Por Lucrecia Maldonado
Aunque cada vez menos, caigo en la tentación
de enredarme en una especie de discusión política en una red social. Ahora me
lo tomo a la ligera y hago comentarios humorísticos, pues sé que si algo admira
la oposición es el humor, del color que sea. Miremos si no cómo defienden a los
humoristas de su tendencia ideológica, cómo posicionan el humorismo como la
octava bella arte y cómo alaban la inteligencia con que sus cultores emplean el
sarcasmo y la ironía. En esas estábamos, con un amigo, muy divertidos, haciendo
inteligentísimos comentarios a un post que mencionaría si no fuera porque
necesita de una comprobación real, cuando el dueño del post estalla, al final,
insinuando que AP nos ha dado un sándwich con alguna sustancia energizante.
Lamentablemente, como dicen en España, “lo
que se ve es lo que hay”. La persona cuyo post comentábamos es un joven
articulista, con mucha capacidad de argumentación, inteligente y buen escritor.
Sin embargo, recurre a un lugar común manido, repetitivo e insultante. Y eso es
lo que molesta. Porque que ciertas mentes ‘preclaras’ de la oposición (Alvarito
Noboa, Lucio Gutiérrez, etc.) recurran a ese justificativo no llama la
atención: no dan para más. Pero cuando alguien en cuya inteligencia habíamos
creído a pies juntillas sale con la teoría del sándwich es hora de ponerse a
analizar –una vez más – los intríngulis del comportamiento humano.
Existe un sabio refrán que reza: “Lo que
Pedro dice de Juan dice más de Pedro que de Juan”. Y así es. Porque lo que sí
se ha visto, y de manera desvergonzada, es la proliferación de camionetas y
otros vehículos repartidores de víveres (no solo sándwiches) y vituallas a lo
largo de las diversas marchas contra el gobierno de los últimos días, así como
instalados en el parque del Arbolito. Ni siquiera les ha importado ocultar los
logotipos y otras señales que las identifican como pertenecientes a ciertos
medios de comunicación o empresas.
Está, además, la arrogancia (tal vez producto
de la juventud) de quien cree que si alguien piensa diferente a él es porque
‘algo le han de haber dado’. Desde una lógica irrespetuosa y atrevida hemos
visto en las mismas redes cómo se ha insinuado que el gran escritor Abdón
Ubidia defiende al actual régimen porque le dieron un premio Eugenio Espejo, o
porque está a la espera de publicaciones con fondos públicos o de otras
prebendas. O cómo se ha sugerido que el Chamo Guevara al expresar sus opiniones
contrarias al gobierno ‘desinforma’ porque ‘le han pagado’. En ambos casos no
se puede hablar ni siquiera de grosería, sino de infamia. Y eso por no darnos
una vuelta por la brutal prepotencia y el infinito irrespeto que supone afirmar
que si no piensas igual a mí es por cohecho o soborno. Se podría creer,
incluso, que quienes lo afirman cambiarían fácilmente su opinión por un buen
sándwich o por algún bien mayor.
De otro lado, supongo que quien insinuó algo
en relación con los inexistentes sándwiches es uno de los más conspicuos
defensores del humorismo de oposición. Entonces, ¿por qué le irrita tanto el
humorismo que no es de oposición? ¿Por qué lo descontrolan unos inocentes
chistes? ¿Acaso la inteligencia, el sarcasmo y la ironía de quienes tienen
nombres diferentes a Bonil no califican para hacer reír, igual?
Puede costarle trabajo a la mente egocéntrica
que se cree la medida de todas las cosas entender que a una ni le han dado un
sándwich, ni le han pagado, ni le pagan un centavo, ni le han ofrecido un
trabajo ni cosa parecida por pensar cómo piensa y defender lo que defiende. Que
solamente insinuarlo a partir del estereotipo y el prejuicio resulta muchísimo más ofensivo e infame que todos
los adjetivos de un solo informe semanal. Puede resultar difícil para ciertas
arrogancias admitir que otras cabezas sobre otros hombros tienen derecho a
fabricar sus propias ideas. Y que eso, más allá de la lógica del sándwich,
también es libertad de pensamiento y expresión, eso que tanto defienden.
No hay comentarios:
Publicar un comentario