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miércoles, 2 de septiembre de 2015

LA LÓGICA DEL SÁNDWICH

Por Lucrecia Maldonado

Aunque cada vez menos, caigo en la tentación de enredarme en una especie de discusión política en una red social. Ahora me lo tomo a la ligera y hago comentarios humorísticos, pues sé que si algo admira la oposición es el humor, del color que sea. Miremos si no cómo defienden a los humoristas de su tendencia ideológica, cómo posicionan el humorismo como la octava bella arte y cómo alaban la inteligencia con que sus cultores emplean el sarcasmo y la ironía. En esas estábamos, con un amigo, muy divertidos, haciendo inteligentísimos comentarios a un post que mencionaría si no fuera porque necesita de una comprobación real, cuando el dueño del post estalla, al final, insinuando que AP nos ha dado un sándwich con alguna sustancia energizante.

Lamentablemente, como dicen en España, “lo que se ve es lo que hay”. La persona cuyo post comentábamos es un joven articulista, con mucha capacidad de argumentación, inteligente y buen escritor. Sin embargo, recurre a un lugar común manido, repetitivo e insultante. Y eso es lo que molesta. Porque que ciertas mentes ‘preclaras’ de la oposición (Alvarito Noboa, Lucio Gutiérrez, etc.) recurran a ese justificativo no llama la atención: no dan para más. Pero cuando alguien en cuya inteligencia habíamos creído a pies juntillas sale con la teoría del sándwich es hora de ponerse a analizar –una vez más – los intríngulis del comportamiento humano.

Existe un sabio refrán que reza: “Lo que Pedro dice de Juan dice más de Pedro que de Juan”. Y así es. Porque lo que sí se ha visto, y de manera desvergonzada, es la proliferación de camionetas y otros vehículos repartidores de víveres (no solo sándwiches) y vituallas a lo largo de las diversas marchas contra el gobierno de los últimos días, así como instalados en el parque del Arbolito. Ni siquiera les ha importado ocultar los logotipos y otras señales que las identifican como pertenecientes a ciertos medios de comunicación o empresas.

Está, además, la arrogancia (tal vez producto de la juventud) de quien cree que si alguien piensa diferente a él es porque ‘algo le han de haber dado’. Desde una lógica irrespetuosa y atrevida hemos visto en las mismas redes cómo se ha insinuado que el gran escritor Abdón Ubidia defiende al actual régimen porque le dieron un premio Eugenio Espejo, o porque está a la espera de publicaciones con fondos públicos o de otras prebendas. O cómo se ha sugerido que el Chamo Guevara al expresar sus opiniones contrarias al gobierno ‘desinforma’ porque ‘le han pagado’. En ambos casos no se puede hablar ni siquiera de grosería, sino de infamia. Y eso por no darnos una vuelta por la brutal prepotencia y el infinito irrespeto que supone afirmar que si no piensas igual a mí es por cohecho o soborno. Se podría creer, incluso, que quienes lo afirman cambiarían fácilmente su opinión por un buen sándwich o por algún bien mayor.

De otro lado, supongo que quien insinuó algo en relación con los inexistentes sándwiches es uno de los más conspicuos defensores del humorismo de oposición. Entonces, ¿por qué le irrita tanto el humorismo que no es de oposición? ¿Por qué lo descontrolan unos inocentes chistes? ¿Acaso la inteligencia, el sarcasmo y la ironía de quienes tienen nombres diferentes a Bonil no califican para hacer reír, igual? 

Puede costarle trabajo a la mente egocéntrica que se cree la medida de todas las cosas entender que a una ni le han dado un sándwich, ni le han pagado, ni le pagan un centavo, ni le han ofrecido un trabajo ni cosa parecida por pensar cómo piensa y defender lo que defiende. Que solamente insinuarlo a partir del estereotipo y el prejuicio  resulta muchísimo más ofensivo e infame que todos los adjetivos de un solo informe semanal. Puede resultar difícil para ciertas arrogancias admitir que otras cabezas sobre otros hombros tienen derecho a fabricar sus propias ideas. Y que eso, más allá de la lógica del sándwich, también es libertad de pensamiento y expresión, eso que tanto defienden.

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