las calles, de
sobrexplotación laboral, de falta de servicios básicos, conflictos fronterizos
y un triste etcétera.
Mauricio Macri, no obstante
no las tiene todas. Con un Congreso de mayoritaria tendencia kircheriana,
deberá negociar duro y parejo para tratar de imponer su proyecto político consistente
en “liberar el mercado de cambios, impulsar la iniciativa privada como el motor
de la economía argentina, reordenar al Estado”, restaurar deterioradas relaciones
con las potencias capitalistas y zanjar deudas en un litigio judicial con
fondos especulativos en Nueva York. Macri pone fin a doce años de kircherismo, según
el cual “nunca hubo antes una estabilidad económica y social en Argentina”. No
obstante, las cifras hablan solas. Cristina Kirchner deja un país con 2,2 % de
crecimiento y una inflación superior al 20% y escasas reservas en el Banco
Central, según analistas. El consumo está sostenido en la tierra del tango, a
ritmo de programas de incentivo y ajuste salariales en negociaciones entre
sindicatos y empresas. La estatización de empresas de servicios y la nacionalización
del petróleo fue una de las medidas más contundentes en lo económico del gobierno
saliente. En los 12 años de gobierno de Cristina Kirchner se crearon cinco millones
de empleos, se dinamizó la ciencia y la tecnología y se beneficiaron millones
de argentinos de los subsidios y jubilaciones especiales. Es decir, un asistencialismo
estatal, duro y puro, que buscaba superar las brechas sociales. Sin embargo, al
final del día, la revolución gaucha deja
intacta las relaciones de poder en el país de la milonga política más movida de
los últimos años. La lectura que la población hizo de ese proceso fue adversa a
los propósitos oficialistas y Macri capitalizó un descontento creciente, por
injustificado que asomara ante el mundo.
La izquierda cede el poder.
¿Qué hace qué
hoy a la izquierda haya que motejarle con la idea del cambio, como a una fuerza
política conservadora? La reiteración del ideario. La ausencia de nuevas
propuestas. Con el faro apagado la izquierda latinoamericana – desde la del siglo
19 hasta la del 21, no marca nuevos caminos a seguir. Y, -oh paradoja-, es la
fuerza qué hoy defiende la democracia formal, la estabilidad económica capitalista,
la presencia de propiedad privada sobre los medios de producción material y espiritual,
la educación plurideológica y el respeto a las instituciones del Estado burgués. Una obstinada reincidencia de las tesis clásicas del ideario social revolucionario, suena a
tango viejo, siempre nostálgico, arrabalero y tristón. Y ese ideario transita
por un andarivel paralelo, inconexo con las realidades políticas del mundo
actual.
Macri, el burgués populachero
Otro de los factores
que explicaría el triunfo en las urnas del derechista Macri, -otrora distante
del pueblo, encerrado en su jaula de oro, heredero millonario y excluyente-, es
el cambio de impronta y de conducta asumido por el candidato, bajo la asesoría del
ecuatoriano Jaime Durán Barba, en una campaña a todas luces millonaria. Los
cambios que reinventaron a Macri haciéndolo descender a las realidades llanas
de un pueblo humilde e insatisfecho, lo hicieron cumplir con la estrategia de “dejar
de provocar miedo a los pobres y a las clases populares”. La asesoría de Duran Barba le hizo
perder el miedo y superar los viejos traumas de agorafobias por un encierro en
el secuestro que padeció en 1991, cuyo millonario rescate le salvó la vida. El
lado humano de Mauricio Macri, fue hábilmente explotado por sus asesores como hombre
de fútbol -fanático de Boca Junior-, dispuesto a visitar puerta a puerta al
electorado popular. Macri es el nuevo Presidente de Argentina, paradigma de una nueva realidad política latinoamericana, signada por un péndulo que a todas luces parece inclinarse hacia la derecha. El
tiempo dirá qué tan cierta es esta tendencia que aún tiene asignaturas
pendientes en Ecuador, Bolivia y Venezuela.
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